Venezuela

Análisis | Un Maduro acosado por la adversidad exhibe apoyo de sus masas

Asediado por la crisis económica, la oposición que busca recortar su mandato y una ola internacional de críticas a su desempeño democrático, el presidente Nicolás Maduro responde con movilizaciones callejeras de sus seguidores y un congreso para intentar darle consistencia a ese respaldo.

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Texto: Humberto Márquez @hmarquez26 Foto: Andrea Hernández

A los dirigentes opositores que lo presentan como sostenido solo por los mandos militares y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Maduro ha respondido mostrando el músculo de su causa con tres días seguidos de marchas y mítines que le reiteran lealtad no solo como presidente sino como líder del proceso que inició en 1999 el fallecido Hugo Chávez.
Ha transmitido un mensaje directo a sus adversarios, a quienes agrupa indistintamente bajo un solo calificativo:
“Ninguna de las opciones y acciones que ha anunciado la derecha tiene viabilidad política ni futuro. Aquí va a seguir gobernando la revolución este año, en 2017, 2018, lo que resta de década y en la siguiente, y ellos lo saben”.
“Ellos” son los opositores que buscan varias vías para recortar su mandato, el cual expira en enero de 2019: un referendo revocatorio, una enmienda a la Constitución, exigirle la renuncia en las calles e incluso invocar la supuesta doble nacionalidad del presidente.
El primer propósito de las demostraciones de calle ha sido mostrar respaldo popular chavista a la anulación que el TSJ ha hecho de leyes y decisiones del parlamento, al declararlas inconstitucionales.
El oficialismo emplea su capacidad de concentrar miles de seguidores en Caracas con el arribo de partidarios traídos expresamente desde la provincia (con el uso de la estructura de movilización del Estado y recursos públicos), mientras que la oposición hasta ahora no ha movilizado grandes masas en respaldo a ninguna ley o acuerdo parlamentario.
Otro logro oficialista es que las demostraciones hacen parte de un “congreso de la patria”, que Maduro presenta como palanca de reinicio, un “reset” de las fuerzas chavistas para renovar bríos ante el desafío de una oposición que se exhibe como electoralmente mayoritaria.
De ese modo, si unos tuviesen más votos, otros tendrían más calle.
Eso explica la reacción de la coalición opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), que decidió activarse desde el 19 de abril con actos de calle en apoyo de la amnistía que detuvo el TSJ y para exigir del poder electoral que le entregue las planillas para recoger firmas con miras al referendo contra Maduro.
Hacia el interior del chavismo, las marchas y los juramentos de lealtad que las acompañan permiten a Maduro reafirmarse como número uno, líder del proceso y efectivo  convocante de las masas, para desmentir a quienes puedan verlo como apoyado solo en su condición institucional de presidente.
La transmisión de esos actos en cadenas de radio y televisión agrega la oportunidad de divulgar rápidamente y a grandes públicos la agenda política del gobernante.
Dentro del chavismo, Maduro conduce y capitaliza de ese modo los llamados a la unidad, renovación y reimpulso del abanico de fuerzas oficialistas.
La adversidad acecha
Sin embargo, otros factores adversos asedian al Gobierno y no los desmontan demostraciones como las marchas y mítines de este abril: la crisis económica, su demoledor impacto en la calidad de vida de los venezolanos, y la persistente crítica internacional a la gestión de Maduro en temas de democracia y derechos humanos.
“Ya habíamos dicho que en el 2016 extrañaríamos el 2015, pero no nos imaginábamos que fuera tan pronto”, escribió esta semana el analista Luis Vicente León.
 Los números de 2015 fueron terribles: recesión de 5,7%, inflación de 181% (315% en alimentos) escasez de 66% de bienes de la canasta básica, colas enormes para tratar de adquirirlos, auge de la reventa ilegal o “bachaquerismo”, hundimiento de la moneda, escasez de medicinas, desplome de los servicios de salud y 27.000 muertes violentas.
Los pronósticos de la banca y firmas de consultoría para 2016 y 2017 son peores, si se mantiene el rumbo visto hasta ahora. El Fondo Monetario Internacional causó la ira del Gobierno al advertir que la inflación puede llegar este año a 500% (más una caída de 8% en el producto bruto) y en 2017 a 1.600%.
El otro factor es la presión internacional ante la política de Maduro de oponerse a la liberación de opositores presos y la convergencia de cuatro poderes del Estado en manos de oficialistas (Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral) contra la labor del Legislativo, al que se percibe como mejor expresión de la pluralidad política de un país.
En Washington, el presidente Barack Obama ya expresó su deseo de que pronto cambie el Gobierno de Venezuela y el Departamento de Estado de manera reiterada reclama “la libertad de los presos políticos”, mientras otros organismos censuran a Caracas por sus políticas en materia de derechos humanos, drogas o libertad de prensa.
El Gobierno y el parlamento de España se han pronunciado a favor de la amnistía en Venezuela y criticado abiertamente a Maduro, como también lo han hecho otros entes europeos, el presidente argentino Mauricio Macri y aun el colombiano Juan Manuel Santos.
Organizaciones internacionales, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, sobre todo y más recientemente, Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, también han reclamado liberar a opositores presos o procesados y en general tienen la lupa puesta sobre la conducta del chavismo en materia humanitaria.
Maduro ha recibido apoyos ya tradicionales, como los de los países del grupo ALBA (Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América), aliados de países lejanos como Irán o Rusia, y el más nuevo del ex presidente colombiano Ernesto Samper, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur.
Mientras los demás enfatizan los temas de amnistía y derechos humanos, Samper plantea que la oposición no debe tratar de remover a Maduro porque equivale a «poner una pistola sobre la mesa» en un eventual diálogo.
El diálogo es una opción lejana, si se atienden las señales que dan las movilizaciones callejeras, aunque el Vaticano se insinúa como facilitador con mensajes del papa Francisco y los comentarios y reuniones del nuncio apostólico en Caracas.
Para esa eventualidad o para un endurecimiento de la confrontación, favorecida por la crisis económica y la crítica internacional, Maduro busca apuntalar su apoyo de masas con manifestaciones, a veces con forma de asambleas o conversatorios, útiles además para que amigos y adversarios sopesen el costo que tendrían acciones políticas aventureras.]]>

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