Crónica

La nueva Asamblea Nacional: sabor agridulce para la democracia

Como resaltó la histórica diputada suplente Tamara Adrián, por primera vez en la alborada de 2016, el cielo de Caracas lucía el azul intenso digno de enero. En el capitolio decimonónico y sus alrededores, sin embargo, la bomba de la violencia latente pareció lejos de desactivarse durante la instalación de la nueva Asamblea

Fotografía de portada: EFE | Fotografías: Andrea Hernández
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Freddy Guevara y los otros diputados jóvenes del partido Voluntad Popular se uniformaron de liquilique para homenajear a Leopoldo López -quien ha usado el traje formal criollo en el matrimonio y otros momentos Kodak- y al topárselos Lilian Tintori, la esposa del prisionero de conciencia, les cantó un “Me voy enamorando”, el súper hit de 2015 del dúo Chino y Nacho. “No hay ni café”, se encogía apenada de hombros la funcionaria de protocolo de la Asamblea Nacional en un pequeño salón junto al Hemiciclo en el que apenas se servía agua cuando más rugía el hambre de la 1:00 pm, reflejo del estado de las estanterías del país en el comienzo de 2016.

Delsa Solórzano, en tacones dorados y traje de taller beige, optaba a imponerse en la votación informal del Fashion Police parlamentario, mientras susurraba a un compañero de Un Nuevo Tiempo que, en su opinión como abogada, serán necesarias unos cuantos remiendos formales a la redacción de la proyectada Ley de Amnistía de presos como López, que la oposición asoma como una de sus primeras iniciativas.

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Sí, hubo anécdotas para contar el martes 5 de enero en el vetusto capitolio federal de Antonio Guzmán Blanco y sus alrededores. Pero se asiste a un acto de instalación de una nueva Asamblea Nacional -por primera vez desde la Constitución de 1999, dominada por la oposición-, antes que nada, para presenciar los pequeños milagros invisibles a las cámaras: las conversaciones entre adversarios acérrimos, quizás con suerte hasta algún apretón de manos de dos titanes del ring. Pero no quedó un buen sabor para la democracia en el centro de Caracas. No se respetaron las normas del buen oyente, ni decir las de la tolerancia política.

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Los oradores Héctor Rodríguez y Américo de Grazia enardecieron a las barrabravas de las trincheras enfrentadas con los recordatorios de todas las máculas del puntofijismo y de los pasaportes diplomáticos de los capturados sobrinos de la primera dama y también diputada Cilia Flores, respectivamente. De uno y otro bando, sin embargo, quedó pendiente un discurso verdaderamente de altura, una frase realmente memorable, dirigida a la audiencia de un país entero que pasa por una de las crisis económicas, alimentarias y humanitarias más brutales de su historia republicana. La violencia, no necesariamente física -aunque esa también estuvo bien cerca, dentro y fuera del salón de sesiones-, siempre estuvo a un paso de distancia en la renovación del Poder Legislativo. Bochinche, bochinche. Para muestra, un cartel que se leía a las 9:30 am entre los menguados grupúsculos radicales en una esquina irónicamente llamada Monjas: “La Asamblea se convirtió en nido de ratas opositoras. Hay que exterminarlas”.

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El oficialismo -54 diputados contra 109 de la oposición, a la espera de que se resuelva el limbo generado con los cuatro de Amazonas luego del amparo exprés del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) contra su proclamación un día antes de la Nochevieja de 2015- llegó en bloque a las 11:11 am, cantando la consigna “La patria no se vende”, sin aparentes fisuras para ser cordial; eso sí, el ex ministro de transporte Haiman El Troudi, quizás el mejor trajeado de todos y una rara avis por su lenguaje poco confrontador, andaba de bajo perfil y un paso más atrás que los demás, quizás para marcar cierta distancia de estilos.

El denominado “protector del estado Miranda”, Elías Jaua, tuvo un martes de salidas particularmente agresivas hacia la prensa independiente, que por primera vez en cinco años tenía acceso libre al palacio. El grupo de los 54 también abandonó el hemiciclo en bloque de manera abrupta, en protesta contra la intervención del jefe de la bancada opositora, Julio Borges, que según los alegatos de la letra pequeña, no correspondía a una sesión meramente de instalación. Espectáculo bochornoso, para vergüenza -o quien sabe si deleite- del Nuncio apostólico y embajadores invitados. Nadie atendía a las palabras de Borges ni por elemental cortesía. Conatos de irse a la manos, bululú de diputados cerca del presidio, gritos ahogados al micrófono una y otra vez de “¡Estás violando el reglamento de debates, Julio!”.

