Cultura

Cinecittà: Un paseo por donde "nada es real, todo son sueños"

Una visita a Cinecittà para recodar los centenarios de Federico Fellini, Giulietta Masina, Nino Manfredi y Alida Valli, transporta a un mundo donde todo es irreal. En pocos metros pasamos de una plaza de la Roma Imperial a un barrio medieval toscano, de un templo en Jerusalén a una calle de Nueva York. Un lugar mágico que cuenta en su propia historia cinematográfica el reflejo de la sociedad italiana

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Cinecittà
Fotos Cortesía Cinecittà

La «fábrica de los sueños» la llamó Federico Fellini -maestro en utilizar su infinita inspiración onírica para su películas- y ahora, después del prolongado letargo pandémico mundial, Cinecittà despierta para reabrir sus puertas y celebrar su 84° aniversario, los 10 años de su exposición permanente y los centenarios de Giulietta Masina, Nino Manfredi, Alida Valli y -postergado- el del propio autor de «La dolce vita».

Ahora que vuelven a permitirse las visitas en presencia, con tantas festivas coincidencias, resulta muy oportuno echar un vistazo a la sede, situada en el número 1055 de Via Tuscolana.

Al entrar, lo primero que llama la atención en el parque central es «Venusia», la enorme cabeza que Fellini en su «Casanova» (1976) hizo salir de las aguas del Canal Grande durante el Carnaval veneciano. Mirando alrededor, estatuas que fingen ser de mármol y, estando en Roma, son creíbles, pero se trata sólo de utilería, además de otros elementos escenográficos, como el caballo-mecedor gigante y la carroza del Hada Turquina, ambos del «Pinocho» (2002) de Roberto Benigni, que adornan las fachadas de los edificios de arquitectura racionalista.

Cinecittà

Al frente está la exposición permanente «Cinecittà si Mostra», que celebra su 10° aniversario. Es un recorrido didáctico que cuenta la historia del cine a través de proyecciones de las principales escenas de destacados films, una interesante colección de fotografías y variada «memorabilia», además de la sala «Backstage», donde se van viendo los pasos en la realización de una película.

Para recordar a los artistas que este año habrían cumplido 100 años, esta exposición amplió su sección de vestuarios: dos suntuosos atuendos, uno de gala en terciopelo azul y otro de calle beige y marrón, que lució Alida Valli (1921-2006) en «Senso» (1954), de Luchino Visconti; seguidos por el vestido rojo plisado usado por Giulietta Masina (1921-1994) en «Julieta de los espíritus» (1965) y otro elegantísimo, blanco, de falda vaporosa con plumas y cristales, que llevó para bailar con Marcello Mastroianni en «Ginger y Fred» (1986), ambas de Fellini; finalmente, los trajes usados por Nino Manfredi (1921-2004) en «En nombre del pueblo soberano» (1990) y «La noche de Pasquino» (2003).

Más de ocho décadas de historia

Antes de seguir el recorrido, recordemos que el 28 de abril de 1937 Cinecittà fue inaugurada por Benito Mussolini quien, con la retórica del caso, consideraba el cine como «la mejor arma». En un área de unas 40 hectáreas, surge una verdadera «ciudad del cine», como lo indica su nombre, con 73 edificaciones, 21 estudios, además de calles, plazas, obeliscos, estatuas, arcos, edificios y todo tipo de utilería que sirviera de escenario perfecto en cada situación, desde los tiempos bíblicos a la contemporaneidad, con 676 árboles (hoy en día, individualmente identificados y protegidos), en la que trabajaban 1.500 personas, entre artesanos, técnicos, obreros, comparsas y artistas.

Cinecittà

Así nació una industria que, independientemente de las intenciones propagandísticas y megalómanas del régimen fascista, se convirtió en un símbolo del arte cinematográfico italiano, al prevalecer la idea de que el cine es un verdadero arte, con todo lo que conlleva, como había sido demostrado con la creación, en 1932, de la «Mostra Internazionale d’Arte Cinematográfica» (popularmente conocido simplemente como el Festival de Venecia) y del Centro Experimental de Cinematografía, en 1935, donde se formarían los grandes directores del futuro. Ya en 1939, a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, en los estudios de Cinecittà, contando con tecnológicas de vanguardia, se producían unas 50 películas anualmente.

Obras maestras del neorrealismo

La variedad era grande, producciones épicas, aventuras, historias de patriotismo, comedias románticas y documentales. Al paso con los acontecimientos, se pasó de las películas de «divas con teléfonos blancos», típicas de la era fascista, a la etapa que contaba los horrores de la guerra, la ocupación nazi, la Resistencia y la miseria y el hambre reinantes, a través del movimiento conocido como Neorrealismo.

