Venezuela

Nos vamos demasiado: un día en la Expo Migra 2015

El pasado sábado 18, en el hotel capitalino Eurobuilding, se desarrolló la II Expo Migra 2015, un maratón de casi 12 horas de ponencias y atmósfera de Titanic para venezolanos que se quieren ir demasiado.

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Soy traumatólogo, y todas las noches cuando regreso de la clínica, mi mujer me tiene la misma presión: ‘¿Porqué no nos hemos ido?’. Ella antes soñaba con el Ávila. Nosotros vivimos en La Carlota (una urbanización relativamente acomodada en el este de Caracas, con vista a la montaña) y ahora se la pasa diciéndome: ‘¿Porqué estamos todavía en este barrio? Todas mis amigas están en Australia, ya no me calo más colas’. Además, con lo de la devaluación, todos los días mi esposa insiste: ‘Antes ganabas 2.500 dólares, luego 1.000 dólares, 800 dólares y ahora estás regalando tu trabajo por 50 dólares’. ¿Cómo hago para controlar tanta ansiedad y estatus de locura?”.

Alberto (nombre ficticio) no estaba echado en un diván tipo película de Woody Allen, sino en un stand de la Agencia de Cooperación Comercial Panamá. Allí ofrecieron hasta servicios de asistencia sicológica para emigrantes venezolanos (de cierto perfil, se entiende), y efectivamente el traumatólogo recibió una píldora de ayuda del especialista Luben Manzo: “Fíjese en el lenguaje que usted mismo está usando. Sí, dele a su esposa la oportunidad de desahogarse, pero luego es necesario que se sometan a una dinámica de balance. Hay que elevar el nivel protagónico de ambos. El plan de acción es conjunto. Ese verbatum de ella va a persistir si el único chance de su mujer en la relación es el de hacer presión”.

Fue una de las escenas costumbristas al final de la tarde en un salón de convenciones con nombre de pitonisa cuyas profecías jamás nadie atendió. El pasado sábado 18, en el hotel capitalino Eurobuilding, se desarrolló la II Expo Migra 2015, un maratón de casi 12 horas de ponencias y atmósfera de Titanic para venezolanos que se quieren ir demasiado, con oportunidad de hacer preguntas directas en stands principalmente de cursos de idiomas (esos que, según confesión directa del Defensor del Pueblo, no son prioridad para recibir divisas del Estado; según las cuentas de Tarek, de 18.000 estudiantes afuera, 80% cursan idiomas y 60% no regresan), pero también de negocios de franquicias y  agencias de países interesados en convertirse en cátchers de inversionistas y profesionales desesperados, como Panamá o Chile.

“Uno puede pasar hambre, echarle bolas en el trabajo, aguantar la inflación, uno puede todo. Si tienes tres trabajos, en teoría te mantienes. ¿Pero tú puedes tener un tercer trabajo en el que salgas a las 12 de la noche? No hay autobuses y montarte en un taxi es pensar que te van a violar. Vivo en mi zona bonita de Caracas, e igual me han robado dos veces y han matado a dos chamos. En esta exposición hoy se habló mucho de estudio, pero poco de trabajo. Duele. Este es un país hermoso. Tenemos todo. Pero me dices vete y me voy. Me están cobrando 600 dólares en efectivo por cursos de actualización que dan venezolanos que ni siquiera están calificados. La educación se fue a la mierda. Quiero surgir y aquí no puedo. Me interesan Alemania, Chile y Argentina.”.

(Giselle, fisioterapeuta de 22 años de edad)

En la terraza, donde se sirven dos breves coffee breaks al mediodía y a las 4:00 pm, se nota mucho más lo atestado que está el lugar, y el hambre de los que hacen cola por un cachito gratuito de chocolate (“solo se puede agarrar un dulce por persona”, advierte la azafata) sirve de correlato del naufragio. “Esto parece un concierto”, ironiza uno los asistentes, que invirtieron alrededor de 3.000 bolívares por persona para escuchar las ponencias de Expo Migra. En estos casos nunca falta el ejemplo aterrador del Starbucks: al cambio del dólar paralelo, un café internacional te sale en 2.800 bolívares. “Eso solo lo vas a ver así hasta que te ganes tus dólares afuera”, refuta una señora.

