Saqueos y militarización en la penumbra del Zulia

La oscuridad tiene la facultad de encender la indignación. Sí. Parece una ironía, un juego de palabras sardónico de antagonismos, pero en las tinieblas es posible un chispazo, una llama virulenta, un fuego enfermizo y contagioso. Maracaibo, en sus últimas horas, es testigo de ello.

La capital del estado Zulia vivió entre lunes 25 y martes 26 de abril sus noches más oscuras en años. La indignación colectiva que inició la madrugada del lunes por interrupciones del servicio eléctrico se tradujo en episodios de furia, saqueos, robos, protestas y vandalismo que afrentaron al menos a 73 comercios, oficinas del Estado y redes oficiales de distribución de alimentos, según el último balance de Biagio Parisi, secretario regional de Seguridad y Orden Público.

El caos tuvo su génesis cerca de las 2:00 de la mañana del lunes. Los marabinos, así como el resto del estado y del país —a excepción de Caracas y otras cuatro regiones—, se alistaban para sufrir el primer efecto de los cortes programados de luz durante cuatro horas diarias por sector, cuando las primeras lluvias de la temporada empeoraron el cronograma de la oscurana.

En la ciudad estallaron hasta 300 transformadores como consecuencia del contacto de sus aisladores con el agua. “Los dispositivos no habían contado con mayor servicio técnico de parte de Corpoelec desde hace tres años”, advirtieron fuentes de la compañía estatal. Los cielos se iluminaban en las urbanizaciones de San Jacinto y La Rotaria no a causa de los relámpagos, sino de los estallidos de los aparatos. Los ruidos de las explosiones, similar al del disparo de cañones militares de alta potencia, retumbaban cada minuto en el norte y el oeste.

“El hecho dejó a oscuras a 42 circuitos de Maracaibo”, confirmó el gobernador Francisco Arias Cárdenas. Hasta 200.000 familias quedaron sin luz hasta por 32 horas. De inmediato hubo quejas y reclamos en la calle. Comunidades trancaron sus calles con cauchos encendidos y pancartas improvisadas para exigir la restitución del servicio eléctrico. La concentración más emblemática ocurrió en la Circunvalación Dos, en el sector Amparo, frente a la sede principal de Corpoelec.

“¡Queremos luz, queremos luz!”, vociferaban mujeres, estudiantes, ancianos y hombres en las narices de decenas de militares de grupos antimotines que se apostaron entre la muchedumbre y la empresa del Estado. Édinson Acosta, hijo de una señora de 77 años cuya enfermedad le urge depender de una bombona de oxígeno, clamó ante la prensa: “ahí tengo a mi vieja ahogándose porque no hay luz. No quiero que se muera mi vieja”.

El episodio se repitió en sectores como Las Tarabas, San Jacinto, la avenida Universidad, Bella Vista. Las fluctuaciones de la electricidad y los cortes programados siguieron. El Gobierno apenas suspendió el horario de interrupción de medianoche a las 4:00 de la madrugada, mientras apenas seis camiones de cuadrillas de Corpoelec salían a la calle a atender un promedio diario de 1.500 reclamos. Una tarea imposible. La falta de respuestas incrementó la protesta y esta se tradujo en devastación.

Caos en la penumbra

De las disconformidades propias de la oscuridad, comunidades hastiadas tomaron las calles para protestar y, luego, sus manifestaciones derivaron en vandalismo y saqueo. El caos del lunes transcurrió pálido, tímido, con apenas reportes confirmados de un camión de refrescos saqueado en Socorro y la Farmacia Saas de La Limpia. Fue violentada con piedras y martillos antes del robo de refrescos y helados.

Pero el martes fue un pandemónium. La anarquía creció como atleta con esteroides. El diario Versión Final dedicó a tres editores y tres periodistas de las fuentes de “Ciudad” y “Sucesos” a retratar el caos. El resultado fueron seis páginas protagonizadas por el desbarajuste social por los cuatro costados de Maracaibo.

Los periodistas Neiro Palmar y Michelle Briceño confirmaron que al menos 12 panaderías, seis supermercados, dos tiendas de electrodomésticos, la sede del Saime de la avenida Sabaneta y la oficina de Corpoelec del municipio Jesús Enrique Lossada fueron atacados y robados —en la última quemaron las instalaciones y un camión.

El centro de la ciudad también ardió. La tienda SuperDorsay, ubicada en el centro comercial Ciudad Chinita, fue el monumento más icónico del pandemónium. Delincuentes rompieron los vidrios de su fachada y robaron la ropa de los estantes de exhibición. También quemaron un camión estacionado frente a la tienda de calzados Pellísima.

