De Interés

Los culpables de los jóvenes muertos en el Táchira

La muerte de dos jóvenes funcionarios policiales a manos de dos "estudiantes" tachirenses, no sólo ha conmocionado a la opinión pública, sino que en lo personal me ha hecho reflexionar sobre la incidencia de la polarización política y del discurso en la acción política de los más vulnerables.

Publicidad

Lo primero que debo precisar es que lo sucedido en el Táchira es un hecho político devenido en criminal, no al contrario. Por lo que la responsabilidad del hecho está basada en un contexto político concreto. No es terrorismo organizado hasta lo que se puede deducir, pero sí es un profundo proceso degenerativo de una continua implosión de discursos políticos intolerantes, excluyentes y segregacionistas.

La falsa polarización basada en el odio y antagonismo, que conduce a un discurso despreciativo: «escuálido», «chaburro», etc., permea a los sectores más débiles, donde los jóvenes se convierten en el sector más vulnerable, y esto nos lleva, más allá de la responsabilidad individual que debe existir, a un contexto político de violencia que induce a acciones aberrantes, que traen como hecho concreto que quien «frentea» a una barricada policial, sienta que romperla «como sea» se convierta en un acción heroica por un instante suficiente como para cometer un crimen del cual se arrepentirán toda la vida.

En este sentido, no quiero exculpar a nadie, pero pensar que el responsable de todo esto es Chávez, o Leopoldo López, es negar la responsabilidad política de la triste frase «disparen primero averigüen después» de Carlos Andrés Pérez. Todos son responsables, aunque hay unos más responsables que otros.

El discurso político del odio, la exclusión, etc., es corresponsable de este hecho, pero si enmarcamos la protesta en manos de la oposición en el Táchira, con o sin razón de la misma, implica que desde «la salida» hasta hoy, la violencia que se suscita en algunas protestas opositoras tiene claros orígenes en el discurso opositor, que al pretender diferenciarse del oficial, termina reproduciendo igual o peor lo que critican.

Lo que quiero reflexionar al final gira en torno a la necesidad de despolarizar el discurso. No es sólo el discurso de Chávez, Nicolás, Leopoldo o Allup el que determina la violencia, pero tienen profunda corresponsabilidad, tanto como la de los operadores políticos medios, además de la negación de actores distintos a la polarización que podrían, como tratan de hacerlo pero de manera minimizada, incidir en una transformación del discurso y la acción política que salga de la trampa maniquea, exacerbante del antagonismo violento.

Aprovechó la oportunidad no sólo para repudiar el hecho, sino lamentar que sean nuestros jóvenes quienes terminen siendo los «conejillos de indias», víctimas de la manipulación del discurso polarizado, que no sólo en lo económico, sino en lo intesubjetivo, nos destruye los lazos más fundamentales del respeto a la vida.

Publicidad
Publicidad