Venezuela

Las "granadas" llegan a las ferias de fuegos artificiales

Ni siquiera el negocio de los fuegos artificiales es lo que era. Las ventas están flojas, los precios por las nubes y quedaron totalmente prohibidos los detonantes legendarios como el matasuegras, el Bin Laden o el Papá Pinocho. Sin embargo, es posible una aproximación a la Operación Koala denunciada por el presidente Maduro 

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Es uno de los personajes del año. En 2015, recibir con una granada a una comisión de funcionarios de alguna fuerza pública se convirtió en algo tan rutinario como un caraquista bañando de cerveza a un magallanero o viceversa en el estadio Universitario. El acceso a armas militares ha hecho de Caracas y otras ciudades la locación de una miniserie de la Segunda Guerra Mundial al estilo Band of Brothers. El presidente Nicolás Maduro ha especulado acerca de una Operación Koala: al parecer, en cada centro electoral se presentaba un individuo que amenazaba: “Vota por la MUD o acciono la espoleta”.

No creo que se trate de una gran novedad, pero en las dos ferias pirotécnicas que tienen permiso para funcionar en Caracas este diciembre (La Rinconada y Universidad Santa María), constaté que es posible comprar «granadas». Cuestan 500 bolos por unidad. Estallan aproximadamente a la cuenta de 10 después de activadas, lo que entra dentro del rango estándar, según la nacionalidad de fabricación del artefacto bélico (de 4 a 13 segundos)

Mi presupuesto de investigación solo alcanzaba para adquirir una carga. En el link del siguiente video, si se arresga, el amable lector puede atestiguar la lamentable experiencia: mi pérdida de virginidad con la seducción de la rugosa textura de una granada de mano. Por primera vez, experimenté qué lo que sería estar metido dentro de una OLP, sea la liberación del pueblo o de Palestina. Doy mi palabra de que, al igual que ocurre con el resto de los explosivos, no es cosa de chiste. Puede quemarte la ropa. Me quedó un pitido en el oído derecho por aproximadamente dos horas. Por favor, en serio: no lo intente en casa.

Nunca había estado en una feria pirotécnica antes de diciembre de 2015. Siempre le he tenido fobia a los fuegos artificiales: cuando era niño, mi hermano mayor, con un fosforito, derritió las piezas de Lego de la mejor ambulancia que construí en mi vida. Por no hablar de indescriptibles episodios de crueldad hacia el reino animal que presencié entre los zagaletones de mi familia.

La feria de La Rinconada, en el sector conocido como Poliedrito, ciertamente da miedito: se llega hasta ella tras ascender un largo camino de tierra que bordea el hipódromo, y te recibe un rancherío con un grafiti que dice: “No al fascismo: pirotécnicos con Maduro”. Hay motorizados que te suben de manera gratuita desde la estación del Metro, pero te dejan en un kiosco específico de fuegos artificiales, con el mensaje más o menos tácito de que, “sin compromiso”, por elemental cortesía deberías bajarte de la mula aunque sea con una cajita de fosforitos.

Mi misión: encontrar algo que imaginamos llamado así como el ISIS, el 6-D, el Chikungunya o el Nicolás: el sucesor de legendarios detonantes tan intimidantes como el ancestral y obsoleto tumbarranchos, el matasuegra, el Bin Laden, el Pinocho, el Papá Pinocho, el revientamano o el King Kong. O como lo que lanzan los colectivos del 23 de Enero y otros sectores de Caracas ahora casi todas las madrugadas, sin que uno nunca sepa exactamente el motivo.

No existe tal cosa, al menos no en las ferias permitidas. Los fuegos artificiales tampoco son ya lo que eran. Los explosivos de alto poder están terminantemente prohibidos, al menos desde 2013.

La Mollejúa y Rosita

“Se venden por fuera, pero ni el Pinocho ni nada de eso lo tenemos en la feria. No existen. Tenemos otros fuegos artificiales que son menos peligrosos y también explotan duro: el Triangulito, el Premium Cracker, el Biangelli Especial. Eso es lo que a la gente le gusta: lo que suene y lo que tenga colores”, me explicó Alexander, uno de los vendedores del Poliedrito.