Hay estudiantes universitarios, claro, pero también profesionales hechos y derechos, unas cuantas cabezas pintadas de canas, una mujer con un cochecito de bebé y otra en silla de ruedas.

El perfil del emigrante ya no es unicolor. Tampoco tiene edad, ni siquiera la de los que teóricamente deberían haber ya tirado la toalla.

Otro dato: la mayoría de las personas con las que hablé en Expo Migra ponen mucho más énfasis en la inseguridad que en la crisis económica como motivación para irse.

“Yo soy sicólogo y ella es profesional en discapacidad. Principalmente busco calidad de vida para mi compañera y pareja, que en este país enfrenta muchas dificultades por su condición neuro-músculo-esquelética. En Canadá hay toda una infraestructura comprobada para personas como ella. Nuestras opciones son irnos como profesionales o como estudiantes de posgrado. Pero cada paso requiere de una inversión importante. Puedes tener todos los bolívares del mundo, pero si no puedes acceder al dólar, el proceso se complica mucho más, y no hablo siquiera de acudir al mercado paralelo, sino de conseguir trabajos On Line, una manera legal de tener ingreso en divisas que el Estado no ha regularizado”.

(José, el novio de Francis, la chica en la silla de ruedas eléctrica)

Algunas de las inquietudes que se escuchan durante las sesiones de preguntas abiertas tras las ponencias de Expo Migra: “Soy administrador, pero me desempeño como productor agropecuario, ¿qué oportunidades tengo en Houston?”. “Soy venezolana, tengo pasaporte europeo y quizás obtenga la nacionalidad americana, ¿cuántas nacionalidades me aceptan en Panamá?”. “¿Es cierto que el factor sísmico desalienta a muchos de los que quieren irse a Chile? ¿Y que el chileno no es tan consumista como el venezolano, lo que puede ser negativo para los que ofrecemos ciertos servicios?”. “¿Cuáles son los ingresos profesionales de un periodista en Bogotá y cuánto necesita para pagar alquiler en una zona similar a Altamira?”.

Ante un canguro congelado en el brinco en un pantalla plana, una chica intolerante al aire acondi-soplado trata de convencer a su compañero de que Australia es un país en el que hace muchísimo frío. A los de la Asociación de Venezolanos en Colombia, que participan por Skype desde Bogotá, les pregunto si han documentado un aumento de casos de xenofobia contra compatriotas, aunque se impone la barrera tecnológica y no me responden.

En el stand de Panamá, sin micrófono, se deslizan otras dudas en volumen bajito. La del médico veterinario que pregunta el monto exacto que se le pide como inversionista para recibir la residencia y abrir su proyecto de clínica (entre 170.000 y 300.000 dólares) o la comunicadora todera interesada en montar una “agencia de publicidad y márketing” que pregunta bajito a la guapa promotora: “¿Es verdad que en Panamá ahora nos ven chimbo a los venezolanos?”.

“Ya tuve la oportunidad de vivir 8 años en Inglaterra. Soy abogado y sé que mis posibilidades están un poco cerradas por mi carrera, pero soy mente abierta y puedo tomar otras áreas que me sirven para trabajar fuera, como gerencia y liderazgo. ¿Deseos de irme? Los más inmediatos. En Venezuela no estamos tan graves. Sigue habiendo oportunidades y donde comen, dos comen tres. Pero hay algo que nos tiene atados de manos: la inseguridad. ¿De qué vale ganar muchísimo dinero, si puedes ser víctima de hechos criminales que ocurren en el mejor sitio de Caracas a las 9:00 de la mañana?”

Hamerling, egresado de UBA Aragua, 27 años

“Los ingenieros caen de pie: consiguen trabajo más rápido que cualquier profesional en cualquier parte del mundo”, sentencia una expositora que confirma lo que ya sospechaba: que debí haber estudiado una carrera científica, en vez de dedicarme a la escribidera de gamelote. Los abogados tienen el problema de que prácticamente deben reemprender nuevos estudios desde cero. Los médicos tropiezan contra colegiaturas que defienden los puestos nacionales de empleo.