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El primer round

“Se acabó el primer round”, soltó significativamente el ex líder estudiantil Héctor Rodríguez ya en los jardines, cuando Diosdado Cabello había liderado intempestivamente a la tropa de corbatas rojas fuera del hemiciclo. En ese momento, cerca del pesebre oficial a escala natural del Capitolio, también casi se fueron a las manos acompañantes de ambos bandos, incluidos algunos periodistas de medios privados y públicos, que habían tomado partido abiertamente con consignas, aplausos y pitos en la antigua cámara de senadores, ahora dispuesta como salón de prensa.

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Entre los “asomados” el rostro más célebre era el de la actriz Amanda Gutiérrez, protagonista de telenovelas como La dueña (1984) y ahora, en ausencia de producciones dramáticas en el otrora país de Cristal, una de las artistas más identificadas con la oposición. Para los que les quede alguna duda, por cierto, Ricardo Sánchez, una de las figuras cruciales en la revuelta universitaria contra el cierre del canal RCTV en 2007 y ahora degradado a cuarto suplente de El Troudi, se cuadró como incondicional del chavismo e hizo barra en el hemiciclo junto al actor y exdiputado Pedro Lander.

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“Héctor no es así, él nunca ha sido una persona violenta, lo que pasa es que Henry Ramos Allup saca de quicio a cualquiera con esa serenidad que tiene para ponerle un parao a los oficialistas”, trataba de explicar Freddy Guevara la conducta del enardecido Rodríguez. El nuevo presidente de la Asamblea Nacional y resurrección del espíritu de la romería blanca fue el hombre de portada del 5 de enero, y hasta de manera involuntaria: para recibir a los diputados opositores en la mañana, en toda la entrada del palacio, como cosa casi de rutina y en las narices de los custodios militares, se instaló una camioneta oficial de la emisora radial FM de la Asamblea con altavoces en la que se repetía infernalmente a todo volumen, una y otra vez, el hip hop de Ramos Allup: música bailable de changa con samplers de la voz del adeco, en especial las frases “traquitraque” y “no me vas a provocar”. Quizás, en el fondo, una muestra resignada de cierto cariño.

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Novias de pueblo emplumadas

Los tres diputados opositores del exótico estado Amazonas desproclamados por el TSJ quedaron como ánimas en pena en las afueras del hemiciclo, con sus tocados distintivos de plumas, sin acceso a la sesión de instalación. Eran las novias de pueblo del 5 de enero, y ni siquiera la bancada de oposición protestó demasiado su exclusión, que decretó el encargado de chequear las credenciales, el siempre pintoresco Pedro Carreño. Los empleados del Palacio Legislativo afectos al oficialismo y más beligerantes -también los hay de oposición, y cada vez menos escondidos- se mofaban de sus atuendos originarios: “¡Ustedes sólo existen gracias a Chávez!”. Uno de ellos, Romel Guzamana, sacaba cuentas cuando se le consultaba cómo era posible que una presunta grabación de audio sobre compra de votos tuviera mayor peso en el TSJ que el sistema electoral más invulnerable del planeta: “Imagínate, si le hubiéramos pagado 5.000 bolívares a cada uno de 121.000 electores, eso triplica el presupuesto de cuatro alcaldías de allá”.

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La diputada opositora Tamara Adrián, transexual, abogada y militante por los derechos del colectivo LGBT, era una de las más entrevistadas por los medios internacionales, a pesar de que no tuvo acceso al hemiciclo por su condición de suplente. También fue una de las triunfadoras simbólicas de una jornada que, destacó ella, por primera vez lució un azul intenso digno de enero en el cielo de Caracas luego de un calinoso inicio de 2016, pero que, reconoció, le dejó un regusto desagradable: “Fue una fiesta democrática en un día muy radiante y diáfano, como si las nubes se hubieran disipado luego del 6 de diciembre. Me deja alegría pero también un sinsabor. Festejamos el triunfo del voto, pero los que se decían demócratas han demostrado poca disposición al juego de las mayorías y las minorías. Estoy segura de que el debate de altura va a llegar, va a suceder en algún momento. Los diputados de la Mesa de la Unidad (MUD) tenemos el compromiso de elevar el nivel. En este país todos tenemos que empezar a respetarnos. En el planeta no hay dos personas iguales, cada quien tiene derecho a una ideología, confesión, preferencia sexual, filosofía de vida, y cada una es totalmente respetables. En esa diversidad está la grandeza”. Precisamente para 2016 está previsto el estreno de una película que lleva su nombre, Tamara, protagonizada por el actor Luis Fernández: “No es mi historia, sino una ficción basada en mi vida. No importa, igual es un ejercicio de activismo. ¿Que si le cambiaron el final a la película luego del resultado del 6-D? ¡No, pero fíjate que ahora el final cobra mucho más sentido!”, deslizó.

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Probablemente no habrá final feliz en la conflictiva, desabastecida y muy probablemente sedienta película de la Venezuela de 2016. Una sola escena de altura, de rectificación, de democracia como ejercicio cotidiano y no mero acto electoral, pudiera bastar para salvar la función.

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