Crónicas de Alberto Veloz

La crónica social: despreciada pero anhelada

En la víspera del Día del Periodista, Alberto Veloz hace un recuento del oficio de los cronistas sociales y su evolución en esta Venezuela cambiante

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Crónica social



Tradicionalmente, la crónica social ha sido considerada como una sección “menor” dentro de las fuentes informativas de los medios de comunicación, bien sean diarios o revistas, pero esto se contradice con la altísima receptividad que siempre han tenido entre los miles de lectores, hecho comprobado en las mediciones de lectorías donde compite con las secciones más leídas como Deportes y Farándula.

La crónica social cuenta con más fieles seguidores que supuestos detractores y, como hemos comprobado en nuestra larga vida de periodista, el ser humano quiere verse reflejado en el éxito del otro, propende a ser reconocido por sus triunfos y no hay mejor vitrina que las páginas Sociales donde puede sentirse admirado y halagado por todos.

Almuerzo en el Palacio de Miraflores, en 1925. Todas las fotos son cortesía de José Gabriel Escala Méndez

A esto se suma la falsa posición, por no decir hipocresía, de sus acérrimos enemigos que pregonan no leer la llamada “prensa rosa” ya que la consideran frívola y sin importancia, pero clandestinamente devoran sus contenidos y llegado el momento del figureo se desviven por salir reseñados -aunque sea una vez en su vida en las crónicas sociales- bien sea por algún interés profesional o comercial, por ser el padre de la “bella quinceañera” o de la “agraciada novia”.


Las crónicas y los cronistas

Para comprender en qué consiste esta sección tan leída en los medios de comunicación, entrevistamos a varios comunicadores sociales que se han dedicado a reseñar la vida social caraqueña desde diferentes facetas, de las innumerables fiestas privadas: bautizos, primeras comuniones, cumpleaños, graduaciones, bailes de quince años, matrimonios, además de galas benéficas y todo lo que sea susceptible ser celebrado u homenajeado. A estas se suman las del ámbito empresarial, comercial, cultural, artístico y del mundo diplomático.

“Hace ya bastantes años, las familias caraqueñas tenían una curiosa manera de proclamar su bienestar económico a los cuatro vientos: comer gallina era entonces un verdadero lujo, y a fin de que el vecindario se enterase de que en la casa habían matado gallina, la señora lanzaba al tejado las tripas del ave para atraer a los zamuros, cuya negra presencia anunciaba al mundo el feliz acontecimiento. Hoy, cuando casi ya no hay tejados y además las gallinas se compran ya muertas y destripadas, los heraldos de la opulencia no son los zamuros sino los cronistas sociales”

Aníbal Nazoa, Obras In-completas

Leopoldo Fontana, veterano escritor del acontecer social, autor del libro “Vidas que conocí”, que reconoce al dedillo el verdadero quién es quién en la sociedad caraqueña expresa que “la crónica social es el reportaje de un teatro escenificado en los salones, en el cual cada invitado juega un papel, unos lo que realmente son, y otros lo que pretenden ser. El éxito de cada acto social, depende en un alto porcentaje del anfitrión, o de quienes lo organicen”.

Por su parte otra experta en estas lides de los movimientos de la sociedad, de la realeza, del jet set y del mundo de la moda es Mayte Navarro. Para ella “la crónica social es otro aspecto de la noticia que nos permite conocer opiniones, gustos y cultura de una persona y de una sociedad. Considero que 95% de los lectores se interesan en ella porque va más allá de una actividad, también revela otros aspectos de la personalidad de la gente. Nos permite alimentar nuestra curiosidad. Todos tenemos un poco de voyeur. La importancia dependerá de quien sea el protagonista, mientras más conocida sea más se interesará el lector”.

Fiesta en Caracas, año 1927

La casi ausencia total de medios de comunicación impresos le han dado un impulso a Ángela Oráa para convertirse en la “enfant terrible” de la crónica social desde su plataforma en Instagram. También escribe en la sección de Sociales de la revista Etiqueta y comparte chismes y cuentos con Kiko Bautista en el programa Kicosis por Globovisión.

Sus narraciones en el mundo virtual no son tan virtuales, y algunas le han valido más de una afanosa aclaratoria con los protagonistas; atacada con comentarios subidos de tono de sus detractores, pero también los halagos de sus admiradores que la aúpan.

