Venezuela

¿Algún día sabremos lo que fue el chavismo?

El chavismo como movimiento político reivindicativo podría situarse como uno más de los populismo latinoamericanos, pero con el añadido para el caso venezolano, de su fuerte liderazgo mesiánico y militarista, el cual resultó bastante inédito entre nosotros.

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Desde diciembre de 1998, cuando Hugo Chávez ganó por primera vez las elecciones presidenciales, el país y sus instituciones políticas sufrieron un proceso de transformación producto del intento de crear un nuevo orden institucional y económico.

Si bien sus características nunca estuvieron demasiado claras y terminaron de definirse por las conveniencias de un régimen y de un liderazgo más pendiente de mantenerse en el poder que de realizar dichas transformaciones, es absolutamente innegable que el resultado político más importante a lo largo de estos 17 años fue el nacimiento, fortalecimiento y declive de lo que conocemos por “chavismo”.

Entendido como un movimiento político nacido más de la frustración, de la desesperanza y de la sensación de la injusticia social, que de proposiciones de políticas públicas, el chavismo fue la respuesta al fracaso de las instituciones democráticas para hacerle frente al agotamiento del modo de producción sustitutivo, de crecimiento hacia adentro y su imposibilidad de adecuar las instituciones del país para gestionar los conflictos que de ese agotamiento se derivaron.

El chavismo como movimiento político reivindicativo podría situarse como uno más de los populismos latinoamericanos, pero con el añadido para el caso venezolano, de su fuerte liderazgo mesiánico y militarista, el cual resultó bastante inédito entre nosotros.

Adicionalmente, el chavismo pretendió cierta internacionalización, que si bien fue apalancada por el ingreso petrolero y la imagen de la revolución cubana, ciertamente cobijó una parte de los movimientos progresistas de la región, dándole también un rasgo novedoso frente a otras experiencias populistas.

El chavismo ha significado para la sociedad venezolana nuevas formas de subjetividad política. No se trató sólo de la aparición de una nueva interpretación política, sino que también, y como resultado de la polarización política que el chavismo utilizó como estrategia de adhesión y lealtad, dio origen a su opuesto, la de los no chavistas o incluso la de los anti-chavistas.

Visto a la distancia, tras 17 años de discontinuidades y a contar por las dimensiones sociopolíticas que ha tenido, lo más importante de estos años ha sido la traza política del chavismo, en términos de la adhesión, rechazo, indiferencia o neutralidad (no alineación) al fenómeno del chavismo.

Las razones de los individuos (su subjetividad) a partir de las cuales se explican el sentirse formar parte de alguna de ellas, es ya objeto de investigaciones en nuestras universidades y, claro está, tema de especulaciones y conjeturas en conversaciones.

En todo caso lo más importante de lo que hay que estudiar del chavismo no es solamente lo que significó para una parte importante de los venezolanos ser chavistas (y para la otra ser su contrario), sino cómo se encuentra el venezolano, en qué estadio quedaron sus lealtades, para que más allá de una disposición al cambio producto de que esto ya no funciona, efectivamente entremos en una reinterpretación de nuestra subjetividad política en el futuro.

Obras son amores, y no sólo buenas razones
Buena parte de los cambios y reinterpretaciones que hacen los individuos de la política (sean chavistas o no chavistas), tiene que ver con las realizaciones de los gobiernos.

Muchas de ellas se sustentaron en el boom petrolero que alcanzó cerca de 900.000 millones de dólares entre 2004 y 2010, con poca o ninguna sostenibilidad, lo que a la postre dio paso a una profunda crisis económica y social que desde el año 2012, y tras la muerte del entonces recientemente electo Hugo Chávez, ha significado tres años consecutivos de recesión económica y aumento de la pobreza.

Esta crisis ha tenido sus consecuencias político electorales y ha supuesto una profunda merma en la popularidad del gobierno heredero de Chávez. Hemos pasado, en relativamente corto tiempo de un promedio de 60% de popularidad y apoyo electoral al chavismo, a 40% en las últimas elecciones y puede que menos en los actuales momentos. Sin embargo, no está del todo claro la naturaleza de este rompimiento de lealtades. No se sabe que tan profunda es el desencanto con el gobierno de los herederos de Chávez.

Ello es así porque finalmente no sabemos en qué consistió o consiste la subjetividad de los venezolanos frente al chavismo, las razones por las cuales todo el país se dividió frente a un caudillo militar que utilizó procedimientos democráticos (elecciones principalmente) para acabar con las instituciones democráticas esenciales, a cambio de una promesa de realizaciones materiales y del reconocimiento de una población que, por alguna razón, comenzó a sentirse tomada en cuenta por un líder y un movimiento político tan particular.

