Ha contribuido en mucho a la buena salud del infundio el hecho de que no lo dijo, pero lo hizo. Chávez no se ahorró ningún esfuerzo en su determinación de destruir a Acción Democrática y al resto de los partidos políticos en Venezuela. Pero, paradójicamente, de tantas amenazas proferidas por el golpista del 92, la que no hizo es la que con mayor credibilidad se le atribuye.
El 12 de octubre de 1998, el periodista Alfredo Peña recibió al entonces candidato Hugo Chávez Frías en su programa de entrevistas en Venevisión. Un mes antes, en septiembre, el abanderado del Polo Patriótico contaba, según Datanálisis, con 41,6% de las preferencias del electorado. Ya para octubre había subido tres puntos y llegaba a 44,8%, y para noviembre, después de las elecciones regionales, subiría a 49,6%.
En medio de la conversación, Chávez dijo que ese mismo día había hecho una denuncia en el Consejo Nacional Electoral, “para que, como dice la Biblia, el que tenga ojos vea y el que tenga oídos que oiga”.
Entonces se extendió explicando que, como parte de una guerra sucia sin control”, sus contendores habían contratado al actor Gonzalo Cuberos para que imitara su voz diciendo, precisamente, esas frases. Como prueba de su acusación, Chávez llevó –y Alfredo Peña, que lo apelaba como “comandante”, se apresuró a ponerlo al aire- un video donde aparecía Cuberos diciendo que Chelique Sarabia lo había “contactado” para que se presentara en el estudio el miércoles 24 de septiembre para grabar las frases ya citadas.
Concluido el video, que había sido presentado en la rueda de prensa ofrecida por Chávez antes de ir a Venevisión a hacer el programa con Peña, Chávez dijo que le había entregado la grabación al doctor Edmundo Chirinos, quien la estaba analizando; y agregó que había solicitado al Consejo Nacional Electoral que suspendiera la transmisión de una cuña que aludía a esas frases, e incluía la voz del imitador pronunciándolas. Era una pieza publicitaria donde se estrujaba una boina roja y aparecían unas mujeres de caracterización popular diciendo, ante un caldero donde reverberaba el aceite, que si iban a freír a los adecos, entonces tendrían que freír a todos los venezolanos… La cuña fue suspendida.
En ensayo publicado en la revista Nueva Sociedad, marzo-abril de 1999, los investigadores Luis E. Lander y Margarita López Maya dicen: “A lo largo de la campaña, generalmente aprovechando algún desliz discursivo, Chávez fue estigmatizado como autoritario, fascista, antidemocrático, propiciador de la violencia, con una personalidad que de ganar no titubearía en barrer con las instituciones y desatar un clima de terror que llevaría a una guerra civil”. Y unos párrafos más adelante, dan por cierta “Su alusión en un mitin popular de que ‘barrería a Acción Democrática de la faz de la tierra’ o que en el caso de triunfar la cabeza de los adecos y copeyanos serían ‘fritas’”.
Al momento de circular esta publicación la trola tenía apenas un semestre de vida, pero era toda una campeona.
–El punto está –presionó Alfredo Peña- ¿usted dijo eso o no lo dijo?
–No lo dije –aseguró Chávez-. Si yo hubiera dicho que iba a freír las cabezas de los adecos en aceite, no tendrían ellos necesidad de hacer esta operación fraudulenta, de engañar a un hombre, a un joven venezolano, y grabar una voz que es la que aparece en la cuña.
Peña, entonces, ripostó que José Vicente Rangel había escrito en El Universal del 13 de septiembre, que Chávez había dicho, en un mitin: “La mala plaga adeca no quedará rastro en Venezuela, ya que la vamos a desaparecer junto a los copeyanos y convergentes”. Al concluir la cita, Peña le preguntó como sería esa desaparición, “¿con la horca, el fusilamiento, el sartén?”.
Provocado, Chávez se lanzó a una de sus peroratas (“yo no ando amenazando a nadie, yo ando llamando al reencuentro, a la paz, a la reconstrucción, la economía humanista, cancelar la deuda social…”), pero no negó la paternidad de “la mala plaga adeca”. Adujo, eso sí, que era una metáfora para referirse a un modelo político, no a la gente. “Cualquiera que estudie literatura de segundo año de bachillerato conseguirá lo que es una metáfora”.
En el Aló Presidente Nº 137, del 2 de febrero de 2003, Chávez volvió sobre el asunto. Para ese momento no recordaba el nombre del actor que imitaba su voz, pero insistió en negar que la admonición de la fritura fuera suya. Esa vez habló mucho sobre la cuestión, pero como sin énfasis. Era como si pasados los años se hubiera acostumbrado a aquella arenga y ya no le molestara. Como si ya no le resultara del todo extraña, era como una foto de un primo en la que uno termina reconociéndose.
Quizá por eso, entre tantas fórmulas de intimidación, tantas mentiras y toda esa maraña retórica, una de las consignas mejor amarradas a la figura de Chávez es aquella que otros le atribuyeron. Más que cualquiera de las miles que él acuñó en su larga comparecencia ante los micrófonos. @MilagrosSocorro