Who’s who

Para Ángela Oráa, la reseña social es una rama del periodismo que identifica al who’s who de una sociedad y socioculturalmente refleja los usos y costumbres de las élites de poder.

“Así como la crónica roja desata el morbo en nuestra zona oscura, la crónica rosa alborota lo frívolo que puede haber en cada persona. A ratos, lo frívolo refleja el bling bling (ostentación y excesos) de una sociedad, su auge o caída, también muestra la gloria de los más adinerados con o sin clase”, dice.

Y agrega la Oráa: “La clase, por cierto, es un concepto en tela de juicio en la contemporaneidad venezolana donde la movilidad socioeconómica parece más una falla tectónica que otra cosa”.


Ramón Darío Castillo, exitoso redactor de Sociales del recordado Diario de Caracas, creador de la frase “el anillo de brillantes” para referirse a los círculos sociales exclusivos y quien tuvo varias columnas como Caracas nunca Duerme, Lo que se lava en la ciudad y El diario de una Mosca comenta que “no se puede pisar la raya, el periodismo social tiene muchas aristas y especialmente requiere de un gran conocimiento de sus causas, de paso y es muy importante, con una ansiedad de aparentar que el medio ambiente te convierte en estrella de un firmamento velado, pero muy consciente de que es un lugar ajeno en el que estás representando tu trabajo específico, lo que te da derecho a opinar, a registrar un acontecimiento, pero no a creerse igual en todas sus manifestaciones.

“El cronista social tiene que ser auténtico testigo de una razón de seres que llevan una vida que le es de muy especial por hidalguía y por costumbre”.

Ramón Darío Castillo, junto al hábil y creativo fotógrafo Abigail Machado, marcaron pauta con innovaciones tanto de texto como en gráficas en el Diario de Caracas.

¿Por qué son tan leídas?

El éxito de una sociedad está en estas secciones donde todos se quieren ver reflejados, en una u otra dimensión y en medio de sus posibilidades.

Siempre existe el anhelo de ver en “letras de molde y en papel periódico” la fiestecita o el gran baile de quinceañera de la niña de la casa o la boda del hijo mayor que se casó con una culta y rica heredera, quizá no tan culta, pero puede ser que si sea adinerada


Es común que el que propugna un negocio importante quiera aparecer fotografiado en el coctel junto al presidente de la empresa o el joven político que no se pierde celebración alguna para demostrar que si está bien conectado y es capaz de tutearse con el poder.

Nunca falta el asomado que le urge la foto con el artista de moda ya que la exhibirá como trofeo ante su círculo de amistades que no tienen tanta suerte como él de ser requeridos a las fiestas.

El caso más patético es el de aquellos que no pierden ocasión para retratarse con el anfitrión, si es necesario literalmente empujan al que tengan al lado para colocarse hábilmente de manera que no pueda ser cortado de la foto y hacen lo imposible porque esa sea la única foto, de manera que indefectiblemente debe ser publicada.

Los que son retratados constantemente lo tienen por merecimiento propio. Lógicamente los anfitriones son indispensables; luego las autoridades de relevancia, las personas con movilidad social natural, los llamados High Society y al lado de éstos pululan los demás, los que se hacen los locos, pero arden en deseos de figurar.

El reflejo de una sociedad

Mayte Navarro explica que la gente se refleja o desea identificarse con aquellas personas que destacan, que pueden realizar actividades que otros admiran y que no sólo se relaciona con una fiesta pues también las páginas sociales reseñan actividades culturales o empresariales que convocan a gente conocida y a más de uno le gustaría estar allí, compartiendo o protagonizando.

En el caso de las fiestas familiares, una boda provoca que futuras novias sueñen con ceremonias o trajes similares. Generalmente en estas páginas aparecen gente que otros creen que son triunfadores, que todo lo tienen resuelto y por ello los “envidian” o los “desean”.

crónica social
Almuerzo en la Hacienda Lira , año 1928.

¿Por qué hay individuos de la sociedad que salen constantemente en las páginas de la crónica social? Puede haber varias razones responde Mayte Navarro:

“Porque se lo merecen, ellos son noticia per se. Por ejemplo, una reina o un príncipe siempre será noticia en cualquier celebración que se encuentre; igualmente sucede con un gran artista o un empresario relevante. Sin embargo, están aquellos que por estos lares llamamos pantalleros. No son nadie y siempre tratan de ubicarse al lado del protagonista. Son esa gente necia que quiere escalar, vacíos”, expresa.

