Un negocio que se pacta a puerta cerrada. Adentro, entre las partes, todo está permitido: jadeos, empuñaduras, látigos y suspiros. La industria del sexo se ha sofisticado.
Hoy, la profesión más vieja del mundo pareciera no solo estar más aceptada entres unos y otros, sino que también se adorna con las lentejuelas de la educación y elegancia. No les llaman prostitutas, sino prepagos VIP.
Estas mujeres no ostentan sus siluetas por calles plagadas de delicuentes, se valen de agencias especializadas y del boca a boca. Los encuentros se llevan en los hoteles más caros de la metrópoli. Ella alegan que solo una billetera llena logra que los avances de sus clientes con caigan en suelo infértil.
Varias prepago ofrecieron sus historias a Manuel Gerardo Sánchez, quien se tomó el tiempo de retratar sus envidias, deseos y aspiraciones en un texto para Clímax.