Venezuela

Cuando la política se divorció de la realidad

Estamos sólo en el inicio del certamen entre política y realidad. Quien aproxime más una y otra se llevará, sino la gratitud, al menos sí la simpatía del pueblo.

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La última vez que indagamos la percepción de los venezolanos sobre el desabastecimiento y la inflación, antes que recursos y tiempos de investigación los copara las elecciones para la Asamblea, 80% de los venezolanos opinaba abiertamente que la vida cotidiana se la habían convertido en un calvario.

En cifras gruesas, hasta 2/3 de los encuestados decían hacer colas para comprar los productos básicos; la mitad decía no conseguir los medicamentos que necesitaban; más del 70% de los que padecen alguna enfermedad crónica (hipertensión o diabetes, por citar las más comunes) dijeron haber modificado o en ocasiones suspendido sus tratamientos; poco más del 55% se quejaba porque no conseguía algún repuesto o insumo para realizar su trabajo y, lo más grave; hasta un 30% decía que su alimentación consistía en comer lo que conseguía a precio controlado.

Esos datos son de octubre del año pasado. La situación actual simplemente espeluca el espinazo. Iniciativas en las redes sociales para conseguir medicamentos han dado paso a incisos en programas de radio donde el locutor sirve de intermediario entre las necesidades y donantes.

Si alguien va a viajar, lo más probable es que tenga el encargo de un familiar o referido para conseguir lo que en el país de destino se consigue en cualquier anaquel. Lo que antes era una búsqueda angustiosa y de servicio público de algún raro y especializado fármaco, hoy se ha convertido en la épica de obtener un tratamiento para combatir algo tan simple como una parasitosis.

Lo anterior, referido sólo al tema de las medicinas, abarca todo el abanico de bienes requeridos para satisfacer las necesidades promedio de la población. Todo venezolano tiene en su repertorio de anécdotas, el cuento de alguna cola, trueque, vericueto en internet o simple contacto, para conseguir alguna cosa.

Pero junto al repertorio de calamidades, los venezolanos también tienen el convencimiento de que este padecimiento actual no será ni pasajero, ni mucho menos resuelto por las cosas que hasta ahora hace o propone el gobierno. Por eso fue que voto como voto el 6 de diciembre pasado, y difícilmente cambiará de preferencia política si no cambia lo que les hizo votar de ese modo. En este punto la pura política, sino cambia, se estrella contra la realidad.

De la “matica” de acetaminofén a los huertos urbanos

Hay que ser muy obstinado y cínico para no cambiar de políticas teniendo la autoridad para hacerlo. De hecho, hasta esta obstinada y cínica revolución se ha dado cuenta de las consecuencias de sus pésimas políticas. Pero darse cuenta, sospechar siquiera de que se ha errado, no es suficiente para dar un giro favorable y comenzar a dar respuestas a la realidad. El cambio puede llegar a no ser otro que no cambiar, a creer que cambiar es insistir en el error.

Cambiar les resulta un verbo extraño y, cuando lo conjugan, es para cometer disparates. Ayer fueron los cultivos organopónicos, los hilarantes gallineros verticales, hoy son los remedios caseros o los cultivos en materos. Lo que ayer fue un chiste que paso como una gracia, que la abundancia petrolera convertía en nota curiosa (como el desarrollo endógeno o las monedas del trueque comunero), hoy es una bofetada para un país que se está muriendo de hambre o que anda por los medios y redes sociales mendigando una medicina.

Lo que en la retórica de nuestro socialismo pre-moderno llaman alternativo, en la vida real no es sino incomprensión de lo que nos está pasando. Es una desgracia que lo más novedoso del nuevo gabinete sea la tontería de la siembra en los balcones o las increíbles interpretaciones que hace sobre la economía el nuevo y joven ministro. Con semejantes lanzamientos iniciales, bonos y credibilidad de la República no hicieron sino perforar el subsuelo.

