En los enfrentamientos aéreos nocturnos, en plena Segunda Guerra Mundial, los aviadores británicos comenzaron a abatir aeronaves enemigas ante la mirada estupefacta de quienes se preguntaban cómo podían ver tan bien en medio de la negritud de la noche.
La Royal Air Force no tardó en explicar que se debía a la dieta de su escuadrón: rica en zanahorias frescas. La prensa del momento se hizo eco e incluso una campaña propagandística impulsada por el gobierno invitaba a comer estas hortalizas para potenciar la visión en plena oscuridad. Pero lo cierto es que no era más que una cortina de humo para desviar la mirada de los nuevos equipos de radar, desarrollados por los científicos británicos, cuya existencia querían mantener en el más estricto secreto.
En 1939, año que marcó el inicio de Segunda Guerra Mundial, la RAF dispuso unas 20 estaciones del Radar de Intercepción Aérea, conocido como AI, que gracias a ondas electromagnéticas oscilantes lograba interceptar las aeronaves enemigas nazis antes de llegar a su destino.
Desde entonces, es usual escuchar a las madres y a las abuelas en cualquier lugar del planeta repetir: “Cómete tus zanahorias, cariño, que ellas te ayudarán a ver mejor”. Así nació un mito que se ha popularizado hasta hoy día, pero ¿qué tiene de cierto?
Si bien una ingesta abundante de zanahorias no garantiza una visión en la oscuridad, la carencia de vitamina A que contienen estas hortalizas, en forma de betacarotenos, produce la llamada nictalopía o ceguera nocturna, una alteración visual.
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