Símbolo de poder

Ángela Oráa se pregunta y responde: ¿Por qué Moctezuma usaba un penacho? ¿Por qué la reina Isabel usa corona? En ambos casos son símbolos de poder y estatus en su máxima expresión. Para los mortales comunes la reseña social es una vitrina para destacarse. De allí la importancia del who’s who. Un medio de pacotilla es aquel que retrata y no pone nombres”.

Leopoldo Fontana habla en pasado cuando se refiere a lo que refleja cada reseña de una fiesta: “Para los lectores, la crónica social era la entrada a un mundo de privilegio, al cual, en muchos casos, no tenían acceso. Para ello, en épocas pasadas yo los hacía asistir, dando detalles de la decoración, el menú que se servía, y la elegancia de las señoras, en la descripción de los vestidos, aunque nunca de las joyas. en las cuales jugaba la discreción. Esto servía para mostrar lo que estaba de última moda, ilustrado en las fotografías, que son parte indispensable de la crónica social. Las críticas, cuando las hacía, siempre eran constructivas y hábiles”.

Evolución de la reseña

“La manera de describir una fiesta no solo ha cambiado, también se le ha sumado un material gráfico más rico y revelador. Las redes sociales han permitido que los propios protagonistas narren en primera persona sus celebraciones, sus éxitos y sus actividades, esto le da una característica mucho más directa y más llamativa”, expresa Mayte Navarro.

Con respecto al tema de la frivolidad, Mayte Navarro argumenta que no son frívolas, otra cosa es que puedan narrar la frivolidad, “pero también son materia de la sociología porque nos revelan costumbres y tradiciones, comportamientos de una sociedad ante los demás, pueden dejar testimonio de la generosidad o de la valoración del arte, entre muchas disciplinas del quehacer social.”

crónica social
Baile de gala en El Pasapoga, mayo de 1955. Cas Oorthuys

Por su parte Leopoldo Fontana expresa con contundencia que la crónica social caraqueña ha sido, generalmente, amable.

“En mi caso, como el de Rafael Méndez, que es el mejor reportero gráfico social, hemos tratado sumar y nunca restar. Si alguien no salía bien en una fotografía, no se publicaba. Y los halagos deben estar anclados en la realidad. A nadie le amarga un dulce, y siempre buscar algo positivo que decir. Si una señora no es bonita, no decir que lo es, porque pensaría que se está ironizando. Pero en cambio se puede afirmar, que es muy simpática, inteligente o elegante. Porque la elegancia no necesariamente coincide con la belleza”.

“La crónica social depende absolutamente del cronista y de la imagen que este tenga. Antes no se le daba al cronista social el respeto y la consideración que se le debía.

Al respecto recuerda Fontana una conversación con Flor Isava quien le dijo un día que, en su juventud, al cronista no se le invitaba a la fiesta. Este simplemente cuando se enteraba, se presentaba para cubrir el evento para el periódico, como cualquier reportero de otra fuente. Pero yo le dije: a mí sí me invitan porque si no, no voy”.

La decadencia

Para Ángela Oráa, la prensa rosa está en decadencia porque los medios tradicionales han perdido fuerza de penetración y porque las redes sociales ahora son la nueva vitrina. De hecho, ella se mueve en Instagram como ya comentamos.

“La sociedad caraqueña actual es un pasticho -dice Oráa- los personeros de ‘antes’ o los de ‘ahora’ no se han caracterizado por ser cultivados intelectualmente. Las páginas de Sociales han languidecido en la misma medida que los medios convencionales han ido desapareciendo o se encuentran venidos a menos”.

Continúa Ángela Oráa en su opinión acerca del tema: ”La crónica social de la actualidad se encuentra en su peor momento. La gente pudiente que pudiera ser reseñada, hace muchos años, no quiere salir porque teme a que los pranes les pongan el ojo o les caiga el Seniat”.

“Esa beautiful people de antaño -agrega Oráa- con mujeres elegantísimas y enjoyadas desaparecieron del mapa. Se fueron del país como Alicia Parés, viuda de Estrada, recientemente fallecida, quien amanecía con un chokers de perlas para ir al mercado a las afueras de París o como Mimí Guevara Pietrantoni de Herrera Uslar”.

