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El optimismo se quedó en el carajo viejo

Le pediría al lector que disculpe mi pesimismo, pero sería perder el tiempo; aquellos que aún leen lo que El Estímulo me permite publicar dos veces por semana saben muy bien que este no es un espacio para el amiguismo ni la complicidad, mucho menos para callar lo que tanto daño hace al fútbol venezolano. Con el temor de sonar repetitivo en las denuncias, aquí voy una vez más.

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FOTOGRAFIA: COMUNICACIONES ZULIA FÚTBOL CLUB

El miércoles 19 de octubre se jugó el partido de vuelta de la final de la Copa Venezuela, un torneo que otorga al campeón un cupo en la próxima edición de la Copa Sudamericana. El Zulia FC venció a Estudiantes de Caracas y obtuvo el trofeo y el boleto al torneo continental. Pregúntenle a la directiva del equipo occidental si semejante logro, sumado a los dólares que recibirán próximamente, no constituyen un éxito mayúsculo. Es por ello que no se comprende que hasta el partido definitorio no haya aparecido un canal de TV dispuesto a invertir en la transmisión del evento.

A quienes celebraron la tardía aparición de Canal I pareciera olvidársele que en años anteriores sucedió lo mismo. Los protagonistas más recientes fueron Sport Plus, Meridiano TV, TVES, Telearagua, diversos canales regionales , y en esta ocasión, el canal nacional con acuerdos de producción en el Zulia.

Rápidamente podríamos concluir que algo sucede con este torneo que no termina de enamorar a los departamentos de producción y comercialización de estas plantas, algo que seguramente también sufre la Federación Venezolana de Fútbol, ya que salvo en ocasiones en que el Rey  Midas de turno (Movilnet o Traki, por nombrar sólo un par), esta competición se mantiene huérfana de estabilidad económica y publicitaria. Año tras año se repite el mismo calvario.

Esto que aquí se describe es una gota más en ese océano de incoherencias que es nuestro balompié.

Otra caso muy llamativo es la relación de la prensa con los distintos epicentros de poder de este deporte, y es que aprovechando la paupérrima situación económica que afrontan los medios de comunicación, la FVF y algunos equipos «colaboran» invitando a periodistas a distintos viajes dentro y fuera del país para cubrir distintos eventos, una práctica que está en conflicto con la independencia que debe gozar todo comunicador social.

Imagínese el siguiente escenario: llegado el momento de señalar a una determinada institución por las deudas que mantienen con integrantes de esa casa, ¿qué hará el periodista? ¿Callará o recordará los viajes y los viáticos? Sería extremadamente simplista concluir que todos reaccionarían de la misma manera, pero lo que sí es cierto es que ante semejante disyuntiva no deberían dudar y honrar su profesión, sin importar las simpatías de turno.

Sólo nos queda rezar para que no se presente una situación como la que describo, porque llegados a ello, el fútbol venezolano perdería la única ventana que se ha hecho eco de las denuncias de entrenadores, jugadores y demás trabajadores que cada año son víctimas de las promesas incumplidas de quienes se erigen como garantes de un funcionamiento que ni es bueno ni es tal. O mejor dicho, sí es un sistema, caótico, que desde ese desorden ha encontrado una manera de ser incomprensible para quienes no lo conocen pero eficaz para aquellos que lo defienden y practican.

Perdone usted que mi optimismo aún no regrese del carajo viejo, lugar al que fue enviado a vacacionar de la misma manera que en la antigua Unión Soviética se regalaban largas estadías en Siberia. Pero es muy difícil imaginarse un futuro mejor, más aún cuando los dos personajes más mediáticos del ámbito dirigencial del fútbol venezolano, caras visibles de la FVF y la Asociación de Clubes Profesionales del Fútbol Venezolano, ventilan sus irreconciliables diferencias a través de una red social, como para que no quede duda de que a la diplomacia también la mandaron de paseo al mismo lugar en donde veranea mi optimismo.

Lo siento mucho, pero a mi no me entretiene la miseria ni el teatro de mal gusto. Tampoco me gusta que por la natural disputa democrática de un puesto se descalifique a gente que ha hecho mucho por este fútbol, porque aunque a muchos les pese, las diferencias entre cada bando no son justificativo para producir este aterrador espectáculo.

Ante este escenario es necesario retornar a la relación del poder con la crítica. No es casual que viejos y nuevos protagonistas desprecien toda reflexión que cuestione su accionar, y es que tanto los viejos como los nuevos tienen en común esa cualidad de identificar como enemigo todo intento de disidencia. Esto no es novedoso; grandes periodistas como Edgardo Broner, Daniel Chapela, Jován Pulgarín, Juan Carlos Rutilo, Jesús Eduardo Acosta y muchos más podrían hacer un libro de todos los episodios en los que dirigentes y entrenadores los amenazaron con golpes, demandas y hasta provocar su despido. Aún así se mantuvieron fieles a sus principios y no cedieron a las intimidaciones o los regalos que les ofrecía el poderoso de turno.

Si no valoramos el ejemplo de los periodistas antes mencionados puede que se olvide que gracias a ese periodismo incómodo fue que se acumularon las denuncias en contra de los funcionarios de FIFA, CONMEBOL, UEFA y demás organismos; esa prensa crítica, en otras latitudes y en un contexto diferente, investigó y probó las mentiras de un presidente de una nación hasta llevarlo a renunciar. Y es a través de la prensa independiente que los dolientes de este fútbol podrán expresarse y mostrar tanta miseria que se nutre de este maravilloso deporte, apostando, a diferencia de los pesimistas sin remedio, a que la acumulación de señalamientos de incompetencia producirá el tan esperado cambio en el balompié criollo.

Sin ese periodismo, el público no podría por lo menos sorprenderse con la designación de un árbitro originario del estado Portuguesa para dirigir el Ureña-Anzoátegui, una aberración si se toma en cuenta que el equipo local pelea la permanencia en primera división justamente con el propio Portuguesa FC y que ésta, la fecha de este fin de semana, es la última del torne Clausura.

Que no lo crea posible no quiere decir que no sueñe con lo mismo que la gran mayoría de los hinchas criollos. Pero nuevamente le pido que me excuse: no tengo claro que esa metamorfosis se produzca en el corto plazo. Ojalá me equivoque y lo mío no sea más que la ceguera del pesimista sin remedio junto a la negativa a creer en la intervención divina.

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