“Desde hace tiempo he querido irme del país, pero mi esposa no se sentía muy motivada. Ahora la que ejerce la presión es ella. Me parece eterno un año más aquí, en vista de la situación-país que estamos viviendo. La tecnología es un idioma universal y en mi carrera no tenemos que hacer tantas validaciones. Busco calidad de vida y más oportunidades en una ciudad desarrollada. Nuestra principal opción está en Barcelona, pero mi sueño es Ámsterdam o Cincinnati”.

Osluis, ingeniero de sistemas, 50 años de edad

El sicólogo venezolano que ahora tiene tarjetica de presentación con oficina en Panamá y que termina siendo la estrella de Expo Migra, Luben Manzo, arranca interjecciones de “guao” en su ponencia cuando habla sobre el Síndrome de Ulises: una especie de ansiedad depresiva que persigue a los emigrantes que se van sin cerrar de manera adecuada sus duelos (en el sentido terapéutico y amplio de la palabra). El estrés de adaptación les impide integrarse exitosamente a una nueva sociedad, y pasan a formar guetos tipo Doralzuela. Con frecuencia, el Síndrome de Ulises incluye la fantasía de un regreso triunfal (y con dólares) a la patria de origen.

“Date el permiso de drenar. Quéjate de las colas, del líder político, de la inflación, de la devaluación. Si te lo tragas, vas a jugar al pote acumulado. Pero no te quedes solo con el mal rato. Date también el permiso de planificar tus posibilidades, balancéate. Tú eres el único responsable de que la información positiva predomine en tu input”, me recomienda luego Manzo cuando le consulto sobre las sensaciones cotidianas de piel que pueden desembocar en el Orinoco de un proceso migratorio desordenado.

“Del 1 al 5, diría que mis deseos de irme están en 3,5 o 4. Entre tantas relevantes, la inseguridad es la razón primordial, después viene el desabastecimiento, la devaluación, el desempleo y el costo de la vida. Estoy buscando calidad de vida y desarrollo personal y profesional,  trabajando honradamente.  Estoy entre Panamá, España, y después de hoy, Australia”.

Johan, universitario de 21 años y una larga cola de caballo

Aunque se efectúa vía Skype, una de las ponencias más hipnóticas de Expo Migra es la de Esther Bermúdez y Annie Bernal, dos venezolanas huídas a Canadá que crearon un portal cuyo nombre es ya un manifiesto: Mequieroir.com. Bermúdez y Bernal desmienten los 11 mitos frecuentes de los que no aguantan más: 1. “Entrar como turista es la vía más rápida para emigrar”. 2. “Los estudiantes se pueden quedar indefinidamente”; 3. “Vivir en un país en crisis facilita la salida por asilo político”; 4. “Se requiere de mucho dinero para emigrar”; 5. “Emigrar es un asunto de jóvenes”; 6. “Es mejor emigrar soltero”; 7. “Hay que ser profesional universitario”; 8. “Cualquier profesión es buena para emigrar”; 9. “Lo peor es la adaptación al invierno”; 10. “Es imprescindible contratar abogado”; 11. “Emigrar siempre es la solución más fácil”.

Yo, que soy extremadamente perezoso para el papeleo, no tengo hijos ni Penélope que me espere y prácticamente me he resignado a quedarme para vivir en primera persona el reality show de la paradoja de la variante venezolana del socialismo, agregaría mi propia fantasía: me van a venir a buscar. Un gobierno amigo aparecerá un día de estos y me extenderá una invitación, como si yo fuera el último fichaje del Real Madrid.

“¿Mi principal motivación? No le veo futuro al país, de verdad. Algunas ponencias me parecieron útiles, como las de Panamá y Mequieroir.com, y otras menos útiles, como la de la Asociación de Venezolanos en Colombia y la del gobierno de Chile. Me interesan Canadá y Panamá. ¿Trabas? Ninguna. Todas las trabas te las ponen aquí”.

(Giovanni, administrador de Empresas, 30 años)

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