Vivir en dictadura sin saberlo
La vida sigue. Entre marcha y contramarcha los ciudadanos no detienen su rutina: van al trabajo, usan el Metro y ante todo siguen haciendo colas —que las reconocen como un mecanismo de distracción. Es que no se fían del accionar del Gobierno. Se saben parte del letargo, pero se justifican con el hambre. Pese a la molestia, el caraqueño no habla de dictaduras ni de golpes de Estado. Cree que para que esto ocurra debe estar de por medio la bota militar