Almuerzo en Caracas, 1930

Ramón Darío Castillo refiere una conversación con el expresidente Rafael Caldera quien le tocó de vecino en un almuerzo que ofrecía para la prensa en el Palacio de Miraflores, donde éste le confesó con absoluta sinceridad que la crónica social era muy útil en algunas ocasiones porque le informaba quién era determinada persona, y por ello tenía mucha predilección por leer los detalles que escribían los cronistas.

Seudónimos

En Venezuela no es muy común la crónica social detrás de un seudónimo. Generalmente los medios de comunicación no lo tiene como práctica porque se presta a confusiones, interpretaciones erróneas, dimes y diretes.

Sin embargo, en una lejana ocasión Ramón Darío Castillo utilizó el apodo de Fly en su columna El diario de una mosca en San Cristóbal. Luego firmó como la Marquesa de Pomerol donde el mismo dice que se divirtió mucho porque comentaba la vida y milagros de los «ricos y famosos» con entretelones que parecían verdades ajenas.

Pero la columna High Society, publicada en la revista Momento, destilaba veneno desde el mismo nombre del firmante: Cicuta. Su autor era Manolo Tinedo a quien algunos le temían ser nombrados en su sección, a otros con tal que los mencionaran no les importaba. Cicuta criticaba y sobre todo ridiculizaba a la gente. Y por supuesto tenía muchos lectores.

Porque como bien dice Leopoldo Fontana, a la humanidad le encanta ver la sangre, con tal de que no sea la propia. “Y actualmente existe una cronista cuya especialidad es mostrar las cosas embarazosas que a todo el mundo, a veces, le ocurren”, comenta Fontana.

Primera taza de café en Caracas

Imposible no hacer referencia a lo que posiblemente fue la primera crónica de un acontecimiento que marcó época en la sociedad caraqueña y fue el acto de la primera taza de café servida en el valle de Caracas narrada por el escritor Arístides Rojas.

“Se había convenido que la primera taza de café sería tomada a la sombra de las arboledas frutales de Blandín, en día festivo con asistencia de aficionados a la música y personajes de Caracas. Esto pasaba a fines de 1786”. Así narra Arístides Rojas en su leyenda histórica “La primera taza de café en el valle de Caracas”.


“La mesa central, cubierta de flores acompañó la vajilla asiática que formaba parte de aquel acto. Se acercaron a la mesa, el anfitrión Blandín y los presbíteros Sojo y Mohedano, aficionados y practicantes de varios instrumentos musicales y es al sacerdote de Chacao a quien se le da el honor de beber la primera taza de café”.

Arístides Rojas describe con detalles esta gran celebración. “A la casa de Bartolomeo Blandín llegaron en caballos y carretas de bueyes, donde la encontraron adornada con sellos de armas de España y Francia. Muebles dorados o de caoba, forrados de damasco encarnado, espejos venecianos, cortinas de seda, entre otras bellezas, daban el ambiente a aquella fiesta, acompañada musicalmente por piezas de Beethoven y Mozart”.

La crónica social antañona

Don José García de La Concha en su obra Reminiscencias narra con lujo de detalles una fiesta de Carnaval de hace 100 años donde da cuenta de la decoración de los salones, la música que interpretaba la orquesta y la comida servida, así como los nombres de los presentes en el sarao.

Reseña de la fiesta de Carnaval en la casa de Lulú Francia, de Salvador de León a Coliseo, número 20, escrita por José García de La Concha:

“Las luces de las arañas de cristal se multiplican en los espejos; las losas del piso de mármol de patios y corredores brillan por la esperma rayada para que deslizara suavemente en el baile el pie perla y flor de las damas. En el segundo patio en amplio corredor está instalado el «buffet» con grandes torres de emparedados colocadas en platones, recipientes de cristal con «boule» y sangría, el imprescindible sifón de cerveza y la botella de brandy.

En el corredor recibe la dueña de la casa acompañada de Bolivia Melo, don Charles Röhl y doña Lola, su esposa; Mercedes Röhl y Esperanza García de La Concha reparten a la concurrencia preciosas cartulinitas con un cordoncillo y su lapicito donde las parejas anotarán el orden de sus danzas.