Ya sin los grandes presupuestos del régimen y trabajando con las uñas con lo poco que había, se realizaron obras maestras como «Obsesión», de Luchino Visconti (1943), «La puerta del cielo» (1944), «Sciuscià» (1946) y «Ladrones de bicicletas» (1948), todas de Vittorio De Sica. En 1945, Roberto Rossellini dirige «Roma ciudad abierta», film que -según Otto Preminger- dividió la historia del cine en «un antes y un después».

La ocupación nazi de Roma significó para Cinecittà el saqueo de sus estudios, tal y como sucedió con miles de obras de arte robadas de los museos, buena parte de los importantes equipos cinematográficos fueron a parar a Alemania. Pero una vez terminado el conflicto mundial, en 1945, a pesar de las severas dificultades económicas, el mundo siguió aplaudiendo al cine italiano. Rossellini filma «Paisà», Visconti «La tierra tiembla» y Giuseppe De Santis «Arroz amargo» (1949) donde una espectacular Silvana Mángano y un soberbio Vittorio Gassman saltaron a la fama mundial.

Un episodio poco conocido de esta ciudadela es que durante la guerra y en la inmediata post-guerra, entre 1943 y 1950, en los enormes galpones de sus estudios se alojaron centenares de damnificados de los bombardeos aliados, incluyendo numerosos judíos que lograron esconderse de las persecuciones y deportaciones nazis. Los estudios fueron designados oficialmente como campo de refugiados en 1945. Esto significó que muchos de esos nuevos sin techo se mezclaran con el personal y lograran trabajar, especialmente como extras en las escenas multitudinarias que requerían romanos, soldados, esclavos, centuriones o cristianos.

Hollywood en el Tíber

La paz y la vuelta a la democracia abrieron un nuevo capítulo en la historia de Italia. Con la laboriosidad y la fantasía que los caracteriza, los italianos que se quedaron en el país se fajaron y con muchos sacrificios trabajaron para reconstruir el país.

Cinecittà no se quedó atrás. Contaba con hábiles artesanos y el tradicional sentido estético para atraer nuevas posibilidades. Así, mientras Visconti con «Bellísima» (1951) y De Sica con «Umberto D» (1952), una película que hizo llorar a Charles Chaplin, contaban la angustiosa miseria de la post-guerra, en la década de los ’60 cambia el panorama con la llegada de directores y capitales estadounidenses para filmar superproducciones como «Quo vadis» (1951) y «Helena de Troya» (1956), generando grandes fuentes de trabajo para los diferentes talleres del sector, así como para actores, comparsas y «dobles». En «Quo Vadis» por pocas liras diarias y un frugal almuerzo incluido, en medio de un gentío, trabajó como extra la joven Sofía Scicolone, que de allí a pocos años se convertiría en la gran Sophia Loren, ganadora de 2 Oscar.

Dos películas que simbolizaron la espectacularidad y grandiosidad de la producción de los estudios romanos fueron «Ben Hur», con Charlton Heston (1959) y «Cleopatra» (1963), donde comenzó el celebérrimo romance entre los protagonistas Elizabeth Taylor y Richard Burton. Se cuenta que para el primer film fueron necesarios 7 meses de rodaje, un equipo de 400 personas y 10.000 comparsas; se requirieron 75 caballos traídos de Yugoslavia, entrenados durante 6 meses, para las famosas escenas de las carreras.

En los años ’60, apenas 15 años después de terminada la guerra, mientras Italia vivía un verdadero «milagro» económico, Roma se volvió un centro casi obligado de las estrellas del cine internacional y Cinecittà se mereció el título de una «Hollywood sobre el Tíber». Las celebridades se daban cita en la famosa Vía Véneto, con sus intrépidos «paparazzi» y aspirantes a estrellas, en medio de un gran auge de la moda «Made in Italy», como quedó inmortalizado en «La dolce vita» de Federico Fellini.

«Felliniana»

Y precisamente Fellini fue el inquilino más fiel, famoso y simbólico de Cinecittà, él hizo de «su» Estudio N° 5, su segunda casa y como homenaje a su centenario se preparó aquí la exposición «Felliniana: Ferretti sueña con Fellini», que se inauguró el 20 de enero 2020, día del cumpleaños del maestro, pero tuvo que ser suspendida por las medidas anti covid-19.

