Venezuela

Así es como se gobierna en las cárceles de Venezuela

Un ex funcionario del Ministerio Público explicó a El Estímulo, bajo condición de anonimato, cómo funciona el gobierno autónomo o “pranato” en las cárceles del país, un reino de drogas, armas, prostitución, impuesto a la vida y a los procesos judiciales. Por encima prevalece un “todo poderoso” jefe criminal llamado "pran", quien encabeza el "carro" o "tren, la estructura de mando al interior de los presidios. Todo esto lo saben y lo toleran el régimen y los militares que ejercen el poder político y económico en Venezuela.

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masacre en cárcel presos
Foto: CRISTIAN HERNÁNDEZ | EFE

En el inframundo de una cárcel venezolana manda un solo hombre, por lo general, no hay autoridades compartidas. El llamado pran de una cárcel es el que establece las “leyes” a seguir por el resto de la población.

Muchos hasta tienen sus cementerios privados, como el que reconocieron públicamente las autoridades externas y denunciaron ONGs en la Penitenciaría General de Venezuela (PGV).

Protegidos por los muros carcelarios y por su maraña de intereses en el mundo exterior, los jefes criminales siguen controlando además sus bandas de sicarios, secuestradores, asaltantes, ladrones de vehículos y traficantes de drogas que operan en los territorios y poblaciones cercanas a los presidios, como denuncian habitantes de Tocuyito, San Juan  de los Morros, Villa de Cura, Cagua, Maracay, Guatire y San Francisco de Yare, por sólo mencionar algunas zonas de la región central del país.

Un ex fiscal del Ministerio Público que reserva su identidad por temor a represalias, explica que esta persona al ingresar al sistema penitenciario generalmente viene con un currículum de crímenes violentos, y mientras más sangriento es, más autoridad y respeto podrá conseguir.

En Revista Clímax: Franklin Masacre, torturas y masacres en la cárcel de San Juan de los Morros

Normalmente llega a ser el pran después de asesinar a quien, hasta ese momento, tenía el control del penal. No existen sucesiones. Es, quítate tú para ponerme yo, como comúnmente se dice, “a lo macho”.

El pran (para algunos especialistas el acrónimo significa «preso rematado -sentenciado más de una vez- asesino nato)  es el primer mandatario de la prisión. Sobre él, no manda nadie, al menos dentro de los muros del penal.

Está armado con el calibre de mayor potencia, fusiles, granadas, morteros, armas automáticas, etc. Las entradas de prostitutas y/o visitas a deshoras, también deben ser autorizadas por él. Controla el tráfico de armas y de drogas que salen o entra al recinto. Impone las reglas a seguir por todos. Dónde duermen, quién, cómo y dónde pueden comer.

Hasta para hacer un llamado “coliseo” ( duelo a navajas) hay que pedirle permiso al pran.

En el organigrama del pranato, debajo del pran o “líder negativo”, como quiere el eufemismo oficial, están sus más cercanos.

El ex funcionario público destaca que en realidad dentro de las cárceles nadie confía en nadie. Sin embargo, el pran se rodea de los llamados “luceros” también conocidos como “lugar tenientes”, quienes son el círculo de confianza, el anillo de seguridad de la máxima autoridad.

Se les puede considerar los emisarios, “los lleva y trae”. En algunas ocasiones, uno de los luceros con ascendencia en parte de la población penal, termina traicionando al pran para hacerse de ese lugar de “honor”.

Al respecto, el abogado y criminalista Luis Izquiel manifestó que entorno a este primer anillo de los pranes, existe ahora una figura llamada “consejeros”, que son personas tal vez con algún grado de instrucción que dan luces para tomar decisiones.

¿Por qué algunos quieren tener el “privilegio” de ser el pran de la cárcel?

El pran controla todo. El restaurant, la discoteca, los alimentos, las armas, las drogas, las celdas, y hasta el sexo. Recientemente, el país se enteró que hasta gerencian pseudo oficinas de entidades bancarias dentro de la cárcel, como en el caso del penal de Tocuyito.

En el recorrido del “carro o tren” (organigrama) del pranato, según el testimonio de quien fuera funcionario de la Fiscalía, después de los “luceros”, encontramos a los jefes de pabellón, que imparten las órdenes del pran en los galpones o pisos donde están las celdas.

Son los encargados de cobrar “la causa” y remitirla al jefe. Hacen los “trabajitos” (homicidios, palizas) si son requeridos.

