Cuando se mira el accionar político reciente que se caracteriza por falta de vocería, incapacidad para proyectar una hoja de ruta, así como idas y vueltas en torno a cómo organizarse, los liderazgos opositores parecen cumplir con lo recomendado por González, en el sentido de esperar que el régimen se caiga por su propio peso, pero haciendo caso omiso a la otra parte de la premisa: permanecer unidos en esta hora crítica.
La declaración de González se produjo el 6 de mayo y fue reseñada por diversos medios de comunicación y agencias de noticias. El ex presidente español goza de una estima y respeto dentro y fuera de España, cosa que yo comparto plenamente. Felipe González, siendo muy joven, fue un artífice de la transición española hacia la democracia.
Con el paso de los años, entretanto, y en momentos en que la corrupción empaña a todos los actores políticos españoles de primera fila, tanto de derecha como de izquierda, sobre González no pueden lanzarse señalamientos de mal manejo cuando ocupó, además largamente (entre 1982 y 1996), la presidencia del gobierno español.
La vinculación de González con Venezuela, por otro lado, es de larga data. La Venezuela gobernada por Carlos Andrés Pérez, en su primer período en los años ´70 del siglo pasado, le abrió las puertas. La memoria fotográfica muestra a aquel mozalbete, que aspiraba a dirigir los destinos de España, siendo recibido por quien en ese momento era un actor de peso en la escena internacional, apalancado por la bonanza petrolera sin par que se registró en aquella época.
Éste no es un artículo sobre Felipe González, pero conviene detallar quién le dio el consejo a la oposición venezolana. Ni es un recién llegado a la política, ni es un extraño a Venezuela.
Tener como estrategia esperar que el otro termine de desmoronarse, por otro lado, no me parece la mejor decisión, pero asumamos que puede ser una opción para los liderazgos en Venezuela, hoy devenidos en archipiélagos.
La suma de egos personales, falta de prioridades y desarticulación de los propios partidos, junto a la política oficial de “cubanizar” a la oposición, arrojan como resultado hoy una fragmentación que sólo termina favoreciendo al régimen de Maduro. Eso explica que siendo el presidente más impopular y teniendo una fuerte presión internacional, Maduro siga estando en el poder sin hacer concesiones importantes, con lo cual prosigue con su política de destrucción nacional.
Que la oposición democrática, por la vía de los hechos (con su inacción y silencios) termine siendo un espectador del cambio de régimen me parece de por sí grave. Pero termina siendo peor que tampoco tenga un plan concertado y consensuado para el día después. Si se espera una implosión dentro del chavismo, qué le dice esa oposición (o en realidad oposiciones) a los venezolanos sobre las prioridades y acciones que deben tomarse para el día después, siguiendo con lo dicho por González, a que el chavismo se caiga solo.
En la década de los años 80 el cantante venezolano José Luis Rodríguez logró éxitos que le llevaron a su internacionalización. Uno de aquellos temas musicales fue la canción “Agárrense de las manos”.
“Agárrense de las manos, unos a otros conmigo, agárrense de las manos, si ya encontraron su amigo, juntos podemos llegar, donde jamás hemos ido”. Así dice parte de la letra de esta canción, la cual por cierto fue usada por la campaña electoral de Sebastián Piñera en Chile el año pasado.
Si los liderazgos de oposición siguieran YA al pie de la letra tanto la canción de El Puma, como el consejo de González, tendríamos al menos algo. Pero sencillamente en este momento sigue prevaleciendo la nada. No hay una acción común, ni siquiera para esperar la caída de Maduro.