En nuestro actual recorrido no puede faltar una visita a los recuerdos de uno de los directores italianos más famosos del mundo, nominado 12 veces al premio Oscar, obteniéndolo 4 veces al mejor film extranjero: «La strada», «Las noches de Cabiria», «8 1/2» y «Amacord». Un Oscar a la carrera en 1993. Además de la Palma de Oro de Cannes por «La dolce vita», el León de Oro de Venecia a la carrera, entre muchos otros premios italianos e internacionales.

Dante Ferretti, ganador de tres premios Oscar, era el escenógrafo preferido de Fellini. Muchos de los sueños que el maestro de Rímini transcribía en guiones y dibujos, Ferreti los plasmaba en materiales tangibles, realizando obras maestras a menudo gigantescas. Ambos se encontraron durante el rodaje de «Satyricon» (1969) y la colaboración siguió exitosa con «La ciudad de las mujeres» (1980), «Ensayo de orquesta» (1978), «Y la nave va» (1983), «Ginger y Fred» (1986) y «La voz de la luna» (1990).

Recordando a Fellini, Ferretti contó una anécdota: «Cuando íbamos juntos a Cinecittà temprano en la mañana, me preguntaba: ‘Dantino, qué soñaste anoche?’ ‘Nada, no recuerdo’. Tras una semana comencé a inventar sueños, más o menos lo que había vivido de muchacho en Macerata, como cuando me sentaba debajo de la mesa para ver los muslos de la costurera… Él sabía muy bien que yo inventaba todo».

Esa amistad y colaboración entre Fellini y Ferretti está representada en una de las salas, donde se exhiben maniquíes de gran realismo, realizados con avanzadas técnicas 3D, de ambos personajes dedicados al frecuente ritual de llegar juntos a Cinecittà en un auto Fiat 125 S, como el que tenía el maestro, donde conversaban e intercambiaban ideas.

Entre los pósters de todas sus películas, varios «sueños» y recuerdos del maestro mostrados con efectos especiales, se llega a una sala donde está representado el burdel de «La ciudad de las mujeres», también aquí un maniquí hiper-realista de Marcelo Mastroianni, actor preferido de Fellini, a quien consideraba su alter ego, sobre todo en su obra «8 y medio» (1963). En una tercera sala está fielmente representada la entrada del cine «Fulgor», lugar emblemático de la infancia de Fellini en su natal Rímini. Este típico cine de otros tiempos fue reconstruido fielmente en Cinecittà para el rodaje de «Amarcord» (1972).

En «Felliniana» se pueden ver piezas escenográficas de las principales películas del maestro.

Por primera vez, se exhibe el «Cristo Redentor» que volaba llevado por un helicóptero en «La dolce vita»; tres enormes cabezas representando a las actrices Joan Crawford, Greta Garbo y Marlene Dietrich, realizadas para «La ciudad de las mujeres»; de «El Casanova», 10 bustos de cardenales, corazas, una imponente armadura para caballo, la efigie del León de San Marcos, una sofisticada bañera y una chimenea, entre otras decoraciones. Por esta película, Danilo Donati, encargado de escenografía y vestuario, recibió un Oscar.

Parte del gran interés de esta exposición es ver cómo se logran hermosos efectos naturales de materiales que aparentan mármol, oro o bronce a partir de maderas, resinas o siliconas.

¿Sueños o realidad?

Fellini solía decir que en el cine, como en la vida -que para él parecían ser la misma cosa- «nada es real, todo son sueños». Es lo que se siente al caminar a través de los distintos sets de Cinecittà, se pasa por delante de una espectacular una plaza de la Roma imperial, separada por pocos pasos de un pueblo medieval toscano, de un templo en Jerusalén o un palacio babilonio. Como en los sueños, se mezclan diferentes ubicaciones sin aparente sentido, las edificaciones son perfectas a la vista, pero basta golpear con los nudillos en los majestuosos mármoles o las sólidas piedras que las forman para darse cuenta de que son huecos, son simplemente cartón-piedra, madera, resina de vidrio o poliestireno hábilmente disfrazados.

En el tema de la destreza para construir elementos aparentemente reales, los artesanos de Cinecittà tienen una larga experiencia, hoy en día tienen nuevas tecnologías que facilitan la tarea, pero hubo periodos en que tuvieron que arreglárselas de cualquier manera. Un folleto de la oficina de información lo explica así:

«Las decisiones artesanales y las invenciones nacen por necesidad, para satisfacer las peticiones de la producción con lo que se tenga a disposición, junto a una dosis de creatividad muy italiana. Así, por ejemplo, para los artífices del cine fantástico o para efectos especiales, cajas de pasta adaptadas y un poco de hielo seco se transformaban en naves vikingas en los obscuros mares del Norte, lo importante es trabajar rápido y bien. Los tiempos de los kolossal americanos pasaron y el set de una película a bajo costo no puede durar más de un mes, el equipo está formado por una decena de personas y tiene que bastar para rodar un film de aventura o de ciencia ficción.

