“Llueve, truene o relampaguee”. Esa ha sido una de las expresiones más usadas por Nicolás Maduro ante situaciones extremas y polarizantes. “Llueve, truene o relampaguee” iba la Constituyente… Y fue.
“Llueve, truene o relampaguee”, iban las elecciones del 20 de mayo… Y fueron.
«Llueve, truene o relampaguee me voy a juramentar”… Y efectivamente, así fue. Nicolás Maduro se colgó por segunda vez la banda presidencial, no la misma que Hugo Chávez como dijo, pero sí, se la colgó así como se colgó el rechazo de más de 50 países, la Asamblea Nacional y una parte importante de la oposición. Aún así, eso parece no importarle mucho.
Juró en la sede del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), ante un Maikel Moreno, presidente del Máximo Tribunal, titubeante y nervioso que tuvo que hacer una pausa porque se le “olvidó” el discurso.
Juró por Chávez, aunque lo desplazo hasta el sexto lugar en su discurso. Juró en medio de recordatorios del porqué lo hacía en ese recinto y no ante la Asamblea Nacional como dicta la Constitución.
Y juró “solo” ante cinco Jefes de Estado.
Bajo fuertes medidas de seguridad, cientos de personas se concentraron en los alrededores del TSJ para apoyar a Nicolás Maduro. Al menos tres tarimas a lo largo de la Avenida Baralt, recibían a las personas que lograban pasar los puntos de control.
Marina Alvarado fue una de ellas. Asegura que Maduro la “ha ayudado” con bonos para poder comprar comida aunque reconoce que la situación del país “no es buena”. Trabaja en una institución del Estado y llegó, junto a otros compañeros, a las 5:00am en un autobús que habilitó la institución en la que trabaja. Allí le dieron una camisa roja y una banderita para “recibir” a los invitados y claro, a Maduro.
Desde las tarimas se daban instrucciones. “Prohibido cruzarse en la calle, camaradas”, decía un hombre desde una de ellas y anunciaba que había que portarse “bien” y hacer caso porque podía haber una “sorpresa”. Se refería a que alguno de los invitados pudiese acercarse a una de esas tarimas, cosa que no ocurrió.
Solo un pequeño grupo además fue “seleccionado” para estar cerca de la puerta del TSJ para aplaudir la llegada de ministros, invitados especiales y constituyentes que llegaban en unidades Yuton.
Otro grupo, aún más privilegiado, tuvo acceso a los balcones del TSJ. Un acceso que no tuvo ni siquiera la prensa que fue confinada a un salón del TSJ y que por cierto no hubo tanta presencia tratándose de un acto de esta naturaleza. Desde allí, y luego de ser reforzados con franelas y banderas, gritaban consignas y aplaudían en medio de la orquesta y el grupo de niños que fueron situados en el camino tanto de los invitados como de Maduro.
Marina como los cientos de asistentes se quedaron con las ganas de ver a Maduro. A pesar de todas las medidas de seguridad, el anuncio de su llegada vino con la caballería de la Academia Militar y siete vehículos con vidrios oscuros. Nunca se bajó. Nunca saludó y mucho menos compartió con “el pueblo”.
Su llegada vino acompañada además de la activación de inhibidores de señal, lo cual es habitual ya a raíz de lo ocurrido el pasado 4 de agosto.
“Con Nico al frente yo soy presidente”, fue la consigna con la que sus seguidores lo recibieron dentro del Máximo Tribunal mientras la orquesta tocaba “Venezuela”.
Un vacío se apoderó de la cadena nacional mientras Maduro ingresaba a una sala contigua a la espera de que lo buscara una comisión especial para iniciar los actos.
Un discurso que arrancó con el “me gradué” de Maduro una vez culminó la juramentación y la firma del acta por parte de Maikel Moreno, Diosdado Cabello, Tibisay Lucena y Tarek William Saab.
De allí, se trasladó hasta la Academia Militar, algo que no es usual en este tipo de actos.
Su salida del TSJ, como era de esperarse, también se dio bajo fuertes medidas de seguridad.]]>