“Aquí estoy sentado en esta lata de aluminio muy por encima del mundo el planeta tierra es azul y no hay nada que pueda hacer” (Space Oddity – David Bowie) Recientemente, el canal Netflix comenzó a transmitir el excelente documental “Control de Misión: Los Héroes no Reconocidos del Apolo” (Mission Control: The Unsung Heroes of Apollo), dirigido por David Fairhead, el mismo realizador del documental “El Ultimo Hombre en la Luna”, sobre el astronauta Gene Cernan, el último hombre que pisó la luna, quien murió en enero de este año. El documental fue estrenado en 2017. Muestra un excelente recuento en primera persona de algunas de las 17 misiones más emblemáticas del programa espacial Apolo (1: murieron tres astronautas. 11: el hombre pisa la luna. 13: después de una explosión y de abortada la misión, regresan los tripulantes sanos y salvos a la Tierra), desde la perspectiva de los hombres que estuvieron a cargo de controlar desde tierra todas estas misiones, y también la de algunos astronautas. Los testimonios dejan al espectador muchas reflexiones. El 25 de mayo de 1961, el Presidente estadounidense John F. Kennedy lanzó el reto de poner un hombre en la luna y traerlo de vuela a la Tierra antes de que finalizara la década. El reto se cumplió el 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin, pasearon por ella. En ese histórico día se hizo famosa la frase de Armstrong “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”. Esta frase ha debido tener su complemento, y es allí donde se centra el referido documental; “Ningún salto gigantesco se hace solo” En todos los aspectos de la vida, muchas veces tendemos a focalizar las glorias del éxito, en la cabeza que resalta más. No se trata siempre, del que descolla o sobresale por sus méritos, sino muchas veces del que ha “degollado” a otros para destacar o prevalecer. Por ejemplo, una buena película no es solo el logro de un actor principal, aunque la atención y el fanatismo se centre en él. Tampoco lo es para el que obtiene un premio o una medalla, aunque venga precedido del algunas veces falso discurso de: “esto no hubiera sido posible sin la ayuda de tantos…” Un ejemplo recurrente es el del gran inventor estadounidense, Thomas Alba Edison, quien patentó más de 1000 inventos, y es reconocido por la invención de la bombilla, el telégrafo, el fonógrafo y la distribución de la electricidad, entre muchos otros. En este último invento la gloria se la llevó él, a pesar que la historia le da cada vez más méritos en el resultado de la invención a Nikola Tesla, el inventor serbio quien protagonizó junto a Edison, la llamada “guerra de las corrientes” y quien muriera en la más absoluta miseria y olvido. Las glorias de los astronautas hubieran sido imposibles sin el esfuerzo y sacrificio de todos los hombres que contribuyeron en todas las fases de desarrollo de las diversas misiones Apolo, incluyendo los integrantes del Control de Misión. Sin embargo, solo los nombres de aquellos, son los que permanecen en la memoria colectiva. También en esta misma memoria colectiva permanecen los nombres de los infames, aun cuando “muchos” los ayuden en sus carreras. Los aspectos que tienen que ver con la exigencia de responsabilidades son mucho más elusivos. Cuando las cosas salen mal, hay mucha propensión al “yo no fui”, especialmente en estos lares. Allí nadie quiere agarrar algo. La gente huye despavorida señalando y culpando indiscriminadamente. Si nos ponemos en modo analítico y sensato, casi ningún salto al vacío, en el cual se afectan a muchos, son el resultado de un acto único y “responsablemente”, “quirúrgicamente” individual. Las tragedias de la humanidad resultan del trabajo de muchos. Recomiendo la lectura del libro de Robert Gellately, Editorial Crítica. “No sólo Hitler”. Aun bajo la apariencia de la responsabilidad individual, incontables factores e individuos, contribuyen directa o indirectamente en los resultados negativos diluyendo sus culpas en el acto “individual” de una persona. La sociedad tiene una propensión enfermiza a individualizar las glorias, y también las responsabilidades “individuales”, aun cuando el colectivo también es responsable de los daños. Volviendo al documental, éste muestra como después del fracaso de la misión Apolo 1, en la cual el módulo se incendió durante unas pruebas en tierra y la escotilla de la nave no se pudo abrir a tiempo, causando la muerte de tres astronautas, Gene Kranz “el hombre misil”, Director de Vuelo de la NASA, le dice a todo su equipo de trabajo que todos, absolutamente todos, son responsables del fracaso de la misión. De allí en adelante popularizaría la frase “El fracaso no es opción”. Para ello, recomendó que sus hombres escribieran en una pizarra: “Fuertes y responsables”. No eludir responsabilidades, no dar nada por sentado. Coraje pare enfrentar los errores. Humildad para reconocer los éxitos. Lamentablemente, todas estas frases, todos estos comportamientos, escasean mucho en estos tiempos. El complejo mundo en el que vivimos hace más fácil eludir las responsabilidades. Las a veces intangibles interconexiones del todo, permiten atribuirle la culpa hasta el famoso simple aleteo de una mariposa, uno de los postulados iniciales de la teoría del caos.]]>
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