Se cumplen cuatro años desde aquél 8 de diciembre de 2012 cuando, como un monarca medieval, el ex presidente Hugo Chávez designó a dedo en acto público a Nicolás Maduro como su sucesor. Era una verdad como la luna llena, dijo el ex comandante de paracaidistas devenido en el hombre más poderoso por estas tierras desde los tiempos de los encomenderos y el Rey de España, que Maduro tenía que ser su sucesor.
“Mi opinión firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en un escenario que obligaría a convocar de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”, dijo un Chávez en agonía prolongada.
Técnicamente el mandato de Maduro habría de comenzar ese día, entre gaitas y aguinaldos anticipados, como el luto que comenzaron a sentir los fervorosos chavistas ante las dudas de que su caudillo supremo iba a regresar al poder tras su viaje a Cuba.
Maduro era visto entonces por los propios chavistas del primer círculo como un tipo flojo de carácter, y por lo mismo muy obediente. El hombre confiable, el que cargaba el maletín, el incondicional fiel a Chávez que no tendría problemas en devolver el poder prestado.
Chávez –recuentan algunas fuentes en el seno de chavismo tradicional- no pensaba que se iba a morir tan pronto. Confiaba en superar la enfermedad y los trances poco honrosos de una delicada operación en las entrañas y una convalecencia que limitarían sus apariciones en público y sus largas horas ante las masas, ya sea por televisión o en vivo y directo.
Creía tener el mismo destino de su padre político, Fidel Castro, que superó una postración temporal por diverticulitis y otros asuntos intestinales, declarada en 2006, hasta entregar el poder definitivamente a su hermano Raúl, en 2008.
Maduro, un hombre formado en las escuelas de cuadros del Partido Comunista en Cuba, fraguado en la Liga Socialista de Venezuela, habría de ser el encargado de cuidar el coroto de Chávez y de paso asegurar la culminación de un “Plan de la Patria” empeñado en establecer un modelo socialista pleno en Venezuela.
“Él fue el encargado de coordinar la primera visita de Chávez a Cuba, cuando aquél diciembre de 1994 Fidel lo recibió con honores propios de un jefe de Estado”, recuerda hoy un ex alto colaborador de Chávez para ilustrar los lazos de Maduro con ambos proyectos políticos.
A Chávez no le hubiera ocurrido dejar a Diosdado, ni siquiera a Elías Jaua, porque no tendría la garantía de que después de recuperarse iban a devolverle el poder, arriesga otra fuente.
“Chávez no creía que se iba a morir”, coincide.
Lo cierto es que el ex canciller que se encargaba de ser el portavoz de la política exterior de Chávez (que era ejecutada directamente por el propio comandante), devenido en vicepresidente dos meses antes de aquella noche selenita y después en presidente encargado, se quedaría al mando y hoy en día es el que da las cartas en Venezuela.
Muchos analistas dicen que tanto en la oposición como en el chavismo han subestimado su inteligencia, mientras el escudero de Chávez ha logrado aferrarse a los hilos del poder con uñas, dientes e instituciones puestas a su servicio y de su esposa Cilia Flores.
Pero cuatro años después de esa coronación anticipada de la “luna llena”, su gobierno exhibe una muy floja lista de resultados en materia económica y social.
En su balance de 2012, Maduro había resaltado “las acertadas políticas implementadas desde el Ejecutivo”, nos recuerda un despacho de la agencia estatal de noticias AVN.
“Reiteró que el país creció 5,5% y logró cerrar el año con una inflación por debajo del 20%, mientras que la tasa de desocupación se ubicó en 6,4%”, decía.
“Erradicar los niveles de pobreza extrema en el país son parte de las metas de la revolución bolivariana para los próximos seis años”, dijo el presidente entonces.
No es que en los anteriores años del chavismo con Chávez al país le hubiera ido de maravillas, pero las propias cifras oficiales dan cuenta del fracaso de estas ofertas.
Venezuela acabada de ser aceptada como miembro pleno de Mercosur y Maduro prometía consolidar su presencia en este mecanismo regional de integración, de donde acaba de ser sacada por la ventana, acusada por sus socios de incumplir los requisitos graduales determinados en los protocolos de adhesión.