Pero la distancia, el divorcio entre la política del gobierno y la realidad del país, no es un atributo reservado sólo para quienes están en funciones gubernamentales. La minoritaria bancada del gobierno en la Asamblea, también hace alarde de su distancia kilométrica en relación a los problemas de la gente.

Poco les importa si algo habrá de legislar sobre los padecimientos diarios que los llevaron a semejante derrota electoral. Al parecer creen que reconquistan al electorado llamando mariposón o petimetre a los diputados y lesbianas a las diputadas. El lenguaje tampoco es una de sus virtudes.

La mata e cambur no da pa mangos

No puede darse lo que no se tiene, ni interpretar con acierto cuando lo que hay es puro desconocimiento. Pedirle al gobierno que haga algo distinto a, lo que en el mejor de los casos podríamos llamar ganar tiempo, resulta poco menos que imposible.

El gobierno se distanció de la realidad. No por decisión, no por conveniencia o estrategia, sino por simple confusión o desconcierto. No tiene como interpretar los que nos está ocurriendo. Sale de sus parámetros de entendimiento porque de entenderlo, probablemente el único camino que les queda es hacer las maletas y salir corriendo.

El país sólo puede superar, en un plazo razonable, la inmensa crisis que tenemos, si lograra un plan de refinanciamiento o programa de auxilio financiero. Sin poner una sola de las etiquetas, de esas que tanto gusta el gobierno y son responsables de su inmovilidad, Venezuela necesita plan de salvamento en divisas que sólo será posible de obtener si reacomoda sus finanzas, ordena la economía y, lo más importante, pone al frente de las políticas caras y discursos que den credibilidad y confianza.

El gobierno no tiene ni una sola oportunidad de lograr semejantes prerrequisitos. Por esa razón sólo le queda la sobreactuación política, importando poco si por ello se distancian de la realidad. Es por negación, fantasía autista o simple proyección, que los problemas de la gente dejaron de ser suyos. Lo que nos pasa, desde hace tiempo, dejó de ser parte de sus preocupaciones. No hay forma de que lo sean.  

Hacer centro con la realidad

Frente a un rival tan desatinado, no resulta difícil que la oposición se salga del camino y abandone lo que debe ser su centro, es decir, los problemas de la gente. Por un momento pareció que el desencuentro entre realidad y política alcanzaba también a quienes habían obtenido el favor del pueblo, pero en los últimos días parece haberse retomado el camino.

Aunque el peligro siempre estará presente, la decisión de encontrarle salida al tema de las inhabilitaciones sin darle escusas al oficialismo para agredir a la Asamblea y haber dejado de lado la “guerra de los retratos”, para aprobar con carácter de urgencia la adjudicación como propietarios a los beneficiarios de la Misión Vivienda, el cierre de las fronteras o las insuficiencias presupuestarias de las universidades, son una buena señal de tratar de hacer que la Asamblea sea o parezca útil.

Aun cuando no faltó quien criticara por blandengue la dimisión de los diputados que fueron desincorporados por el Tribunal Supremo, por fortuna, y desde hace tiempo, la oposición venezolana dejo de ser chantajeada o capturada por los extremistas.

Igual como los que se dicen de izquierda asumen posiciones de ultra derecha, con sus epítetos xenófobos, los conservadores de la oposición se vuelven talibanes cuando se opta por el sabio pragmatismo. Está a la vista que la sobreideologización no es monopolio del gobierno, así como tampoco el peligro de distanciarse de la realidad.

Estamos sólo en el inicio del certamen entre política y realidad. Quien aproxime más una y otra se llevará, sino la gratitud, al menos sí la simpatía del pueblo. De ello también dependerá la velocidad de los cambios y la superación de los problemas.

Mientras esto se define, escases y carestía seguirá siendo parte de nuestro día a día. Realidad que, por más que la política oficial pretenda ocultar, seguirá allí para desgracia de ellos y padecimiento de todos los demás, no importa el bando o la preferencia.

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