Llegados a este punto son muchas las preguntas que aguardan por respuestas académicas ¿Cuál es la subjetividad que sostiene la aceptación, rechazo o indiferencia al chavismo? ¿Cuánto de las preferencias políticas son simples acomodos situacionales (subjetividad utilitaria) y cuanto es propiamente una subjetividad ideológica? ¿Estamos o estuvimos en presencia una nueva subjetividad política en Venezuela? ¿A qué se deben los cambios en las subjetividades en los casos que ocurrieron? Y finalmente, ¿se pueden identificar antídotos contra una subjetividad política que soporta o sostiene propuestas políticas como las que representó el chavismo?

Mientras no hallemos estas respuestas, difícilmente terminemos por dimensionar que fue lo que le pasó a este país (políticamente hablando) en los últimos años y, lo más importante, que le aguarda en el futuro.

El cambio que se avecina: ¿Real o pasajero?
Es probable que el partido y los herederos del chavismo dejen de formar parte del poder del Estado en la Venezuela de los próximos años, quizás meses, pero subyace la pregunta de si las causas del chavismo, del sentimiento chavista, siguen allí aguardando por una nueva oportunidad para volver a auspiciar y apoyar propuestas autoritarias como respuestas a otras crisis.

Finalmente, la búsqueda de lo que podríamos llamar las causas profundas por las cuales los pueblos en ocasiones están dispuestos a ceder una parte de su libertad, debe ser la preocupación de todo pueblo que ha pasado por estos procesos.

El pueblo alemán todavía se pregunta que los llevó a abrazar al nazismo y los republicanos de la Norteamérica de hoy deberían preguntarse qué está pasando con el ciudadano medio que, al menos en parte, es capaz de apoyar el populismo ramplón y xenofóbico de Donald Trump.

Cada pueblo debe extirpar sus propias culpas y para ello debe tratar de entender como llega a decisiones colectivas tan nefastas. Es cierto, el chavismo arruinó y destruyó a Venezuela, pero en el camino, la mayoría de los venezolanos bailó a su Son y nunca se anticipó a la desgracia ¿Por qué?

Una primera respuesta
No será en el espacio que resta donde tratemos de darle respuesta a semejante pregunta. De hecho, las reflexiones anteriores son la justificación de una investigación que sobre el tema comenzaremos a realizar en la UCAB.

Pero toda investigación tiene algunas respuestas a sus preguntas originantes. Dicho de manera simple, toda investigación tiene su sistema de hipótesis, unos esbozos de respuestas.

Creemos que las causas económicas y políticas desde las cuales nos hemos respondido sobre el porqué del chavismo son sencillamente insuficientes. Las crisis son la base de muchos cambios y procesos, pero no necesariamente todas ellas desembocan en cosas tan peligrosas y envolventes como lo fue el chavismo.

Es en la cultura, en la afectación o el aprovechamiento que hacen los procesos políticos de las bases culturales de los pueblos, donde es posible que se encuentre en núcleo duro de lo que llamamos chavismo y su alter-ego, el anti chavismo.

Consideremos una sola variable explicativa por ahora: la frustración. No se trata de resentimiento, aunque no lo excluye, pero nos parece más fuerte el sentimiento o la sensación de imposibilidad para alcanzar metas socialmente valoradas, pero imposibles de realizar por las vías legitimas como el estudio y el trabajo, lo que sirve de germen de esa sensación generalizada de frustración que puede llegar a pedir venganza si algún irresponsable con carisma la propone.

En contextos ampliados de desigualdad la percepción de injusticia, de reparto injusto de las oportunidades, junto a una interpretación interesada del hecho por parte un liderazgo político que trata de capitalizar esa sensación, se combinan los ingredientes que alimenta el fervor populista y autoritario dando por resultado estos movimientos.

En la Alemania del siglo pasado fue la crisis de la postguerra, en la Venezuela de los noventa, los 20 años de recesión que siguieron a la transición modernizadora y puede que en la Norteamérica de hoy una brutal distancia entre sus elites culturales y un pueblo llano cada vez más desinformado y dispuesto a consumir ideas como si se tratara de fast-food.

En todos los casos la educación parece ser un buen antídoto. En todos los casos de frustración la correcta, o al menos justa, interpretación de los hechos y de las dificultades, apacigua los impulsos banales que casi siempre terminan trágicos procesos históricos cuando se trata de asuntos políticos.

Pero en cualquier caso sólo estamos en los prolegómenos de una nueva investigación, de la que esperemos saber más sobre las cosas que debemos cuidarnos. De sus avances les comentaremos por estas líneas.

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