«Intentaremos seguir por el camino de la integración política, económica, comercial, diplomática y social cada vez más fuerte y unida», diría Maduro siete meses después, el 12 de julio de 2013, ya como jefe de Estado, lo tocó recibir la presidencia semestral del bloque por primera vez.
Hoy Venezuela acaba de ser suspendida del bloque y sus principales aliados regionales le han cortado líneas de suministros vitales para abastecer un país mal acostumbrado a importar casi todo lo que consume.
Durante estos cuatro años, en menguante o en creciente, el presidente ha apelado a una corta lista de sospechosos habituales a los cuales atribuir sus problemas, que son los del país: el imperialismo de Estados Unidos, la “guerra económica”, la oligarquía, “el pelucón” Lorenzo Mendoza, piratas informáticos, el derrumbe de los precios del petróleo, el fracking con el que las petroleras de Estados Unidos sacan petróleo de las piedras, Henrique Capriles, la MUD, los comerciantes, la página web Dólar Today, el español Rajoy.
Pero como los presidentes son los encargados de dirigir y supervisar las políticas económicas de sus ministros y otros funcionarios, y suelen capitalizar todos los logros de sus mandatos, lamentablemente también les toca “asumir el barranco” de cuando las cosas salen mal, y miren que han salido mal:
El 30 de septiembre pasado el gobierno de Maduro presentó ante la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC), el organismo perro guardián del mercado, la última data oficial disponible sobre los grandes indicadores de la economía venezolana, con fecha 31 de diciembre de 2015.
Su palabra vaya adelante:
1.- El Producto Interno Bruto, o suma total de bienes y servicios, de riqueza pues, que produce una economía, apenas creció 1,3% en 2013; para desplomarse -3,9% en 2014 y otro -5,7% en 2015. El gobierno, moroso en cifras justamente por orden de Maduro, no ha dicho nada sobre 2016, pero economistas privados e instituciones como el FMI dan cuenta de una caída de -10%.
“Entre 2011 y 2014, la economía creció a una tasa promedio anual de 1,8%”, relata el informe a la SEC.
Por cierto que en 2011 el precio promedio del petróleo fue de $101,6 por barril; $103,4 en 2012; $98 en 2013, $88 en 2014. Como se ve, el estancamiento de la economía venezolana es un asunto de familia, tanto el padre Chávez como el hijo Maduro nunca supieron aprovechar esos enormes ingresos para impulsar al país y disminuir su dependencia.
De modo que Venezuela, en el gobierno de Maduro acumula tres años de retroceso económico, lo que técnicamente es una profunda depresión y la economía ha perdido la quinta parte de su tamaño (casi -20%).
2.- Inflación: Maduro da cuenta de una inflación oficial de 56,2% en 2013; de 68,5% en el año siguiente y de 180,9% en 2015. En este año, las cifras siguen escondidas, pero estudios de analistas independientes y del FMI la calculan en torno a 470%.
De modo que Venezuela padece hoy una enfermedad económica grave y de nombre feo: estanflación. Es una condición de postración económica con hiperinflación.
3.- Las reservas internacionales brutas, ese cochinito de donde los países sacan para pagar sus cuentas externas, se han derretido desde $29.887 millones en 2012, hasta $21.478 millones en el año 2003; y $22.077 millones en el 2014; $16.447 millones en 2015.
A esta fecha de 2016 el Banco Central reporta $11.767 millones, incluyendo $3 millones en el Fondo de Estabilización Macroeconómica, una institución que supuestamente iba a sacarle las patas del barro al país en tiempos de vacas flacas porque iba a servir como un colchón de ingresos petroleros extraordinarios.
4.- Según el mismo reporte a la SEC, el FEM es financiado con aportes del BCV y de Pdvsa.
En 2012 el Fondo recibió $4.000 millones del BCV y otros $16.000 millones de Pdvsa; en 2013, otros $1.800 del BCV y $10.400 de Pdvsa; en 2014, otros $1.800 y $10.600 millones, respectivamente. En 2015 el BCV no le mandó nada al Fonden, y Pdvsa le entregó otros $974 millones.
Nadie sabe, ni nadie ha explicado por qué el Fonden sólo tiene hoy $3,0 millones.
