Sucesos

Xiomara Scott, la muerte que enlutó el plebiscito

Una bala disparada para amedrentar acabó con su vida el domingo 16 de julio, en Catia. Su muerte empañó la consulta popular convocada por la Asamblea Nacional. Xiomara logró votar, pero le truncaron la oportunidad de conocer el resultado y confirmarse parte de la mayoría

Fotografía de portada: Antonio Hernández | Fotografía en el texto: EFE
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Ese día estaba contenta, alegre, “vamos a ganar esto”, decía. Xiomara Scott tuvo tiempo de votar en la consulta popular convocada por la Asamblea Nacional el 16 de julio, pero nunca llegó a enterarse de que otros siete millones de ciudadanos pensaban parecido. Una bala le rompió el fémur y atravesó su vena femoral. Ella, enfermera, seguramente conocía las consecuencias del impacto: se desangró. Murió minutos después de haber ingresado al Hospital Periférico de CatiaDr. Ricardo Baquero González.
Emma Lugo se crio con Xiomara y sus otros ocho hermanos en La Vega, en el sector conocido como Las Barracas, cerca de un autocine ya desaparecido. Por ahí correteaban los nueve Scott, los hijos de Maritza, a quien le tocó ser padre y madre a la vez. Sesenta años han pasado desde entonces, pero la amistad con los Lugo sobrevivió. “Ella llamó a mi hermana esa mañana. Le dijo que iba a ir a votar en Chacao. Al ver el movimiento que había en Catia decidió quedarse. Le pareció que todo estaba tranquilo. ‘¡Qué viva Venezuela!’, gritaba. Tenía fe en que vamos a salir de esto”, asevera Emma.
El punto soberano estaba frente al Parque del Oeste Alí Primera. Era una fiesta. Había de todo menos miedo, aunque Catia aún se considere un reducto del chavismo. Ni los camiones que pasaban con seguidores del oficialismo vestidos de rojo, o con efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, lograban amedrentar a la muchedumbre que respondía a gritos su presencia. La emoción terminó a tiros pasadas las dos de la tarde. Motorizados armados llegaron disparando y a los buenos, como Xiomara, Dios se los lleva pronto. O al menos eso es lo que piensa su hermana Maruja. “Él tiene a su gente escogida y a los buenos se los lleva. Le decíamos la madre Calcuta porque ayudaba a todo el mundo. Todo lo regalaba”, dice la mujer.
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Aunque Xiomara se jubiló de enfermera hace dos años, nunca perdió la vocación de servicio. Siempre estuvo para sus vecinos del 23 de Enero, a quienes nunca les faltó una inyección o un curetaje hecho con sus manos. Comenzó a estudiar Enfermería después de la muerte de su madre, ocurrida hace 39 años. “Mi mamá falleció de cáncer y pasamos nueve meses yendo a hospitales, después de eso fue que se puso a estudiar”, recuerda Maruja.
Al Hospital Pérez Carreño le dedicó toda su vida. Allí la recibió María Tineo en el servicio de Cirugía Cardiovascular. “Era una excelente enfermera, de vocación, dedicada a sus pacientes. Lo hacía todo con amor, por eso todos la buscaban”, recuerda Tineo, quien fue la primera responsable de entrenarla. Más tarde Scott obtuvo la licenciatura en la Universidad Rómulo Gallegos y superó a su maestra. Más de 30 años anduvo por los pasillos de ese hospital, hasta que la edad y las décadas de servicio hicieron que se retirara.
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Hermana-mamá
De los nueve hermanos Scott, solo quedaban vivas las seis hembras, ahora son cinco. A Xiomara le llamaban “La Morocha” porque nació junto a otro hermano que murió hace casi diez años en un accidente de tránsito. A él le decían “el charro negro”, porque era cantante. Scott no tenía hijos, pero sí casi 30 sobrinos. A todos les cosió una manta el día que nacieron y para todos tenía un consejo o una palabra de aliento. Era una “hermana-tía” o una “hermana-mamá”, así la describe otra de sus hermanas, que prefiere no identificarse.
De las seis mujeres, Xiomara era la única que vivía en Caracas. Esta otra llegó junto a su esposo, hijos y nietos desde el estado Guárico. El viaje se les adelantó. Su plan era llegar a la capital de sorpresa el 15 de agosto, fecha en que la enfermera cumpliría los 61 años. Otro plan truncado fue el de los recuerdos de la graduación de bachiller de la nieta de 16 años, la única que hasta ahora sentía inclinación por la Medicina: “Ella me regaló mi vestido de 15 años, los recuerditos, me compró una bata para un curso de Farmacia que estoy haciendo y siempre me apoyaba. Era muy cercana, me incentivaba a estudiar, me puso sus guías a la orden y yo sabía que si tenía alguna duda le podía preguntar”, relata la adolescente.
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La hermana de Guárico no le llamaba “morocha”, sino “la niña”, por ser la única que no tenía hijos. “Teníamos una tradición, cada Día del Niño yo la llamaba para felicitarla. Este domingo la estuve llamando toda la mañana y no logré comunicarme”. Ella no habla del modo en que asesinaron a Xiomara, dice no saber nada. Se enteró, como todos los demás, por la llamada de algún vecino. Asegura que solo le quedó un vacío y rabia. “No sé qué pasó, ni qué hacía mi hermana ahí”.
“Ella era la que unía a la familia. Quien traía la armonía. Estaba pendiente de todos, de asistir a algún enfermo o de ayudar a buscar algún medicamento. Era la más bochinchera y quien siempre estaba pendiente de organizar las fiestas para los bautizos, matrimonios”, la describe su prima Solbeida Lugo.
Apenas tenía 22 años cuando su madre Maritza Scott falleció. Desde entonces se responsabilizó por sus hermanas más pequeñas y sus sobrinos. Con la jubilación no le llegó el ocio, siguió ayudando al que pudiera y haciendo manualidades: tejía y cosía, pero, sobre todo, siempre estuvo pendiente de su familia.
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