Opinión

Cayo Lesbi

Lee usted el primer resultado del intento de mi amigo @Elpulgarin de rescatar a un crítico de espectáculos quien más bien se ha convertido, en el transcurso de los últimos 12 meses, en un experto en recorte de todo gasto no esencial. Un hombre de las cavernas urbano.

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Yo por ejemplo no sabía que una entrada de cine en el Millennium Mall estaba costando 160 bolos, y el pote de cotufas, 100 más. Comenzaré con la película venezolana Liz en septiembre, que contada en dos patadas (lo exigen así los nuevos tiempos), es la historia de una chama hetero, modosita y siempre empatucadita de maquillaje que por error pernocta en una posada de lesbianas ataconas en Morrocoy. La chama es Eloísa Maturén, ni siquiera me había enterado de que ya se puede hablar de ella como la (Ex) Duda-Girl.

Es una de esas películas que hacen decir a su directora (Fina Torres). “No quise hacer una postal turística”. Como si fuera una deshonra. ¡Haga su postal, con baile de tambores y todo!

Vamos a sincerarnos. El que lee una crítica de cine busca en el fondo una sola respuesta: ¿vale la pena gastar los reales en la película? No sé si hubiera pagado 160 bolos por Liz en septiembre, pero sí 80 bolos. Todos los que hemos conocido al menos tangencialmente a Patricia Velásquez sentimos que se reconcilia finalmente con un montón de fantasmas personales, que sintoniza con una vibra sancochada bajo letanías new age. A los 40 y pico años, con mucho de carro chocado en su aspecto físico, la ex top model hace un macho cazador que es el papelazo de una carrera cinematográfica ida a pique.

Moraleja: “Estar bajo el agua con tanque de aire es como ser gay sin esconderlo”.

Siempre he tenido la fantasía de ser lesbiano, aunque seguramente en una sintonía muy Hello Kitty e idealizada, algo así como un agarroncito de manos de muñequitas de comiquita japonesa, de esas que cierran los ojitos y tiemblan de impotencia. Entiendo perfectamente el empepamiento de Fina Torres por la Dudamela, perdón, por Eloísa. Hasta se parece a Shakira. Físicamente hay un morbo por contraste con la Velásquez. En bikinito, Eloísa me hizo exclamar: ¡Dioxxx! Pero en las escenas cruciales, la princesita no se desata, no se entrega, no se vuelve loca, no se transforma en una nueva cosa, y por ahí se me desangraron 80 bolos. Eso de que carga una tragedia no se lo cree nadie. Con respecto a Mimí Lazo, me hubiera gustado ver en ese papel a la Doctora Nancy.

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