Venezuela

Baltazar Porras es la “torre” que movió El Vaticano en el ajedrez venezolano

Las lecturas precipitadas casi siempre pecan de imprecisas. No pocos han visto en la reciente designación del arzobispo de Mérida, Baltazar Porras (10/12/1944), una suerte de pase de factura en contra del chavismo. Al contrario, todo parece apuntar no al pasado (alguna prensa ha exacerbado, por ejemplo, la presencia de Porras en la hora aciaga de Hugo Chávez en 2002) sino al futuro. Se trata del papel que jugará la Iglesia católica venezolana en la transición política que se avecina.

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De acuerdo con una página web especializada en el ajedrez, la Torre tiene un valor estratégico en el juego. “Generalmente se usa la torre en la fase media del juego o en la fase de desenlace del mismo”. El nuevo Cardenal venezolano podría considerarse una torre, metafóricamente, si se entiende la dinámica política como un partido de ajedrez. Porque de lo que no puede dudarse es de la reconocida condición de figura pública y política que tiene Baltazar Porras dentro de la Iglesia venezolana.

Con el nombramiento de Porras como Cardenal, una decisión que toma directamente el Papa Francisco, a juicio de monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), “el Vaticano dio un espaldarazo a la Conferencia Episcopal con este nombramiento que tiene dos significados: el papa tiene pendiente a Venezuela y, de alguna manera, dice que la línea de la Iglesia es correcta. La Iglesia no confronta, pero tampoco guarda silencio; ha mostrado preocupación por el pueblo, denuncia los errores, la corrupción y la persecución política”.

No debe esperarse a Porras, en su nueva condición, fungiendo como mediador entre gobierno y oposición en el marco del diálogo político. En ese papel, como lo demostró la experiencia del diálogo entre Cuba y Estados Unidos, está reservado para figuras de El Vaticano que no tengan ligazón con ninguna de las partes. Por ejemplo, ningún prelado cubano estuvo involucrado directamente en las conversaciones secretas que sostuvieron los delegados de La Habana y Washington.

Porras cuenta con otros atributos que podrían ser cruciales a estas alturas del partido. Y posiblemente sea por estas razones que se anuncie en este momento su designación como Cardenal.

Baltazar Porras tiene comunicación directa con el Papa, cosa que posiblemente ningún obispo venezolano, incluyendo al presidente de la CEV, tiene. La relación personal entre ambos se cimentó en el período en el que el arzobispo venezolano fue vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), entre 2007 y 2011, y el entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, presidía la Conferencia Episcopal Argentina (2005-2011).

Porras, asimismo, es un interlocutor natural de la jerarquía católica con el mundo de la oposición política venezolana. El otro cardenal venezolano, Jorge Urosa Savino (28/08/1942), a pesar de residir en Caracas no cultiva de forma cotidiana esa interacción política. Porras, al contrario, mantiene diálogo fluido con políticos y periodistas, entre los que se cuentan habituales intercambios con Nelson Bocaranda.

Uniendo las dos puntas de la capacidad comunicativa de Porras, no sería nada extraño que sin estar presente en el espacio formal del diálogo termine siendo una suerte de vaso comunicante entre la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el Papa Francisco.

Porras en sus primeras declaraciones como Cardenal ha enfatizado la urgencia del dialogo, pero esa  necesidad de dialogar en Venezuela es un asunto que ya venía pregonando desde tiempo atrás. Y con su designación ha rescatado la palabra esperanza.

Asimismo, la designación de Porras como Cardenal ha coincidido con un asunto no menor que involucra a un actor fundamental de la Iglesia católica en Venezuela: la Compañía de Jesús.

Los jesuitas venezolanos dieron a conocer un documento que no tiene precedentes en tanto representa la visión de esta congregación (y no sólo de un sector o de un vocero) y no pocos tejen un paralelismo entre este documento, directo y tajante para denunciar la situación del país en 2016, con lo que fue la carta pastoral de monseñor Arias Blanco (1 de mayo de 1952) en el tiempo final de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

En este 2016, al analizar la situación del país, los jesuitas sostienen  que “Venezuela es una olla de presión con las válvulas tapadas. La situación no sólo es insostenible, es insoportable (…) La crisis venezolana es de carácter fundamentalmente político. Se ha roto la legitimidad del gobierno, quedando en minoría electoral pero detentando el control de casi todos los poderes públicos nacionales con excepción de la Asamblea Nacional, a la cual margina sistemáticamente. Mientras, la oposición ciudadana al gobierno representa la gran mayoría”.

Y Porras, también hay que decirlo, es sin duda el prelado con relación más cercana con los jesuitas venezolanos.

Todos estos elementos, a fin de cuentas, forman parte de ese tablero en el que se juega el desenlace (aún por definirse) de la crisis política. El Vaticano también juega y colocó una estratégica torre en esta etapa del match, en el ajedrez venezolano.

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