Opinión

La boda de Titi

"La felicidad siempre te encuentra. No la fuerces. Viene de a poquito y de pronto te encara con todas sus fuerzas para regalarte días y momentos inolvidables que se quedarán atrapados en tus recuerdos más profundos", dice el coach Ricardo Adrianza.

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La boda de Titi


Los reencuentros familiares siempre nos reportan alegrías indescriptibles. Más aún cuando la situación venezolana ha creado una sociedad huérfana difícil de recuperar.

Y no digo lo anterior con desprecio, simplemente ha sido una realidad aplastante en la última década –por decir lo menos– abarrotada de un sinfín de imponderables para juntar a las familias, en donde la novedad es que coincidan todos los miembros en cualquier evento o momento.

De esta situación escapan pocos, y mi familia no ha sido la excepción. Mis hijas emigraron a temprana edad, una tras otra, dejando nuestro hogar completamente vacío. Aun así, hemos tenido la suerte de poder reunirnos muchas veces y esta posibilidad hay que agradecerla al máximo, ya que esta fortuna es esquiva a una gran mayoría de familias venezolanas.

La boda de mi hija Cristina, “Titi”, como cariñosamente llamamos, ha sido una excusa formidable para celebrar no solo su matrimonio sino para juntar a gran parte de la familia como no ocurría hace al menos 10 años.

Desafortunadamente en las bodas de mis 2 hijas mayores no pudimos estar todos reunidos. De hecho, por la misma situación migratoria, mi esposa no estuvo presente en la boda de nuestra hija mayor y podrán imaginarse lo que esto representa para una madre.

Una caricia para el alma

Sin embargo, siempre hay una oportunidad para redimir los sinsabores. En la boda de Titi pudimos coincidir todos, ahora acompañados de la bendición que aporta la presencia de los nietos.

¡Qué sensación tan bonita! Ver la cara de mi pequeña y percibir toda la energía que se vivió en cada rincón de la ceremonia ha sido una caricia al alma.

Las sensaciones de un padre no se pueden explicar con palabras tan fácilmente, pero les puedo asegurar que el alma se nos llena de inmensa dicha y vivimos en tiempo real esa sensación del deber cumplido al criar, en mi caso, a tres maravillosas mujeres.

Pero no todo quedó allí. Aprovechando la novedad de la presencia de toda la familia y la paciencia de los invitados, improvisé –no sin antes pedir permiso– el baile de la novia con su padre con mis hijas mayores, ese que nos fue negado por un país desgastado.

Después de tantos años de abrazos suspendidos y silencios compartidos, esta ocasión ha sido una hermosa oportunidad para agradecer a todos, principalmente a mi esposa, por todo el sacrificio que hemos hecho.

Estoy muy seguro de que este momento quedará como recuerdo imborrable en cada uno de nosotros y ojalá que en cada uno de mis nietos.

Recordar para transitar

Los recuerdos son en definitiva los que nos dan fuerza para seguir el camino que nos ha tocado transitar. Un camino empinado muchas veces, pero rodeado de gente increíble, esa que siempre está presente en los buenos momentos, pero más importante aún, en los difíciles.

No escribo estas cortas líneas para restregar mi indudable felicidad a todos quienes me leen, al haberme rodeado de tanto amor en los últimos días.

Lo hago más bien como homenaje a tantas familias que no han gozado de la misma ventura. Lo hago pidiendo al Creador un pronto encuentro con sus seres queridos. Lo hago para agradecer a todos aquellos que han formado parte de esta historia y que de una u otra manera han contribuido a que se siga escribiendo de la mejor manera.

La felicidad siempre te encuentra. No la fuerces. Viene de a poquito y de pronto te encara con todas sus fuerzas para regalarte días y momentos inolvidables que se quedarán atrapados en tus recuerdos más profundos.

En todos mis años de “exilio solitario” nunca dudé ni un segundo en que momentos como este aparecerían. No duden ustedes.

Como le decía a mi familia: paciencia que falta menos, paciencia que ¡para los que se aman el tiempo es una eternidad!

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