Algunos directores, los más expertos, aprenden incluso cómo hacer trucos visuales «en máquina», es decir, sobre la misma película. El encanto de un cierto cine fantástico y de aventura nuestro de los años ’60 y ’70 nace de esa misma habilidad artesanal, de esos trucos y efectos que en los mejores autores resulta en una verdadera estética».

Cinecittà

No se pueden quejar del resultado, en ocho décadas de Cinecittà se realizaron, aproximadamente, 3.000 películas, de las cuales 90 candidatas a Oscar, con 47 estatuillas conseguidas y se formó una generación de productores y de directores de fama mundial. No solo Fellini, también Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Dino Risi y Sergio Leone, son algunos de los nombres importantes en el firmamento cinematográfico italiano que pasaron por aquí, tratando toda clase de argumentos: drama, clásicos, política, comedia, western, musicales, etc.

Una nueva etapa

En los años ’80 el cine italiano sufre una crisis evidente causada por los nuevos canales de televisión comerciales privados que acapararon fácilmente la atención de un público mayoritario, acostumbrado hasta entonces solo a la TV estatal.

Otra vez los norteamericanos parecen haber llegado al rescate de Cinecittà: Francis Ford Coppola con la realización de «El padrino III» (1990), Ridley Scott con «El gladiador» (2000), Martin Scorsese con «Gangs of New York» (2002), Mel Gibson con «La pasión de Cristo» (2004) y Woody Allen con «To Rome with love» (2012).

También la TV saca provecho de la experiencia y la pericia de Cinecittà: HBO de Estados Unidos, junto a la BBC británica, se instala en los estudios para realizar dos temporadas de la serie histórica «Rome» (2005-2007). En cambio, de marca italiana son «The young Pope» (2016), de Paolo Sorrentino (Premio Oscar por «La gran belleza»), protagonizada por Jude Law y Silvio Orlando; la miniserie «El nombre de la rosa» (2019), adaptación para la TV de la famosa novela de Umberto Eco, dirigida por Giacomo Battiato, con Rupert Everett y John Turturro. Recientemente terminó el rodaje de la primera temporada de la serie «Dómina», actualmente en onda en Sky, y en un par de meses se comenzará a filmar la segunda parte.

Cinecittà se jacta de poder ofrecer sus numerosos estudios de varios tamaños -desde los pequeños de 450 m2, hasta los 3.000 m2 del mítico Estudio 5 actualmente dedicado a Federico Fellini-, 400 salas para camerinos, oficinas o centros de maquillaje, más de 100.000 m2 de terrenos para filmar todo tipo de película, show o serie para la televisión, cuña publicitaria, videoclip o servicio fotográfico. Además de expertos de iluminación, sonido, climatización, andamiajes, escenografías, decoraciones, así como post-producción digital y vídeo, post-producción audio, revelado, impresión y restauración de películas y producción virtual.

El futuro ya llegó

No fue posible visitar los sets y los estudios que estaban ocupados en trabajos de rodaje, porque está absolutamente prohibido acercarse o tratar de sacar fotos. Los productores son muy celosos de sus películas y, por contrato, se puede caer en una demanda judicial si se intenta curiosear. Alcanzamos a ver pasar rápidamente a Dante Ferretti -el verdadero, en persona, no era sueño- quien se encarga de remozar algunos espacios expositivos.

En una actitud muy sensata, Cinecittà aprovecha la experiencia de la vieja guardia de profesionales para ponerla al servicio de las futuras generaciones, sin descuidar la constante renovación de las tecnologías, con un proyecto educativo dirigido a los oficios del cine: escenógrafos, técnicos, restauradores de películas y creadores de efectos especiales. Las nuevas fronteras del cine tendrán incluso un estudio entero dedicado a los videogames y la gráfica computarizada.

Con miras al futuro ya fue creado el primer Museo del Audiovisual y del Cine Italiano MIAC con la intención de «admirar, aprender y entrar en la evolución del lenguaje de las imágenes en movimiento desde principios del siglo XX a hoy en día».

Ahora que Italia está despertando de la pesadilla del virus chino, Cinecittà podrá esperar volver a tener unos 90.000 visitantes al año, como antes del encierro pandémico.

Si Roma es «la ciudad eterna», seguramente Cinecittà seguirá siendo una eterna «fábrica de sueños» para deleite de los amantes de este arte.

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