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Serenella Rosas dejó un legado de letras y sazón

La periodista y cocinera Serenella Rosas dejó un legado de letras y sazón. Murió por la explosión de la bomba hidroneumática de su edificio

serenella rosas
Foto de portada: Cortesía
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Serenella Rosas tenía dos pasiones: la cocina y el periodismo. En ambas se volcaba con amor verdadero. Logró entrelazarlas convirtiéndose en una de las periodistas gastronómicas de mayor experiencia y conocimiento del país.

También era solidaria y se involucraba en temas de su comunidad. Y por eso murió esta mañana: Le tocaba su «turno» de encender la bomba hidroneumática de su edificio para racionar el agua guardada en el tanque, como tienen que hacer los caraqueños de todas las zonas de Caracas porque apenas reciben servicio de agua uno o dos días a la semana.

El pulmón de la bomba explotó y causó la muerte instantánea de Serenella.

Una vida llena de poesía

Serenella Rosas creció jugando con las letras, aprendiendo la importancia de las palabras. Su papá era el poeta margariteño Jesús Rosas Marcano, a quien siempre mencionaba.

Su padre también le dejó un enorme amor por la Isla de Margarita, en concreto por La Asunción, a donde Serenella iba a con mucha frecuencia a visitar a sus familiares y amigos.

Era una activa periodista. Era directiva del Colegio Nacional de Periodistas de Caracas. Escribía su columna y su blog Bueno, Bonito y Sabroso y mantenía un programa radial con el mismo nombre en 88.1 FM.

Serenella también colaboró para Bienmesabe, registrando la participación de su amigo, el pastelero barquisimetano Emerson Freites, en el Mundial de las Artes Pastelerías de París, en 2018.

Como todos los años, el 22 de noviembre participó como ponente en la Semana de la Cocina Italiana 2019, invitada por la Cámara Venezolana Italiana, Cavenit, con su charla en la plaza Bolívar de El Hatillo sobre el uso que los italianos hacen de los vegetales.

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Una factoría especial

Los caraqueños pudieron probar la sazón de Serenella en La Factoría del Enano, el restaurante que durante muchos años regentó con su esposo José «El Enano» Rodríguez. En ese acogedor local de Colinas de Bello Monte, convivían la gastronomía y el humor que se reflejaba hasta en los nombres del menú: Pescado como en la playa servido, por supuesto, con tostones con salsas, queso y zanahoria rallada.

Amigos comediantes como Graterolacho o Claudio Nazoa, pasaban con muchísima frecuencia por La Factoría del Enano y, más que hacer un show, interactuaban con los comensales, convertían la sala del restaurante en casi una sala de la casa, con familiaridad y simpatía.

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