El Estímulo

El talento no nos salvará

Cada edición de los Juegos Olímpicos deja mucho para aprender y revisar. Es incuestionable la existencia de deportistas importantes nacidos en esta tierra, así como la voluntad de quienes los acompañan para sumar granitos de arena en esa hermosa pero complicada trayectoria hacia la élite. El debate no pasa por las calidades de los deportistas sino por la disposición a superarnos.

Publicidad
(AP)

El deporte no puede ser distinto a la actualidad de otras ramas que componen la vida común. En él encontramos grandes lecciones de superación y esperanza, así como también comportamientos destructores de los valores sobre los que debe sostenerse cualquier sociedad que pretenda avanzar. El ser humano es lo que es y por ello no debe sorprendernos cuando un dirigente del Comité Olímpico Internacional, Patrick Hickey en este caso, es sorprendido honrando aquello de que “dada la oportunidad, la naturaleza humana impulsa al hombre a tomar decisiones equivocadas”. No importa la nacionalidad; es en el espíritu de nuestra especie en donde encontraremos el origen de todos los vicios y las conductas “gangsteriles”.

El deporte criollo no puede aislarse a lo que somos como país. Y así como nuestra sociedad tiene muy arraigada la tesis del “Gendarme Necesario”, obra de Laureano Vallenilla Lanz, en la actividad competitiva siempre hacemos mención al talento o la falta del mismo para explicar resultados. Poco se resalta el esfuerzo y la dedicación de un Miguel Cabrera, un Greivis Vásquez, un Salomón Rondón o de Yulimar Rojas.

Julio Velasco, entrenador argentino que revolucionó la práctica del voleibol en Italia, explicaba una de sus mayores frustraciones durante una charla para entrenadores. El hoy seleccionador de su país señalaba lo que en su concepto quedó como conclusión tras la disputa del Mundial de Voleibol de 1982, celebrado en su tierra, y que tuvo a la Argentina en el podio como tercera del torneo:

“Ese mundial dejó cosas muy positivas, pero dejó alguna negativa… La negativa es que se empezó a usar una palabra, demasiado para mi gusto, en la Argentina, que es la palabra talento. Una de las conclusiones fue que parecía que ese equipo había nacido del descubrimiento casi azaroso de seis, siete u ocho talentos que nadie sabía de dónde habían salido, y que con el genio de un entrenador extranjero habían logrado una medalla de bronce por primera vez… En realidad, ese equipo estuvo por dos años (los jugadores) a disposición exclusiva de la selección nacional. ¿Con qué dinero? Con el dinero de los padres de los jugadores, porque no les pagaban nada. No les pagaban ni el viaje en micro (bus). ¡Cero! Los padres pagaban”.

Gracias a los Juegos de Río y la velocidad que imponen las redes sociales, Velasco, idolatrado por el vóley italiano, ha encontrado altavoces más potentes para hacer público su pensamiento. De este entrenador no se escuchan idioteces como que hay que jugar “con el cuchillo entre los dientes” o que “la victoria no tiene sustituto”, frases vacías diseñadas para calcomanías y libros de autoayuda. El seleccionador argentino dedica su tiempo a contradecir las mentiras comunes y a dar muestras pedagógicas que señalan al trabajo cómo único antídoto para reducir el peso del azar.

“Ese equipo viajó por el mundo como ningún equipo lo había hecho antes, y esos jugadores no nacieron del descubrimiento de un talento que no se sabía de dónde… Cuando yo escucho demasiado la palabra talento parecería ser que todos los clubes, todos los equipos, lo que tienen que hacer es encontrar talentos. No, no es así. Lo que tienen que hacer todos los clubes es encontrar chicas y chicos que jueguen al vóley… ¿Estamos seguros que el chico o la chica que cuando es más joven juega mejor va a ser el jugador del futuro? Hay infinidad de ejemplos de que no es así… Nosotros los entrenadores tenemos que confiar más en el trabajo que nosotros podemos hacer. Mientras hacemos ese trabajo no nos preocupemos, que si hay un talento de verdad este va a crecer muy bien, pero nosotros tenemos que pensar en los otros, tenemos que creer en los otros, tenemos que formar grupos hechos por otros y no por los talentos. Los grandes jugadores, aunque les peguemos martillazos en los dedos, van a venir buenos. Lo que sí depende de nosotros es la cantidad de jugadores buenos que se tenga”.

La reivindicación que hace Velasco para con el esfuerzo de los entrenadores de todas las categorías es algo que los dirigentes pocas veces realizan o comprenden. Es en el entrenamiento dónde cada atleta encontrará las posibilidades ciertas de evolución, y es a través de la práctica sostenida que los instructores ayudarán a corregir falencias y diseñar estrategias para acercarlos a la victoria. Pero no basta con entrenar un par de horas; para llegar a la cima es necesario adherirse al sacrificio y creer, creer en lo que se hace.

Para algunos, el sacrificio pasa por limitar el tiempo con su familia; para otros es renunciar a ciertas comodidades en pro de una meta. Lo que queda claro, y para ello están los relatos que narran las grandes hazañas, es que las grandes gestas no fueron nunca producto del conformismo y la comodidad. Aquellos que pierden tiempo en peleas por la clase del hotel u otras nimiedades se entregan, sabiéndolo o no, al viejo y dañino “que pase lo que tenga que pasar”, olvidando que el mantra de un deportista, es entregarse en cuerpo y alma para intentar que suceda todo lo que en algún momento soñaron que podía pasar. No en vano el deporte es la mayor fabrica de lecciones sobre la capacidad de superación humana.

Ojalá que estas líneas ayuden a otorgar su justa dimensión a todos y cada uno de los atletas venezolanos que viajaron a Brasil para competir en los Juegos Olímpicos Río 2016. Espero sinceramente que sirvan para comprender que quienes lograron llegar hasta el evento amazónico obtuvieron su boleto compitiendo y superándose, dejando de lado la comodidad que gozamos quienes vemos todo por TV. Pero si se me permite un ejercicio totalmente egoísta, deseo profundamente que lo aquí expuesto recuerde a la clase dirigente que el círculo de su actividad se cierra con la participación de atletas en los Juegos, pero su labor no, porque la mayor enseñanza que el deporte nos ha dejado es que el ayer no existe; que para poder enfrentar, que no batir, al futuro, hay que sacarse la embriaguez de la victoria y volver al trabajo.

Cada cuatro años el país es bombardeado con frases relativas al talento y la fuerza del venezolano, algo que se repite en casi todas las naciones. Lo que valdría rescatar, y que mucho ayudaría al crecimiento de nuestra sociedad, es el reconocimiento no sólo al ganador por ser ganador, sino al esfuerzo y la dedicación de quienes son ejemplo para la comunidad. Que cada triunfo sirva para sembrar aún más la práctica deportiva y los valores del deporte, con la intención de que no se repita el caso de Jhonattan Vegas, cuyo éxito no ha sido suficiente para la clase dirigente del deporte criollo, quienes aún sienten que esa disciplina es elitista y excluyente.

No se crean lo del talento; dediquémonos, como sugiere Velasco, al trabajo diario, y para ello potenciemos la formación de formadores. De lo contrario nada de lo que nos hace celebrar y unirnos como sociedad será permanente en el tiempo; seguiremos apostando a la aparición de talentos, como quien compra billetes de lotería todos los días. Como quienes apuestan al petróleo cómo única solución.

Publicidad
Publicidad