Venezuela

ENTREVISTA | Benjamín Scharifker: “Mucho más valioso que el oro negro es la materia gris”

“Con la ayuda de la ciencia sin violencia, con amor pero con firmeza, se eliminan toda superstición, mentira y error”, escribe Dimitri Mendeleiev, el descubridor de la tabla periódica de elementos, en la dedicatoria a su madre moribunda que es uno de los más bellos manifiestos a favor del estudio del método científico.

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Foto: Andrea Hernández

Benjamín Scharifker ha desandado el camino inverso: es un químico que cada vez se ha ido acercando más a los asuntos mundanos que no pueden analizarse en una pipeta: “A los 20 años pensaba que la verdad la iba a conseguir exclusivamente en la ciencia pura. Ahora creo que la tengo que buscar en muchos lugares”.

El ex rector de la Universidad Simón Bolívar y ahora de la Universidad Metropolitana (Unimet) compara al gobierno venezolano con THRUSH, aquella organización malvada de la vieja serie El agente de CIPOL que tenía como objetivo sembrar el caos, y es uno de los pocos analistas a los que usted escuchará decir abiertamente que el núcleo que se cohesiona alrededor de Nicolás Maduro dista mucho de una fisión atómica.

—¿Cuánto está contribuyendo Internet a evitar el aislamiento total de las universidades venezolanas?

—No nos damos cuenta de eso, pero hace 25 años Internet no existía y ha cambiado mucho la forma en que trabajamos. Hemos sufrido mucho la migración de talento. Mantengo un grupo de investigación en la USB y un buen número de sus miembros sencillamente se han ido del país. Entre ellos la mayoría de los profesores con los que solía colaborar y estudiantes que ya no pueden terminar sus tesis en Venezuela por falta de equipos y reactivos. Varias de nuestras investigaciones han tenido que ser completadas en el exterior, y las completamos gracias a Internet.
—Junto a la fuga de talento, ¿hay una fuga de conocimiento?

—La fuga de talento no creo que sea una pérdida de conocimiento. El conocimiento es un activo que cuando se da no se pierde. Cuando lo comparto con otra persona no pierdo nada de ese conocimiento, al contrario. La otra persona lo va a enriquecer y seguramente lo va a compartir conmigo también. El conocimiento es el activo más importante de la humanidad en este momento. Estamos perdiendo un valor monetario muy importante cada vez que una persona formada trabaja y crea en el exterior. Pero al mismo tiempo es una oportunidad de relación y de adquisición de nuevos conocimientos.
—¿Los chamos venezolanos tienen estímulo para estudiar ciencias, así sea para emigrar?

— Rafael Reif, el venezolano que preside el Instituto de Tecnología de Massachusetts, recomendó al nuevo gobierno en Estados Unidos que estimule el estudio de las ciencias básicas. Él es ingeniero, su tema son las ciencias aplicadas. Pero él sostiene que debe estimularse la química, la física y la biología. Sobre ese fundamento se construyen todas esas aplicaciones para curar el cáncer o resolver el hambre. Uno puede contar con los dedos de una mano a los que están estudiando para ser profesores de física o matemáticas en el Pedagógico. Al no haber profesores, no hay estudiantes de bachillerato que logren interesarse por la ciencia porque no la conocen. Además ahora vemos un cambio de currículo en el que las materias científicas desaparecen, se aglutinan en una cosa que se llama área científica. Ya no hay química, física, biología. Se supone que el estudiante va a aprender realizando proyectos. Conceptualmente puede ser interesante. Realmente no tengo muchas objeciones de fondo a ese proyecto. Pero necesitarías profesores, gente que oriente, materiales, equipos, laboratorios. El propio gobierno pareciera que hiciera todo lo posible por desvalorizar la ciencia. Creo que es el único país del mundo en donde se desestimula la creación intelectual. Desde 2003 ya tenemos aproximadamente 13 años en los que no se registran patentes hechas en Venezuela. Se registran las que trae del exterior, por ejemplo, una empresa farmacéutica. Pero cuando un residente en Venezuela mete un invento en la oficina de patentes para proteger su propiedad intelectual, no se procesa.
—Claro, porque ahora el conocimiento es de todos.

