¿Y yo qué puedo hacer?
(Para Myriam Velasco Arévalo)
Todos los días me encuentro con muchas personas. Como me gusta la gente y me gusta conversar, entablo cordiales y francos diálogos que me enriquecen: siempre aprendo algo nuevo. Todos tienen algo que decir, todos tienen algo que enseñar. «Educar» viene de la palabra latina «ducere» que significa «guiar o conducir».
El progreso de un pueblo es directamente proporcional a la calidad de su educación. Por eso, no es que la educación sea una prioridad, sino que la educación es LA prioridad, como decía ese visionario que fue Luis Alberto Machado.
Dedico este artículo a mi querida Myriam Velasco Arévalo, una de las personas que me enseñó todo lo que -en potencia- puedo hacer. La conocí cuando yo tenía cinco años, cuando nos dio clases de inglés en el colegio. Ella era una pavita que apenas empezaba la universidad. A lo largo de nuestra escolaridad Myriam siempre estuvo presente, pues además de inglés nos dio francés y luego Historia de Venezuela. Demás está decir que fue madrina de nuestra promoción de bachilleres, ocasión cuando dio uno de los discursos más emotivos que he escuchado en mi vida.
Myriam sufrió un accidente cerebro vascular hace un par de meses. Tiene las dificultades motrices derivadas de esa condición, pero su cabeza está intacta. Cada vez que la visito me repite que lo mejor que ha hecho en su vida es haber estudiado educación y habernos dado clase. ¡Qué hermosa la labor del maestro que es maestro por vocación y por convicción, como ella!
Esos son los maestros que nos enseñan, además de las materias propias de la academia, cómo vivir, cómo surgir, cómo luchar, cómo ayudar…
Por eso cuando me preguntan “¿y yo qué puedo hacer?”, respondo que todos podemos hacer algo. Empezando por hacer lo mejor posible nuestro trabajo, nuestros estudios o nuestra ocupación. Sólo haciendo eso, haríamos de éste un mucho mejor país. Podemos dejar de esperar que otros resuelvan nuestros problemas y empezar a resolverlos nosotros mismos. Pienso en los ejemplos que tenemos alrededor de personas que han surgido en la vida, impelidas sólo por la fuerza de su voluntad.
Pienso en Rosa Parks, la joven estadounidense de raza negra que desafió el establishment al negarse a darle su puesto en el autobús en el que viajaba a un hombre blanco. Fue encarcelada, pero su valiente actitud fue la chispa que motorizó el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos.
Pienso en el “hombre de Tiananmen”, de quien nunca se supo el nombre, que en 1989 tuvo el coraje de plantarse frente a los tanques de guerra del gobierno chino que venían a reprimir las protestas.
Pienso en Malala Yousazai, quien a los 15 años recibió un disparo en su rostro cuando viajaba en un autobús al norte de Pakistán, donde el talibán no permitía que las mujeres tuvieran educación y ella era una ferviente activista por los derechos de las mujeres. Ha sido la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz.
Pero para pensar en héroes de todos los días no tengo que salir de las fronteras de Venezuela. Pienso en las mujeres de las clases más desposeídas que hacen lo posible y lo imposible porque sus hijitos coman y reciban educación. En los activistas de las organizaciones no gubernamentales que trabajan para aportar la ayuda humanitaria que el régimen de Nicolás Maduro ha negado tantas veces. Pienso en los jóvenes que han aportado desde su energía hasta sus vidas por la democracia y la libertad. Pienso en los empresarios que han sorteado toda clase de atropellos y abusos para seguir produciendo, trabajando y dando trabajo. Pienso en los maestros como Myriam que no han dejado de dar clases y que sienten que lo mejor que han hecho en su vida es haber estudiado educación.
¿Me preguntas qué puedes hacer?… Puedes hacer mucho. Las grandes cosas las han hecho personas como tú, que han creído en sí mismas y no se han sentado a esperar que otros lo hagan por ellas.
Escribo este artículo el día antes del 23 de enero de 2019. Puedes empezar mañana a hacer lo que tienes que hacer…]]>