“Tengo 20 años en este negocio y este es probablemente el año más duro que estamos viviendo. Los precios están más caros. La situación del país está difícil. Algo se vende, pero no con la magnitud de años atrás. ¿Qué es lo que está de moda? Lo más económico: fosforitos (500 bolívares la caja), mini-fosforitos (1.500), cebollitas (5.000), bombeadores (1.500). Mi consejo es que, hasta con las luces de bengala, los padres y representantes deben estar presentes, porque el muchacho inventa por naturaleza”.

Los vendedores me explicaron que 95% de los fuegos artificiales que se comercializan en Venezuela son importados, específicamente de China. En este ramo de la economía existe algo similar al punto único de Internet: hay una sola empresa importadora, Pirotécnica Primium, que en su página de Internet asegura que tiene participación accionaria en una fábrica china, y es la que empaca y distribuye los productos a los vendedores autorizados. Ninguno de estos trae productos directamente de afuera. Los precios son más o menos estándar en el Poliedrito o la USM, imagino que con no más de 30% de ganancia.

Los pirotécnicos más caros son las tortas de colores: fugacidad etérea que puede costar entre 30.000 y 140.000 bolívares, y cuyo cromatismo se esfumará tan rápido como el año 2015 cuando falten cinco pa’ las doce. Estas tortas sí tienen nombres criollizados que merecen un análsis antropológico aparte: La Mollejúa, Los Juanes (con foto en la cajita de la ya mítica playa del señor cabeza e’ caja en Morrocoy), Pura Vida, Rosita, UZI, Puro Titanium, Dulce Venganza, Mi Pequeño Saltamontes, Terminator, Apocalipsis, Na’ guará, Sexy Navidad, Abeja Asesina, Bolas del Diablo, Yorman y sus Muchachos, Fast Furious, Loco Loco Cangrejito.

Poco movimiento en la USM

En el otro extremo de la ciudad, dentro de la Universidad Santa María en la vía hacia Guarenas, la supervisión de las autoridades es todavía más estricta, sobre todo luego del incendio en la urbanización Los Naranjos por una venta no autorizada, el pasado domingo 13 de diciembre. “Nos hacen hasta dos inspecciones por día. Estamos súper controlados. Aquí viene lo que antes se llamaba el Darfa y ahora es el Daex, los bomberos, Protección Civil, la policía municipal de Sucre, la policía nacional y cualquier otra policía. Los detonantes están terminantemente prohibidos. Los puestos están súper separados unos de otros y hay extintores por todas partes. Lo bueno es que el cliente siente full seguridad”, indicó Carlos Ojeda, que desde hace 16 años, junto a su familia, se redondea una ingresos adicionales cada diciembre.

Este u Oeste, sifrinitos o ranchúos, el panorama que describe Ojeda en la USM no es demasiado diferente al de los vendedores del Poliedrito: “2015 está flojo, muy flojo, más flojo que otros años. Los precios de los productos se han incrementado hasta 200 por ciento.  La mercancía es más costosa y el poder adquisitivo de los compradores es más bajo. Lo que más se vende es lo que nosotros llamamos las chucherías: es decir, cebollitas, luces de bengala, volcancitos, mini-fosforitos, esas cositas. Las tortas y cohetes quizás se empiecen a vender cuando se acerque el 24 y el 31”.

Las ferias tanto del Poliedrito como de la USM trabajarán de manera ininterrumpida hasta el 31 de diciembre, en teoría de 8:00 de la mañana a 11:00 de la noche, aunque lo recomendable es llegarse después del mediodía. “Es importante recordar que vendemos únicamente productos que están permisados y que deben venir los representantes junto a sus hijos: no se les está vendiendo ningún tipo de artificio a menores de edad”, indica Giovanni Bisanti, otro de los comerciantes en la feria del municipio Sucre. Aunque una granada de mano se haya convertido ya prácticamente en un fuego artificial y en algo tan alegre como la denuncia de la Operación Koala, por favor recuerde que con eso no se juega, incluso cuando se acciona jalando una cuerdita.

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