—Cuando yo estaba de rector en la USB, me tocó hacer un convenio con Eduardo Samán, el señor que fue director de lo que ahora se llama Sundde, de la oficina de propiedad intelectual y también ministro de Comercio. Algo relacionado con metrología, estandarización de pesos y medidas. Mientras ajustábamos detalles del convenio, me comentó que iban a eliminar las patentes precisamente porque el conocimiento era de todos. Le hice una serie de preguntas que lamentablemente no tuvieron no han tenido respuestas después. ¿Cómo se estimula que la gente se dedique a la creación, si eso no va a rendir ningún retorno? ¿Por simple altruismo? Es una idea muy espiritual. Pero aparte del espíritu tenemos que alimentar otras cosas. A lo largo de estos 18 años nos hemos vuelto cada día más dependientes del Estado. Si el plan es hacer a las personas vasallas del Estado, la no protección a la propiedad intelectual va en ese sentido.
—Con la actual depauperación universitaria, ¿cuánto más se sostendrá la leyenda dorada del venezolano que sale bien preparado al exterior?

—Alarma escuchar que, en los actos de graduación, la mayoría de los estudiantes te dice: yo estoy buscando irme para el exterior, aquí no tengo oportunidades. Cuando uno vuelve a tener contacto con esas personas que hace dos, tres o cuatro años egresaron de la universidad, en la mayoría de los casos les va muy bien. Efectivamente las universidades venezolanas estamos preparando personas que en el nivel internacional tienen una alta competitividad, bien sea para ocupar un puesto laboral o seguir estudios de posgrado. Pero esa ventaja no tiene porqué permanecer por mucho tiempo si los profesores se siguen yendo, si el atraso tecnológico que estamos sufriendo en las universidades se perpetúa. En mi laboratorio de investigación yo me sorprendo porque nunca antes había tenido estudiantes tan brillantes. Lamentablemente nuestro capital profesoral es menor y eso significa más carga de trabajo para uno. Pero producen conocimiento de muy buena calidad. El talento de los jóvenes venezolanos no depende de ese atraso tecnológico y esa fuga de talento que estamos empezando a acumular. El reto que tenemos en las universidades es mantener ese entusiasmo, esa capacidad de los jóvenes de crear nuevos conocimientos, porque de eso es lo que se trata una universidad.
—¿Cuál es la composición química del venezolano actual?

—Políticamente estamos muy desorientados. Producto, posiblemente, del descreimiento de los partidos y de la política como forma de resolver problemas sociales. Hasta Carlos Andrés Pérez dejó de creer en el partido dentro del que había llegado al poder. Empezaron a surgir oportunistas. Hasta personas que llegaron a ser presidentes de Venezuela en una segunda oportunidad capitalizaron ese descontento y lograron conformar un chiripero, que llamaban. Esa antipolítica no ha cesado. Se ha venido más bien acrecentando. En este momento hay un descreimiento total del gobierno, pero tampoco tenemos una alternativa creíble. La MUD podrá estar cargada de buenas intenciones, pero no parece tener el poder real de conformar una unidad política lo suficientemente robusta como para orientar a la población. Químicamente no tenemos una composición definida. Somos una masa amorfa que busca orientación. Los filósofos griegos sostenían que la política era el arte por encima de todos los artes. El arte supremo. Cuando yo era estudiante y los leía pensaba: “Estos tipos están equivocados, la política es una cosa tan sucia”. Pero ahora sé que tenían toda la razón. La sociedad necesita orientaciones políticas, ideologías, utopías que perseguir. Somos un país sin utopías. Nos faltan ideologías creíbles. Yo recomiendo la lectura del Plan de la Patria, es un poema bellísimo. Nada de lo que dice es realizable. El último de sus postulados es salvar al planeta: ¡nosotros, los venezolanos, tenemos como misión salvar a la Tierra! A mí aquello me recuerda a la Albania de Enver Hoxha: un sistema totalitario que se basa en una obra de ficción. Los venezolanos estamos desesperadamente sedientos de ideas salvadoras, más que de líderes salvadores.
—Hemos aprendido a esperar al camión que trae la harina y calcular para cuántos va a alcanzar el pan. ¿Hay un know how aprovechable de la crisis?