“Los jefes de pabellón no matan a nadie sin permiso del pran. Si esto ocurre seguro habrá consecuencias para su vida”, aclaró el ex funcionario.

Según el criminalista Luis Izquiel, quien no paga “la causa” o “el obligadito” en la cárcel, es desterrado a los sitios más apartados y en condiciones más insalubres dentro del recinto, muchos son llevados a “las playas” (azoteas de los penales) y allí pasan días y noches, bajo el sol o la lluvia y comen las sobras, o son esclavizados.

Estos esclavos son el siguiente escalón del pranato. Se les llama “Brujas”, pues son los que tienen que limpiar o lavar, y no son apreciados por el pranato.

“Muchas veces, si estos llamados brujas no pagan la causa son mutilados, les cortan un dedo, una mano, un pie”, aseguró Luis Izquiel.

Dentro del pranato en todas las cárceles de Venezuela, están los evangélicos que también deben rendir cuenta al líder. Esta secta de religiosos que se agrupa en la prisión no está exenta de pagar esta especie de “impuesto a la vida”, la causa. Los líderes evangélicos tampoco pueden matar sin pedir permiso al pran. Muchos buscan cobijo en este sector para mantenerse con vida, por el respeto que generan.

En opinión del abogado Izquiel, el gobierno durante estos 18 años perdió el control de los centros penitenciarios del país.

“Cómo es posible que nos estemos enterando que en la PGV (Penintenciaría General de Venezuela) había un cementerio, es que acaso ahí no hacían un conteo diario para saber que interno estaba y quien no”, se pregunta Izquiel.

“Es tanta la depravación en el sistema penal, que el último líder de la PGV era una persona que no estaba ni procesada ni condenada, alías Franklin Masacre, ese señor estaba en libertad y se metió allí con anuencia de las bandas internas”, afirmó el abogado.

En el último escaño del organigrama de gobierno carcelario, está la población reclusa que paga su vacuna y pasa los días. Después están las autoridades puestas por el gobierno de afuera, que están «como un dibujo en la pared, en muchos casos siguiendo órdenes del pran”, aseguró el ex fiscal.

Relatos de vida y su cercanía con “La Planta”

Una joven nos relató su vivencia dentro de una cárcel venezolana, por supuesto quiso mantener su nombre en resguardo. Contó que su novio fue detenido y procesado por tráfico de drogas y su lugar de reclusión fue la antigua cárcel de Caracas con sede en El Paraíso, llamada La Planta.

Un día viernes ella fue a visitarlo y una vez dentro pagaron “la causa” para ella poder pernoctar dentro de la cárcel. Llegada la noche el lugar donde dormirían era una carpa apostada fuera de los pabellones. “Esa noche hubo una fiesta, música, bebidas, todo parecía ir tranquilo, hasta no parecía la cárcel”, acotó la joven.

Luego de beber algunas cervezas que ella compró dentro de La Planta, para los dos, inclusive después de bailar con su novio, se dirigían a la carpa donde pasarían la noche. El jefe de uno de los pabellones se le acercó al muchacho y le dio un mensaje del pran: “Sí tu jeva no está conmigo esta noche, eres hombre muerto”.

Una vez en la carpa, el muchacho le comentó a su novia la situación. “Yo le pregunté, ¿qué hacemos? ¿Si no voy te matan? A lo que el muchacho contestó: «Ésa es la ley aquí».

La muchacha manifestó que la llevaron a una de las habitaciones del pran, en la parte alta de uno de los edificios de La Planta, donde se quitó la ropa y tuvo relaciones sexuales con el líder de la prisión. Sin embargo, como ella no quiso amanecer con el jefe mayor, la semana siguiente su pareja fue asesinada dentro del recinto penitenciario caraqueño. Hoy la mujer tiene un niño de 8 años de edad, hijo del joven asesinado.

La Planta fue cerrada y demolida en 2012.

La Penitenciaría General de Venezuela (PGV) fue intervenida desde finales de 2016 y sus líderes distribuidos por varias otras cárceles del país. Pero la violencia no disminuyó, 173 reclusos perdieron la vida en las prisiones de Venezuela solamente en 2016.

El hacinamiento se situó en un promedio de 153%. Relatos como el anterior son innumerables, mientras el dolor de las familias continúa y el gobierno de afuera permanece inerte y sin reaccionar ante esta realidad, según denuncian activistas de los derechos.

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