Este muchacho transmutado hoy en presidente interino carga sobre sus espaldas las esperanzas de un país, que lo ve como el arcángel San Miguel exterminador de demonios, capaz de hacer justicia ante un régimen criminal que ha tornado en vulnerable a un país de más de 30 millones de habitantes, quienes vivíamos en dificultades antes de 1999, pero jamás en la condición de parias que padecemos hoy.
Ser venezolano hoy es un reto y una prueba de sicosis colectiva, a cada momento que vemos vídeos, audios, testimonios gráficos de miles de venezolanos viviendo en la inopia, en la indefensión absoluta tanto acá, como en las tierras extrañas donde se ha marchado la diáspora, le parte el corazón al más rudo, son lágrimas y sentimientos encontrados que arrugan el alma del mas pintao.
En verdad los venezolanos no teníamos tradición emigrante en nuestra historia, desde nuestra existencia como nación dos siglos atrás, siempre fuimos una tierra divina, atractiva a las gentes atribuladas que sufrieron desde el siglo XIX y XX, persecuciones, guerras civiles, atroces dictaduras, guerras mundiales, en todos los continentes. Tan solo con ver los rostros de nuestro gentilicio, vemos como nuestra raza se mezcló generosa e infinitamente entre criollos y extranjeros, sin prejuicios ni miramientos de color, como ninguna nación de este continente. Eso es lo que nos ha dado el don de gente abierta, espontánea, amistosa, inigualable e ingeniosa, al momento de vivir en sociedad aquí y en todas partes. Aún cuando siempre hay malosos, éstos son una exigua minoría.
Luego de 20 años de tribulaciones este aire fresco expresado en la personalidad de Juan Guaidó, no contaminado con las mañas de figurones políticos del pasado, y con una actitud vernácula de enfrentar la tiranía, al demostrarlo el 23 de enero cuando su juramento ante toda la población como presidente interino, abrió las puertas del fin de régimen, y comienzan a lanzar ciruelazos sin contemplación alguna, relacionados con que no tiene estatura internacional, cuestionando los nombres de los embajadores recién designados, que es un apéndice de la administración Trump. Nimiedades frente a la gran tarea nacional de desalojar del poder a los usurpadores de la nación venezolana.
En esa dirección no hay que dejarlo solo, como se la ha jugado suficientemente la comunidad internacional, al colocar más de 12 embajadores en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía para protegerlo ante los esbirros del tirano, y por otro lado las inmensas manifestaciones populares que el lunes de carnaval han estremecido de nuevo la geografía nacional en reconocimiento a la valentía del guaireño y a la oportunidad de reconquistar la democracia.
Ello no plantea que el mandado está hecho. Debemos lograr la más amplia unidad nacional hasta salir de la dictadura madurista, y luego tendremos el tiempo suficiente para debatir y cruzar opiniones en un país en democracia, sobre cuáles son las vías para restablecer las instituciones políticas en ruinas, reconstruir la economía y sentar las bases de la vida digna, y sobre todo el regreso de la diáspora, los exilados y de nuestra identidad como nación.