“Los montos depositados en el Fonden han sido usados o están siendo usados para grandes proyectos de infraestructura como puentes, autopistas, transporte dentro de ciudades, líneas del Metro, ferrocarriles, generación de electricidad, sistemas rurales de irrigación, hospitales, instalaciones educativas”, afirma el gobierno en el informe.
Para el 31 de diciembre de 2015 Fonden ha destinado $175.800 millones a varios proyectos, incluyendo $34.800 millones en minería y petróleo, $2.500 millones en proyectos ambientales, $6.600 millones en agricultura, $5.600 millones en desarrollos habitacionales, afirma sin determinar los años.
Pero nadie explica por qué si se ha destinado presuntamente esa montaña de plata a estos sectores, la producción de petróleo de Venezuela se ha desplomado en casi 300.000 barriles sólo este año, hay un cementerio de obras inconclusas de infraestructura por todo el país; están paralizadas las construcciones de las líneas del Metro; hay una grave crisis de quiebra en los hospitales públicos, se desplomó la producción agrícola nacional por falta de inversiones, semillas, fertilizantes y maquinarias y los apagones se mantienen a diario en todo el país.
Casi toda esa lista de propósitos que enumera el gobierno hubieran bastado por si solos para mantener la economía a flote, si se hubieran ejecutado de verdad.
El desplome económico es tal que el PIB per cápita (la cantidad de riqueza que genera un país dividido entre el numero de sus habitantes) ha retrocedido 26,8% desde 2012, según cálculos de firmas reconocidas como Ecoanalítica.
Medido en dólares, ese PIB ha retrocedido 57,2% también desde 2012, según la misma fuente.
5.- En el pantanoso terreno del dólar paralelo el gobierno acumula varios de sus peores fracasos, y eso que Maduro y sus funcionarios han prometido muchas veces pulverizar ese mercado, liquidarlo, suprimirlo.
En 2013 el tipo de cambio promedio no oficial fue de Bs 35,7 por dólar, según cálculos de Ecoanalítica. En 2014 subió a Bs 90,5; para saltar a Bs 517 en 2015 y superar en este 2016 del colapso del sistema de precios los Bs 1.106, ya antes del reciente salto que llevó al negro por encima de los Bs 4.000.
6.- Como heredero de un gobierno y un sistema que comenzó hace 17 años con la promesa de acabar con la corrupción y la pobreza, Maduro ha consolidado fracasos de su predecesor.
Los indicadores sociales han retrocedido a niveles de hace dos décadas según estudios de las tres más prestigiosas universidades del país, y van agravándose cada día en medio de la falta de respuestas y estrategias que ataquen las causas, no sólo las consecuencias de la hiperinflación, la recesión y la aniquilación de la moneda nacional.
Las últimas cifras de pobreza admitidas por el gobierno y recogidas en el informe del 30 de septiembre pasado mostraban que solamente entre el 2013 y el 2014 la pobreza extrema había crecido desde 9,8% hasta 11,3%. Esto significa ni más ni menos que entre el primero y el segundo año de Maduro 549.511 personas pasaron a engordar las cifras de los más miserables, para sumar un total de 3,340 millones de personas que no tienen ni con qué comer completo.
En total los pobres eran hasta 2014 el 38,2% de la población, contra 25,4% al cierre de 2012.
Esas son las últimas cifras divulgadas por el gobierno. No hay más datos de lo que pasó en 2015, ni mucho menos en lo que va de 2016. Pero es obvio que si esas cifras hubieran mejorado, ya el gobierno las hubiera divulgado como un nuevo logro de la llamada revolución en las manos de Maduro.
Cuadros de familias enteras hurgando en bolsas de basura para comer algo, las enorme filas bajo el sol y la lluvia de compradores en pos de bienes regulados son, más allá de las estadísticas, evidencias de la inédita tragedia económica que sufre Venezuela.
Entre 2015 y 2016 el país se ha sumido en lo que analistas independientes consideran la peor crisis económica y social en la historia republicana. El derrumbe de la economía, la hiperinflación, las macrodevaluaciones de la moneda, la escasez y el desabastecimiento, han determinado que en la cotidianidad de millones de hogares sea frecuente el fenómeno del hambre, la desnutrición, el sub empleo y la falta de esperanza.
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