—Vamos a sacar varias lecciones importantes. Detrás de cada cola hay un militar con un fusil, detrás de cada camión hay un documento que tiene que haber autorizado que ese camión se traslade. Vamos a aprender que la sociedad es tan compleja que no puede ser manejada de esa manera tan lineal. Ilia Pregogine, premio Nobel de Química en 1977, sostenía que la autoorganización es un elemento fundamental de los sistemas complejos. ¡Tenemos un sistema de gobierno que no reconoce la complejidad del sistema! Una de las lecciones que vamos a tener es que no podemos confiar a nadie nuestra propia organización. Tenemos que tener estructuras capaces de organizarse a sí mismas. Una sociedad que garantice su progreso gracias a su propio esfuerzo, su propio trabajo, su propio flujo de materia y energía. Y no los flujos que un militar decida. Esas dos horas en la cola del pan debería estarlas utilizando para producir, no para ser una víctima de esa organización lineal que el Estado pretende imponer. Nosotros hemos vuelto 200 años al pasado en organización social. La lección que vamos a tener es que más nunca vamos a confiar en charlatanes. Nosotros mismos somos los motores de nuestro progreso. Muchos piensan que nos vamos a recuperar en cuatro generaciones. ¡No vale! Pienso que no. Una vez que cambiemos el diseño político se generarán inmediatamente las condiciones económicas que nos obligarán a dar lo mejor de nosotros para conseguir nuestro propio sustento. Y en ese momento nos vamos a disparar como sociedad.

—La historia tampoco es lineal. La caída del Muro de Berlín se precipita luego de un anuncio de un burócrata mal informado. ¿El problema de Venezuela se puede resolver con alguna intervención del azar?
—Suelo ser un poco más determinista. El Muro de Berlín era difícil saber cuándo iba a caer, pero había ya un movimiento importante de todo ese bloque que la Unión Soviética sostenía a fuerza de petróleo, porque era una potencia petrolera, no industrial, algo que a veces se pasa por alto. En la URSS ya se habían dado cuenta de que el mundo estaba cambiando, de que el petróleo no iba a tener la importancia que había tenido a lo largo de todo el siglo XX. Nosotros todavía no nos hemos dado cuenta de eso, por cierto. Si bien soy optimista sobre el futuro de Venezuela, creo que el gobierno venezolano es muy fuerte. De cada 100 dólares que ingresan a Venezuela, 96 provienen de una industria que controla monolíticamente el gobierno a través de PDVSA. Otro elemento de poder son esos fusiles y armas largas que vemos por la calle: los militares. El régimen económico que tenemos en Venezuela en este momento está montado de tal forma que le da grandes favores a los jerarcas militares. No veo razones fundamentales para que los militares no estén con el gobierno, tienen mucho que perder si las vigentes estructuras de poder caen. Los medios de comunicación tradicionales están controlados en gran medida por el Estado. Sí, pueden surgir eventos inesperados que cambien las cosas. Pero como dicen los marxistas, no creo que haya condiciones objetivas para que ocurran. Podrán ocurrir en el futuro cercano si cambian las condiciones. Tenemos una población que en su gran mayoría quisiera cambios pero no encuentra manera reales de tumbar ese muro de Berlín. Con esto no quiero decir que el poder del gobierno sea absoluto, que va a estar ahí por siempre, todo lo contrario. Más temprano que tarde esas condiciones cambiarán. Pero en este momento lamentablemente no están dadas.

—¿Usted puede explicarnos cómo es la vida en esos raros países que viven sin petróleo?

—Mucho más valioso que el oro negro es la materia gris. Japón es una islita. No tiene recursos naturales. Suiza es un paisito con unas montañas muy bonitas al que la gente va a esquiar. Chile dependía de la exportación de cobre y nitratos, dos materiales cada vez menos importantes para la transmisión de información o la fertilización. Ha logrado desarrollar agricultura, pesca e industria vinícola con alta tecnología. El insumo que más valor agrega a la economía ya no es la energía. La innovación es lo que fue el petróleo a principios de siglo.

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