Gastronomía

Karissa Becerra, la cocinera que quiere enseñar a comer bien

Sólo dos latinoamericanos fueron seleccionados entre los 10 finalistas del premio del Basque Culinary Center. La peruana Karissa Becerra es una de ellas, gracias a su empeño de enseñar a comer

Texto: Rubén Darío Rojas @elfogon / Fotos: Cortesía Karissa Becerra
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                                                                                                                                                                                                                                              “El arte de enseñar es el arte de ayudar a descubrir” Mark Van Doren

Limeña y mestiza”, así se describe la cocinera peruana Karissa Becerra, recientemente seleccionada entre los 10 finalistas del prestigioso Basque Culinary Wold Prize, y explica: “Mi bisabuelo materno era italiano, mi bisabuela arequipeña y mi familia paterna española con mucho de árabes”.

Becerra quería estudiar cocina, porque su familia siempre ha estado vinculada a los alimentos. “Se come muy bien en la casa de mis papás y en la de mis abuelos. Teníamos animales y una chacra (finca), criábamos pollos y pavos y sembrábamos hortalizas. Cuando tenía 11 años mis padres pusieron una panadería que sigue funcionando hasta hoy”, cuenta.  Ese local es un clásico de la ciudad de Lima, se llama “Carmelitas» y allí Karissa empezó a ofrecer sus postres.

Karissa Becerra

Enfrentada a las pocas ofertas que ofrecía su ciudad natal, la joven decidió matricularse y completar estudios de filosofía, pero sin dejar de lado sus inquietudes culinarias: así nació Manchamanteles, junto con su compañera de estudios Sandra Salcedo. Primero fue un emprendimiento para vender postres, después una escuela de cocina y, al final, “terminamos haciendo estilismo de comida, fotos, estrategias, marcas, productos gastronómicos y miles de cosas durante los 10 años que duró”.

La joven graduada en Filosofía, que ya contaba con una especialización en Antropología pues le interesa mucho la de la alimentación, se marchó a Nueva York para cursar una maestría en el área “y mientras esperaba por las clases fui a visitar una escuela de cocina», cuenta. «Me matriculé inmediatamente y me quedé dos años, me olvidé de la maestría. Es una de las mejores decisiones que he tomado”, afirma.

De regreso a Lima se incorporó al equipo de investigadores de la Universidad San Martín de Porres -desde el año 2009 hasta el 2013- gracias al apoyo que le dio el padre Johan Leuridan a la investigación. “Él es un visionario y uno de los primeros en ver la importancia de la investigación en la gastronomía y en apoyarla contra viento y marea”. Con esta universidad publicó dos libros: Cocina de colores, empezando a cocinar, un libro para niños y Café de las Nubes, Café del Perú, ambos ganadores del premio Gourmand Cookbooks,

Karissa Becerra libros

Al enfermar su padre de cáncer de lengua en 2004 y su muerte en 2006, la llevan a un momento de intensa reflexión sobre la relación entre salud y alimentación: “Comencé a entender el tema de los alimentos más allá de solamente cocinar y comer, sino como parte de algo mucho más grande, pero todavía no lo tenía tan claro” rememora Becerra.

La revelación llegará en su encuentro con Carlo Petrini. “Conocí el Slow Food y ya no había vuelta atrás, ese era el camino”, dijo.

Gracias a ese conocimiento se gestó el libro para niños, basado en la salud y la educación del gusto, Cocina de colores, empezando a cocinar. Ya con Manchamanteles, en el 2007, había publicado una colección de libros para niños, Juega y aprende, que exploraba la ciencia en la cocina, la naturaleza y los alimentos, el reciclaje, el compostaje, ”Pero ahora ya no eran temas separados sino que lo entendí como un todo”, explicó.

Karissa Becerra proyecto

La revolución, proyecto por el cual fue postulada al Basque Culinary Center World Prize, se gestó con el nacimiento de su hijo: Tener a un niño cerca y ver la evolución del ser humano, entender su responsabilidad en su desarrollo, hizo que todo fuera más claro aún. Guiada por la intuición de que era necesario enseñar a comer, y especialmente los niños tienen que aprender a comer.

“Tenemos que garantizar el desarrollo físico y cognitivo de los niños para que desarrollen todo su potencial y eventualmente tener seres humanos y ciudadanos plenos que puedan buscar el bienestar y la felicidad”,  insiste.

“No tenía idea de cómo lo íbamos a lograr”, reconoce Becerra, pero se armó de bríos y en el 2014 convocó a dos amigas, una educadora y una diseñadora, Gony Torres y Nani Maezono y “empezamos a dar talleres para enseñar a comer, funcionaron muy bien y de esos talleres hemos aprendido un montón.”, continúa.

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El objetivo ahora es poder llegar a más niños sin que ellos tengan que estar presentes, para ello está en el proceso de sistematización.

El proyecto de innovación educativa se llama Saber comer e incluye tres programas: ¿Cómo como?, La biodiversidad, mi comida y yo y Sabe, ciencia y cocina. Por ellos han pasado, desde 2015, 3450 niños, 195 educadores y 1400 padres.

La revolución empezó con los ahorros de Becerra, quien afirma que todavía cubre una parte de los gastos, sin embargo también dictan talleres, hacen consultorías y brindan servicios educativos. “Eso cubre una pequeñita parte de nuestra operación”, comenta. Otra parte la cubre la venta del libro Riquisisisimo y otros productos como los cuentos Mayu y el girasol gigante o Ensalada de lombrices, y el chocolate insignia de otro de sus proyectos: ChocoRevolución, la campaña en la que “hemos avanzado más”.

Este año participaron en el Salón del Chocolate con un espacio para niños con talleres gratuitos, con el apoyo de PromPerú han adelantado estas acciones para promover el chocolate y la innovación social. “Ahora tenemos un gran apoyo que es un fondo de Innovate Perú para la popularización de las ciencias con el que hemos desarrollado parte de nuestro programa SABE: ciencia y cocina. Esto es lo que más nos ha ayudado a avanzar”, añade la cocinera.

Becerra no duda en aclarar que el proceso de La revolución ha ido “poco a poco, todo nos cuesta mucho trabajo y esfuerzo y de hecho nos faltan fondos, muchas veces es difícil explicar qué hacemos y cuesta que se entienda lo importante de nuestra propuesta”.

“Ya es un gran premio, es un reconocimiento a todos los que creemos en cambiar el mundo con La revolución” afirma sobre su inclusión entre los finalistas del premio internacional.

“Es maravilloso que te alienten, porque el camino no es fácil y muchas veces hemos estado cerca de abandonar. Esto nos da energía, ganas y nos ha hecho sentir muy felices. También hace que todo se vea más fácil de lograr”, complementa.

De resultar ganadora invertirá el dinero en Saber comer, para llegar a todos los niños del Perú y después llevarlo a países en donde se pueda replicar.

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«Los sueños son grandes, como siempre” finaliza Karissa.

Además de Karissa, el único latinoamericano finalista de esta edición 2018 del Basque Culinary Center es Virgilio  , chef del restaurante Central, que es considerado el cuarto mejor del mundo y el primero de Latinoamérica por su proyecto para entender y respetar la biodiversidad desde la cocina. En este enlace está toda la información sobre los 10 chefs destacados de este año, por su labor transformadora, por el Basque Culinary Center.

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