Van entrando Alicia, María Cristina, Susana y Naní Maninat; Belén, Cristina, Carmen y Matilde Pérez Matos; Tulia Virginia, María Teresa, Ignacita y Josefina Páez Pumar; Margarita Sanabria, Belén Dalla Costa; las Tovar Lange, Virginia, Carolina y Amparo, y Ana Teresa Castro, y las Ustáríz, Clara Rosa, Elvira y Dolores; Margarita y Carlota Reverón; Josefina, Berta y Cecilia Escobar Llamozas; Ana Teresa y Mercedes Arismendi; Carmen y Mercedes Pietri; Corina y Graciela Silva Larrazábal; Susanita, Rosita y Teresa Delfino; Leonor y María Luisa Ibarra y las Guevara, Teodora, María Teresa, Mercedes y Josefina; Micaela Brito; Berta Delfino y las Ruiz Miranda, y tantísimas otras que se escapan a la memoria.

A las nueve de la noche, hora anunciada, revienta en el portón la orquesta de Lagonel con el vals «Espigas de Oro», y van entrando junto con la comparsa otros amigos invitados como Lorenzo Herrera Mendoza, Manuel Felipe Núñez, Luis Teófilo Núñez, Nicomedes y Oscar Zuloaga, Eduardo, Carlos y Leopoldo Montaubán,

Es de rigor que el Presidente baile la «Introducción» con la dueña de la casa. Vienen las cuadrillas, lanceros y poleas. Los valses también se suceden y a las doce de la noche en punto se abre el suntuoso comedor adornado de candelabros de plata y en la mesa con riquísima vajilla de porcelana se servía el pavo trufado y las ensaladas de gallina y los riquísimos jamones, todo preparado por las Urdaneta y luego los dulces. Las tortas de las Roque, los confeccionados por Isabel Díaz Smith, el bienmesabe, la chipolata, caspiroleta, torta moka, alsacianas y platillos de plata con finos chocolates y bombones, y todo aromatizado con buenos vinos.

Ya para las tres de la mañana, después de haber tocado «Adiós a Ocumare» y haber taconeado lo suficiente el joropo final, todos dicen: «Adiós, Lulú; qué gozar, y muchas gracias». Y se van las mascaritas”.

Así gozaban los jóvenes de entonces el carnaval caraqueño hace un siglo.

Escuchemos el vals Adiós a Ocumare de Ángel María Landaeta interpretado por la Orquesta de Salón de Aldemaro Romero.

Nombres conocidos y reconocidos

Los cronistas sociales de nuestro patio siempre han escrito con nombre y apellido completo. Es el momento de recordarlos quizá como un sencillo homenaje, al menos mencionarlos para que quede testimonio de su quehacer en las páginas sociales de los más importantes medios de comunicación.

En la segunda mitad del siglo XX comienzan tímidamente las secciones de crónica social donde se mencionan bodas; presentación en sociedad de quinceañeras; piñatas; itinerarios de viajes; bautizos de libros; té canastas, ahora devenidos en canastón; vinos de honor y cocteles diplomáticos, fuente inagotable de fiestas ya que la representatividad de los gobiernos, al menos los de antes, consideraban que las buenas relaciones se fraguan en almuerzos y banquetes de todo tenor, donde el a veces aburrido coctel de 7 a 9 marcaba la pauta para la celebración pomposa del Día Nacional de cada nación.

Un recordado cronista social fue Pedro J. Díaz quien era amigo de sus amigos, pero cuando no le gustaba determinado personaje, ni lo destapaba.

Hombre culto cargado de fino humor, a veces sarcástico, pero siempre inteligente, llenaba su columna “La ciudad se divierte” publicada en El Nacional con una reseña donde no se le escapaba detalle gracias a su memoria prodigiosa y luego la lista interminable de los invitados al sarao.

Nadie se perdía de leer la larga retahíla de nombres, porque tan solo aparecer mencionado en “La ciudad se divierte” ya era símbolo de alto estatus.

La ausencia de Pedro J. Díaz trajo un cambio en la presentación y formato de los sociales con la llegada de nuevas ideas como las de Roland Carreño Gutiérrez quien le dio un impulso a estas páginas donde eliminó las largas listas, limitándose a mencionar los más conspicuos personajes, no exento de chispeantes cuentos, historias y anécdotas, dando protagonismo a las imágenes y a otras fuentes informativas como desfiles de moda, fiestas del jet set internacional y actividades empresariales.

Vale señalar que actualmente el periodista Roland Carreño está detenido por causas desconocidas y sin cumplir el debido proceso, es decir, sin justificación alguna.

Roland Carreño también dirigió la revista Hola y compartió responsabilidades editoriales con Ileana Matos.

