Venezuela

Desde Miami / Bolero… más allá de sus fronteras

Vivo con una herida. Y no soy yo. Somos un millón seiscientos mil, según cálculos de estudiosos. O bueno, mentira, somos un 2,5% de la humanidad. Unos 200 millones de personas somos emigrantes, si calculamos la población mundial en 8 mil millones de habitantes humanos.

Publicidad
37.500 venezolanos recibieron asilo en españa

Mi sobrina Antonietta tiene un dolor doble, porque siente que encima del dolor de extrañar a su país, a sus padres, además del desgarro del destierro, encima tiene que sufrir a quienes le inquieren, le juzgan, le excluyen, por ya no padecer lo que en Venezuela se vive, y querer opinar. Es un dolor alimentando a otro.

Una vez entrevisté a Carlos Alberto Montaner, quien ya a los 14 planeaba su ida de Cuba, y aún en sus 60 y sin haber regresado nunca, me confesó que jamás había podido dejar de ser cubano por una razón: allí había conocido el amor por primera vez, y un placer tan grande no se desentraña en las formas ni con los años.

En Estados Unidos somos al menos 100 millones de habitantes cuya cultura no es primigenia de la conformación actual de este país: latinos, negros, europeos, asiáticos, indígenas, peatones todos que debemos aceptar que un candidato que tiene casi la mitad del favoritismo para ganar las próximas elecciones presidenciales, considere que lo distinto es lo culpable, que lo extranjero es repudiable, que la razón de los males está en la religión que reza a otro Dios, en el color de piel que no reconoce.

Los venezolanos que estamos afuera tenemos que vender el pan, lavar el carro, cumplir en la oficina, o hacer el dinero que sabemos hacer, mientras vemos de a minuto cómo nuestro país se despedaza, y con él, parte de nosotros, de esa raíz insustituible que nos ha hecho.

Pero el dolor es invisible. No se ve desde Venezuela, y aquí a nadie le interesa.

Mientras, es terrible asomarse al Facebook y ver que en la ira generalizada en la que se encuentra nuestro país, hambriento y desesperado, hay quienes nos odian, quienes viven fijándose en si decimos las cosas de una forma u otra, para descalificarnos.

Y está bien. Yo lo entiendo. Entiendo que apenas estamos entendiendo. Somos la primera generación de venezolanos que sale en masa desde nuestra fundación. No quiero que lloren por nosotros. Quiero que sepan que lloramos con ustedes. Venezuela palpita de dolor más allá, mucho más allá de sus fronteras.

Opinamos, sufrimos, proponemos, equivocados o no, siempre con un punto de vista que si no estuviésemos afuera no podríamos tener. Siempre en falta.

Y, aunque no siempre lo aceptemos, con esperanza.

Publicidad
Publicidad