Cinemanía

“Beetlejuice, Beetlejuice”, la magia regresa con Tim Burton

Durante las últimas décadas, Tim Burton pareció languidecer imitando sus mejores trabajos y dejándose llevar por lo que parecía una evidente apatía hacia el Hollywood mainstream. Por lo que el brillo y la energía de “Beetlejuice, Beetlejuice” es una sorpresa. Delirante, nostálgica y perfecta como continuación del clásico original, es una vuelta del director a sus mejores guiños 

Beetlejuice
AFP
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En “Beetlejuice, Beetlejuice” el No Mundo, es un territorio en el que tiempo no transcurre. En las oficinas repletas de almas aturdidas y que no saben muy bien cómo continuar después de la muerte, todo es idéntico a la imagen que buena parte de la cultura pop recuerda, allá por 1986. Pero lo que parece una concesión enorme a la nostalgia, es en realidad el punto de partida para analizar a esta cinta, que nadie esperaba, y que es un fenómeno de pura energía, buenos recuerdos y amor a lo grotesco.

Sí, Tim Burton está de regreso y su legendario amor por lo extraño y lo oscuro, también.

La secuela del amado clásico ochentoso es algo más que nostalgia, también es una historia que se sostiene sola y que, a diferencia de otras tantas secuelas, tiene la fuerza para contar su propia trama y completar la anterior, en un torbellino de una puesta en escena retorcida, a mayor gloria de las las obsesiones de su director.

En “Beetlejuice, Beetlejuice” abundan los escenarios inexplicables, la racionalización del más allá como una serie de pasos a seguir, incluso la ausencia dentro de la muerte — un punto singular que se toca más de una vez — que conmueve por su buen hacer y firmeza.

Tim Burton, que parecía aletargado y consumido por la fiebre de los grandes estudios — de Warner, para ser precisos — encuentra en “Beetlejuice, Beetlejuice” un regreso a los orígenes y una más que evidente reconciliación con su estilo, sus raíces y su disfrute por contar historias. Lejos de cualquier comparación, la cinta brilla como un regalo para fanáticos. Pero también, es un estudio sutil y bien analizado sobre el paso del tiempo, el amor, lo que sobrevive a los que fallecen y el deseo incumplido. Todo en el delicioso paquete de un homenaje neogótico a una estética levemente anacrónica, que se mezcla para algo mejor. 

Cada pieza en sulugar

Algo que beneficia enormemente a “Beetlejuice, Beetlejuice” es que es una secuela directa y sin disimulo. Por lo que todo lo que cuenta resultará familiar para el público, aunque no es exactamente igual.

La forma en que los guionistas Alfred Gough y Miles Millar encajan las piezas de cada personaje permite a los actores que regresan explorar en territorios nuevos que los hacen más ricos e intrincados. Por lo que Lydia Deetz (una oscuramente etérea Winona Ryder), no teme mostrar sus arrugas y asumir que el tiempo pasó.

"Beetlejuice"

De la niña misteriosa, queda poco, más allá del hecho de que ahora utiliza su habilidad para ver a los muertos en un programa de televisión que debe poblar los sueños secretos de Burton como proyecto futuro. La actriz, que parece inocente en el júbilo que imprime a su papel, es encantadora en su aparente desconexión con el mundo. Las décadas han transcurrido, pero ella sigue creyendo en el amor y en que más allá de la muerte, todo es mejor. Al menos, como ella lo recuerda.

De hecho, buena parte de la película maneja ese vínculo con el pasado, que analiza con inteligencia.

“Beetlejuice, Beetlejuice” comienza con la misma visión panorámica de Winter River de la original 1988, pero Tim Burton es lo suficientemente malicioso para mostrar también las pequeñas oscuridades en esta maqueta de tamaño natural sobre la vida rural norteamericana.

Hay algo saltarín y tenebrosamente juguetón, en la forma como el director presenta a sus personajes. La exquisita Lydia lleva otra vez su flequillo y también, tiene su propia hija adolescente por la cual preocuparse, Astrid (Jenna Ortega). La química entre ambas actrices sostiene con desenvoltura las escenas, pero además deja claro que hay una generación de chicas Burton a la vuelta de la esquina.

Beetlejuice insiste en pasar por elaltar

Beetlejuice (un fanfarrón, canalla y maravilloso Michael Keaton), todavía tiene la firme convicción de volver al mundo de los vivos. Lo que implica contraer matrimonio con Lydia, Eso, a pesar de que Dolores (Monica Bellucci), su esposa y motivo del más allá, va en su búsqueda. Y no con buenas intenciones. La actriz hace una aparición estelar y aunque su malignidad se queda en promesa, pareciera que el personaje está destinado a algo más. En realidad, toda la cinta, parece anunciar que este universo chirriante y kitsch se expandirá. Y que este es el primer paso para esa revolución, ese “ahora sí vamos a lo grande” que deja caer cada tanto la cinta.

Porque “Beetlejuice, Beetlejuice” es un artefacto deset piecesde rarezas, que juntas crean algo que no podía llamarse del todo secuela. Más bien, es una forma de indagar en el mundo que plantea, mostrarlo en su brillo temible y perfecto. Desde la forma como Dolores se engrapa las partes de su cuerpo para ir en busca de su amado, la secuencia giallo y en italiano, ideal para contar todo lo necesario sobre Beetlejuice, incluyendo al padre mordido por el tiburón de un lado a otro. Nada falta en este espectáculo en el que Tim Burton recuperó su deseo de crear a una escala deliciosa que emocionará hasta las lágrimas a sus fanáticos y le cosechará adeptos de toda una nueva generación.

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