Periodistas como Marisol Mora, Leonor Capriles, Chepita Gómez y Josefina González de Galofré ejercieron el rol de cronistas sociales. A ellos se sumó en un momento Osmel Sousa y su colaborador, que ahora brilla con luz propia, Harry Levy.

Estos redactores de la crónica social estuvieron acompañados de excelentes fotógrafos quienes conocían a todos los personajes retratables de la ciudad. En múltiples ocasiones ellos iban solos a las fiestas, sin necesidad de la presencia del periodista. Sus nombres: Juan Quijano, Agustín Aponte, y Abigail Machado, quien actualmente vive en España.

Otros escribidores de la crónica social como Marisabel Coronil de Ayala, Teresa Hurtado, Dolly Vernon Martínez, Rafael Linares, Héctor García también ejercieron el oficio, así como los fotógrafos Alex Guzmán, Julio Vargas, Julio Rojas, Johnny Hernández, Johnny Trigo, Freddy Henríquez y el recordado José Tovar, mejor conocido como “el gordo” Tovar con su sección Sin Pose.

Sociales y Personales convivió con Alto Relieve

Ana Mercedes Hernández Pesquera de Bellorín cumplió cabalmente durante más de 50 años al frente de su sección Sociales y Personales en el diario El Universal junto a su compañero de trabajo Richard Delgado Ruiz con su también leída columna Alto Relieve. Ambos daban cuenta de todo el acontecer social de una Caracas amable, elegante, con personajes que por sí mismos representaban una clase social definida.

Como nota curiosa en aquellos años, tanto Anita Mercedes como Richard no permitían hombres sin corbata en las fotos, así como damas muy “descotadas” lo que la señora Bellorín solucionaba sobre la misma foto con un marcador negro para “cerrar” el vestido, el preámbulo del Photoshop.

Fiesta en el Club Dancing Montmatre en Caracas, 1930


Luego de una celebrada carrera en El Universal, Ana Mercedes se despidió para ejercer en El Globo y dar paso a una de las pocas periodistas de profesión como es Mayte Navarro. La gran mayoría son comunicadores prestados de otras profesiones que han ejercido el rol de cronistas sociales.

Mayte tuvo una columna llamada Grandes Cacaos y actualmente es conocida como Madame Glamour en la sección que mantiene en el programa de radio con Carolina Jaimes Branger desde hace más de 15 años y escribe para varios medios como El Universal, Etiqueta, Pasión País, Atril.press.

La parte gráfica en El Universal fue coto casi exclusivo de Aníbal Torres, quien, como sus colegas, no necesitaba preguntar a qué personajes retratar porque sabía quién era el importante, el anfitrión, el pantallero, el nuevo rico o la señora desesperada por aparecer en alguna foto, por más pequeña que fuera la foto, no la señora.

La primera mujer fotógrafo en la crónica social de El Universal fue Gabriela Pulido, actualmente vive en Italia, y también como sus expertos colegas, ella conocía al dedillo quienes eran los retratables de cada fiesta.

Jai Leo

Leopoldo Fontana mantuvo por muchos años su columna Jai Leo, expresión creada por él como combinación de Jai por el jaleo propio de una fiesta y Leo por su nombre, en un juego de palabras donde jai, también se presenta como la castellanización de la palabra en inglés “high”, que pasó a ser sinónimo de alta clase social en la jerga periodística y luego por extensión utilizada ampliamente.

Este periodista, conocedor del mundo social caraqueño como el que más comenta su quehacer en esta profesión que le ha dado muchas satisfacciones:

“En la Cadena Capriles, dónde trabajé en sus revistas y en el vespertino El Mundo, durante más de 40 años, se me daba mucha autonomía, y yo iba a los eventos que quería, a menos que se me indicara un evento que le interesara a la empresa. Pero yo me conduje de modo que se me tenía mucho respeto. Siempre dije: Miguel Ángel Capriles puede mandarme a cubrir una fiesta en Plan de Manzano y yo voy encantado. Pero no me puede enviar a comprar tomates en el mercado de Quinta Crespo. Lo cual si hacía con otros que no se daban su puesto… Yo siempre exigía respeto”.

Almuerzo en la Hacienda La Carlota, 1927.

Todas las fotos que acompañaron la crónica social de Leopoldo Fontana son de autoría y exclusividad de Rafael Méndez, quien tiene el mejor archivo fotográfico donde está registrada la más importante actividad social de toda una época en Caracas.

