Venezuela

¿Cuál es la verdad de los militares?

El mejor filósofo de la contemporaneidad latinoamericana fue Mario Moreno, Cantinflas. Recientemente me recordaba Federico Pacanins una de sus máximas: “quien diga que entiende algo de esto, es porque no está bien informado”.

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Foto: Ricardo Herdenez | Archivo

Yo confieso humildemente que no entiendo nada. Alguien comentó en Twitter que aquí uno se acuesta a dormir y cuando se levanta, parece que hubieran pasado cien años. Ledezma es trasladado a Ramo Verde, Ledezma es devuelto a su casa. Leopoldo es trasladado a Ramo Verde, Leopoldo es devuelto a su casa. Todo, por supuesto, entre gallos y medianoche como suele hacer las cosas el régimen. Y encima, no ha acabado uno de dormirse cuando suena el teléfono: “¿qué sabes de un levantamiento militar?”…
El militar es un mundo del que quiero mantenerme lo más lejos posible. No me gusta su estructura de mando vertical, donde hay que obedecer “porque sí” órdenes absurdas y humillantes. Jamás hubiera sido militar, aunque entiendo la necesidad de que haya ejércitos en el mundo. En Venezuela estos últimos cuatro lustros lo que han demostrado es que no necesitamos militares. Atrás quedaron los años de gloria de nuestro cuerpo castrense.
Cuando Chávez dio el golpe de estado en febrero de 1992, mucha gente lo aplaudió. Decían que se veía decente, auténtico, buena gente. Ese carnaval, infinidad de niños se disfrazaron con su uniforme de comandante de la brigada de paracaidistas. Lo convirtieron en el héroe por antonomasia, tanto, que seis años después lo eligieron presidente de la república. Creo que la mayoría votó por la reminiscencia de Pérez Jiménez, “cuando quienes no se metían con el régimen vivían muy bien”. ¿No escuchamos ad nauseam que aquí lo que hace falta es un militar que ponga orden? ¿Y es que acaso un civil no puede poner orden? Recuerdo un amigo mío –cubano de origen, para más señas- que me dijo: “estoy con Chávez porque no puede ser peor que Caldera”. Yo le respondí que no sabía lo que estaba diciendo. El resultado es que él vive desde hace años fuera de Venezuela y yo aún estoy aquí, tratando de construir civilidad.
Cuando sabemos poco o nada del levantamiento de los militares, tengo más inquietudes y preguntas que respuestas. La jugada del régimen con las elecciones regionales y la destitución de la Fiscal –que logró su efecto de bajar los ánimos- se neutralizó con la noticia del alzamiento. De inmediato, los mensajes se centuplicaron. “Estos son los militares institucionales”. Perdonen la suspicacia, pero si los militares son los garantes de que se cumpla la Constitución y ésta ha sido violada constante y consistentemente desde que se aprobó, ¿quién nos garantiza que estos que hoy se robaron el parque de armas del Fuerte Paramacay sean “institucionales”? ¿Por qué no se pronunciaron antes y sí lo hacen ahora?… Si los miembros del Ejército tradicionalmente han despreciado a los de la Guardia Nacional, ¿cómo es que el jefe de la asonada es un guardia nacional?… Otros mensajes rezaban “hay que apoyarlos, no hay que dejarlos solos, ya tienen las armas”. Así, sin más. ¿Es que no hemos aprendido la lección de que más nunca debemos darle a NADIE un cheque en blanco?… También me desconcierta que estén anunciando lo que van a hacer por las redes sociales.
Éste es un régimen militarista, narcotraficante, terrorista y forajido. Tenemos todas las razones del mundo para querer salir de él y tratar de salir de él. Pero estos tiempos han debido enseñarnos que el fondo no tiene fondo y que siempre podemos estar peor. Si los militares alzados van a restituir la democracia y a hacer cumplir la Constitución, bienvenidos. Ojalá que lo hagan por el bien del país, no por afanes de poder y que luego regresen a sus cuarteles. No me gustó el discurso anticivilista de uno de ellos en uno de los videos que vi. Wolfgang Larrazábal, quien entregó el poder a los civiles, fue una rara avis dentro de una casta que ha demostrado, no sólo en Venezuela sino en América Latina, tener una sed de poder infinita. Si los militares fueran la solución, Venezuela debería ser el mejor país del mundo: desde que somos república -187 años- menos de 43 años hemos tenido gobiernos civiles. Y hoy, en el epítome de los gobiernos militares, estamos en la cola del mundo.
En fin, siento que tengo razones para sospechar, para no confiar y para no dar cheques en blanco. Los hechos nos dirán cuál es la verdad de estos militares…]]>

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