Paola Cordero, periodista de Versión Final, relató ataques a los vagones e instalaciones del Metro de Maracaibo en la avenida Sabaneta por parte de encapuchados. También reportó que vecinos del sector Los Haticos ocuparon el frigorífico Fundamercado, perteneciente a la red Pdval, y cargaron con pollos y kilos de mortadelas.

La periodista Carmen Salazar informó sobre un intento de saqueo del supermercado Pague Menos, en la urbanización San Felipe de San Francisco, y en el local Home Way. “Hubo patrullas por todos lados. Los tupamaro acompañaban a Polisur para dispersar a la gente, pero esta les contestaba con piedras y botellas. La gente estaba verdaderamente alzada”.

Sirenas sonaban en las calles del norte, oeste, este y sur de Maracaibo hasta ahogarse en la distancia a altas horas de la noche. Eran patrullas de la policía regional (Cpbez) y la Guardia Nacional Bolivariana que transportaban decenas de funcionarios habilitados para desactivar la violencia. Se supo que al menos 2.500 policías y militares tomaron las calles de Maracaibo, San Francisco, Jesús Enrique Lossada, Lagunillas y Machiques, mientras el gobernador llamaba a la calma en su cuenta de Twitter.

Los rumores florecieron. Las cadenas de WhatsApp y Blackberry fueron crisol de noticias falsas, como el presunto saqueo de Lácteos Los Andes en Machiques. Se trató de una concentración de al menos 800 personas de zonas aledañas a la fábrica, quienes denunciaban que se mueren de hambre mientras persisten irregularidades en la venta de la leche en polvo.

Fuentes castrenses contaron que el alto mando militar sopesó la noche del martes la declaratoria de un toque de queda en varias ciudades del estado. La decisión no se concretó, pero no se descarta. Al mediodía de este miércoles se creía inminente la militarización de Maracaibo desde las 6:00 de la tarde por orden del mayor general Néstor Reverol.

Noventa personas fueron detenidas, detalló el secretario de Seguridad. Entre ellos había adolescentes de 16 y 17 años. El balance preliminar terminó siendo un historial inédito de violencia: 73 comercios afectados, de los cuales 24 fueron saqueados en su totalidad y 49 resultaron parcialmente dañados.

Desde carnicerías hasta supermercados amanecieron decorados con vidrios destrozados, alacenas vacías y santamarías forzadas. Irónico, que todo naciera en aquella oscurana que duró una eternidad. La descomposición social se hizo fluorescente entre la penumbra gestada por la lluvia y un cronograma oficial.

Culpan a VP y Primero Justicia

La gobernación del estado enfiló las culpas hacia dos partidos opositores. Giovanny Villalobos, secretario de Gobierno, acusó a Voluntad Popular y Primero Justicia de pagar entre 5.000 y 8.500 bolívares a quien participara en saqueos y destrozos en la ciudad. Las toldas también les proporcionarían alcohol y drogas a los vándalos, según la acusación oficial.

Magdelis Valbuena, presidenta del Consejo Legislativo del estado y dirigente regional del Psuv, puso nombres y apellidos a los presuntos causantes del caos: “los cuerpos de investigación del Estado han confirmado la presencia de los diputados Léster Toledo y Juan Pablo Guanipa cerca de los sitios de los acontecimientos”.

Villalobos precisó que se robaron 200 toneladas de comida en Fundamercado, destinadas a comedores escolares y atención de geriátricos. El hecho dejará esta semana sin alimento a alumnos de 560 escuelas dependientes de la gobernación zuliana, calculó Villalobos en rueda de prensa.

Prometió brindar seguridad a los centros comerciales, así como a locales de abastecimientos de alimentos privados y públicos. “El objetivo de quienes están generando los hechos de violencia es que los supermercados y centros comerciales cierren para generar el caos”. Valoró que por los momentos no existe la necesidad de decretar un toque de queda, aunque acotó que esa potestad corresponde al presidente de la República.

En el encuentro de los funcionarios gubernamentales con la prensa participó Tarek Macaren, dueño de uno de los locales afectados en el centro comercial Ciudad Chinita. Era suyo el camión incinerado. “Este era mi medio de trabajo y no tengo seguro. Afortunadamente pude apagarlo para que no afectara el local, pero no tengo cómo reponerlo. No estoy de acuerdo con ningún tipo de saqueo”.