Este registro fotográfico de Rafael Méndez es un patrimonio gráfico invaluable del acontecer de una sociedad irrepetible por sus valores, cultura, educación, profesionalismo y conocimientos que fueron el pivote de lo que somos como país.

El Boulevard de Elsa

Una señora de la sociedad, Elsa Betancourt Sucre de Casanova Tovar, prestada a las relaciones públicas también ejerció como narradora de fiestas desde su sección Boulevard en las páginas del vespertino 2001.

Simpática, con don de gente, mucho charm y elegantemente vestida aparecía Elsa en las recepciones diplomáticas acompañada de su fotógrafo Alberto Torres Lamprea y en otras ocasiones por Fernando Díaz o Frederick Mills, a quienes indicada a qué personajes retratar y con cuáles invitados, ya que conocía las relaciones del mundillo social porque ejerció las relaciones públicas en el hotel Tamanaco, donde en más de una ocasión se encontró a parejas no oficiales y luego se topaba con la misma persona pero con la señora legal en alguna fiesta. La discreción fue una de sus virtudes.

Carmen Amelia Mendoza, periodista del Bloque De Armas que aprendió el oficio de la crónica social sobre la marcha. En muchas ocasiones la auxilié con los nombres de los retratables.

Otros escribidores de la crónica social como Marisabel Coronil de Ayala, Teresa Hurtado, Dolly Vernon Martínez, Rafael Linares, Héctor García también ejercieron el oficio, así como los fotógrafos Alex Guzmán, Julio Vargas, Julio Rojas, Johnny Hernández, Johnny Trigo, Freddy Henríquez y el recordado José Tovar, mejor conocido como “el gordo” Tovar con su sección Sin Pose.

crónica social
Almuerzo en la Cancillería, Casa Amarilla, 1949


Leonardo Dávalos Tamayo y Pedro Mall Batistella editaron la revista Complot donde dieron protagonismo a la crónica social. La periodista Ana María Khan, profesional culta y sagaz, los acompañó durante varios años en esta publicación.
Marianella Salazar ejerció como editora de la revista Caras cuyas páginas la protagonizaban personajes de la sociedad caraqueña, donde la veterana periodista metía la lupa para que la crónica saliera impecable en estrecha colaboración con Farah Carolina Miranda.

El periodista Otto Casale Ochoa también incursionó en los textos de fiestas y saraos de todo tipo desde diferentes medios donde trabajó.

Durante varios años circuló la revista especializada en crónica social Sin Flash en físico, luego mutó a digital donde gerenció la sección de Sociales la comunicadora Mariadelina Zogbel.

Ocean Drive tiene varias páginas dedicadas a la crónica social bajo la dirección de Ricardo Gutiérrez, Beverly Epelbaum de Cohen, Julieta Dubuc y Anabelly Espina.

El autor de este trabajo mantiene la columna Voyeur Impertinente en la revista Etiqueta que dirige Friné Sánchez Brandt y tuvo la sección de Sociales A Media Luz en la revista Tribuna.

Otros caballeros de la cámara y conocedores de los personajes “retratables” de la crónica social son Néstor Hernández, César Palacios y Víctor Goncalves, quienes ejercen su profesión como fotógrafos freelance en medios de comunicación y como privados en fiestas de diversa índole.

Fiestas malas

Es lógica y generalizada la idea de que todas las fiestas tienen que ser alegres y divertidas per se, que no hay fiesta mala, pero resulta que, aunque parezca una contradicción existen fiestas pésimas, donde puede pasar de todo, desde que se acabe el hielo, que los anfitriones no conozcan a nadie ni saben recibir, o los pasapalos sean insuficientes, eso sin contar que la novia tenga una discusión con la suegra en medio de los invitados o altercados de otro tenor.

Ángela Oráa tiene un rosario de circunstancias que han sucedido tales como que se acabe el licor; el anfitrión se rasca o se queda “pegado” hablando con una sola o varias personas todo el tiempo, también puede suceder que se duerma.

Las reuniones donde ponen el volumen a los más altos decibeles y la gente tiene que hablar por señas en la falsa creencia, de anfitriones y pincha discos, que a mayor volumen la fiesta va a estar más divertida y alegre, lo que resulta el efecto contrario porque los invitados no pueden hablar y muchos huyen a la francesa. A este redactor le ha pasado en más de una ocasión.

