Venezuela

La crisis de la Institución Presidencial

No estando Chávez, el epicentro de la formación de matrices del chavismo, estructurado en torno a José Vicente Rangel, ha hecho un enorme esfuerzo por enmarcar la presencia de Maduro en el poder dentro del ámbito de la defensa de la institucionalidad democrática.

Publicidad

El costado trágico de este tramo del recorrido chavista guarda relación directa con un hecho notorio, pero más bien poco comentado, del debate nacional: la objetiva incapacidad y la enorme torpeza administrativa y de mando del actual presidente, Nicolás Maduro. Si en algún punto chavistas y opositores podemos terminar coincidiendo es en ese: Maduro no es el hombre.
Rasgo este que es necesario aprender a apreciar, en ocasiones, más allá incluso de la obra general del esta administración y de la valoración que finalmente podamos tener de éste período histórico.  Hagamos abstracción, incluso, de su entorno, de Chávez, de Cabello, y del resto de los factores de poder.  A Maduro, que es el Presidente, hay que analizarlo en su dimensión personal.
No estando Chávez, el epicentro de la formación de matrices del chavismo, estructurado en torno a José Vicente Rangel, ha hecho un enorme esfuerzo por enmarcar la presencia de Maduro en el poder dentro del ámbito de la defensa de la institucionalidad democrática. Se ha procurado diluir o minimizar, no sólo la obra chavista, que ya es casi imposible defender, sino los problemas objetivos del gobierno de Maduro. La crisis no se evalúa tomando como insumo el drama social que está denunciando la calle. Maduro no importa. Lo que importa es que esté en el poder.
Las limitaciones de Maduro al frente del país y su movimiento son tan notorias, que en ocasiones son asumidas por dirigentes y mandos chavistas con una dosis inercial de resignación. Las cifras económicas de su gestión; los índices de violencia; las obras inconclusas; la falta de comida; de medicinas; los daños patrimoniales y la corrupción han sido los peores y más graves de toda la historia del país.
Por lo demás, su carácter delegado le coloca barreras altas a su autorictas, incluso dentro de sus propias filas. Nicolás Maduro, que nominalmente es el Jefe del Estado y el Jefe del PSUV, está sostenido por una dirección política militar en el cual hay un sólido nudo de intereses creados y  que en ocasiones parece  que sobrara por completo su propia voluntad. El gobierno chavista es el gobierno de los intereses creados.
Incapaz de comprender las causas y el daño que le produce a cada molécula de la sociedad venezolana con sus decisiones, empeñado en convertir la gestión económica en un operativo, enfrentado con sus enemigos a punta de insolencias, Maduro ha decidido atrincherarse en los plácidos dominios de la lógica revolucionaria. La lógica de la lucha de clases. La  lógica de la destrucción. Bajo ese lente, que es religioso, incluso los excesos chavistas más sórdidos podrían conocer alguna lectura indulgente.
Maduro ha decidido abandonar cualquier interpretación realista en torno al vértigo y los enormes riesgos del abuso del poder, y ha preferido atenerse a los designios del universo paralelo del credo ideológico. Ese en el cual los errores son aciertos; y la gravedad de los problemas es atendida organizando seminarios participativos y frivolidades antimperialistas.
Los chavistas tienen que estar completamente convencidos, en el fondo del alma de cada uno de ellos, de lo equivocado que terminó por estar Hugo Chávez al decidirse por Maduro como hombre encargado de los asuntos de estado.  Es cierto que podría incluso estarnos yendo peor de haber sido Cabello el designado; pero también que otros cuadros, con mejor formación y mayores atributos, políticos, y no prepolíticos, habrían podido ser tomados en cuenta. Por Maduro, como por todos en este mundo, están hablando los resultados.
Maduro es la expresión de la crisis terminal chavista; del actual sistema político.  Una auténtica equivocación.  Un símbolo de la terrible decadencia del país.  El gobierno se le  fue de las manos. La gravedad de los daños es incluso superior al que la gente se figura. Su salida de la Presidencia, que debe ser consultada, y que debe ser incruenta, es el requisito mínimo para que el país pueda salir de este oscuro sótano, que tiene secuestrada la esperanza nacional. Camino a la civilización, dejando atrás la barbarie.]]>

Publicidad
Publicidad