Divertidas y prestigiosas

Pero en honor a la verdad esos son casos aislados y no tan frecuentes, las fiestas de Caracas son excepcionales por su alegría y creatividad. El caraqueño sabe divertirse, comportarse y suele ser excelente anfitrión.

Ángela Oráa dice que la fórmula para que una fiesta sea exitosa es aquella que logre una mezcla de gente interesante. “En ese sentido echo de menos los convites de Maruja Beracasa y Moisés Kaswan, personajes como mucho swing y excelentes anfitriones”.

Leopoldo Fontana comenta que el prestigio de la fiesta depende de la calidad de los invitados: “En este sentido debo decir que hasta en el cielo hay jerarquías, y socialmente ¡claro que las hay! Yo en mis crónicas me refería al Coté de Guermantes, con cuya denominación Marcel Proust en la monumental “crónica social” de su obra literaria, describía la nobleza parisina, para referirme precisamente a la “Jai”, de la cual no todos formaban parte, pero si se sabía quién pertenecía”.

crónica social
Fiesta en Caracas para el Cuerpo Diplomático acreditado en Venezuela, 1918


“En mi concepto era gente muy conocida -agrega Fontana- con una trayectoria limpia, una reputación impecable y una gran educación. Para cubrir eventos de la “jai” hacía falta mucha discreción, para no exponerlos con detalles que pudieran perjudicarlos”.

Champaña versus vinos champañizados

Otra característica para que una fiesta sea bien calificada está en la calidad del servicio y del obsequio servido. Esta situación sucede a menudo con los licores que a veces por ignorancia, mal asesoramiento o poca liquidez monetaria, los licores no están a la altura del convite y eso puede ser fatal.

En una ocasión Leopoldo Fontana departía en una boda y le habían obsequiado una gran champaña, según su criterio de buen conocedor.

“En la segunda ronda la champaña no me supo igual -cuenta Fontana- y pedí a ver la botella que para mi sorpresa era la misma, pero mi gusto decía que sabía diferente, que la calidad no era la misma. Me fui para el bar donde servían los licores, en la parte de atrás de la fiesta y vi trasegando un espumante barato en las botellas de la gran champaña. Sorprendido, el capitán de mesoneros me dijo: el anfitrión ordenó que este espumante fuese envasado en las botellas de la otra champaña, porque los invitados no se iban a dar cuenta…”

En este aspecto Fontana comenta: “La pretensión es la gran enemiga de la elegancia. Preferible son unos tequeños excelentes a un caviar mediocre, y, por cierto -añade- el matrimonio no era de la “jai”.

En el mismo tema de la champaña ha sucedido que los mesoneros sirven una botella de gran calidad para un grupo de invitados y para el resto obsequian una de ínfima categoría. El anfitrión hace señas e indica para cuáles invitados es una u otra.

Esta actitud no tiene calificativo, es una aberración de lo que debe ser un buen anfitrión ya que clasifica en categorías a sus invitados en una misma fiesta.

La solidaridad democrática y fiestera

Si hay algo que se debe destacar del venezolano, y que no se repite en las sociedades de otros países, es la solidaridad, hermandad y cariño puro que se siente por los coterráneos de bien, por la gente que trabaja con honestidad y presta sus servicios con gentileza y educación.

El cronista Leopoldo Fontana tiene innumerables anécdotas de situaciones de todo tipo y estilo en las reuniones sociales de Caracas, pero la que más me ha gustado es la protagonizada por “Moncho Brujo” personaje de la nocturnidad caraqueña y fundador de una empresa que controlaba la entrada de los invitados e impedir así la posible llegada de los coleados y brindaba seguridad a los asistentes.

Cuenta Fontana sobre la boda de la hija del conocido personaje “Moncho Brujo”:

“La prueba es cuando más orgulloso me sentí de ser venezolano, dice con denodada satisfacción Fontana. Mi amigo, muy querido, Miguel Ángel “Moncho Brujo” Gil Blanco, pilar de su comunidad en Las Minas de Baruta, y un caballero en toda la extensión de la palabra, había creado, valiéndose de su conexión con la sociedad de Caracas a través de sus amigos de infancia, los muchachos de Los Chorros y del Country Club, con los cuales creció tumbando mangos, una original empresa titulada “Control de Recepciones”, la cual era casi más importante que el obsequio, porque en las recepciones diplomáticas, los matrimonios, y sobre todo los bailes de quince años, filtraba la entrada impidiendo el paso a los coleados”.

“Cuando “Moncho Brujo” casó a su hija, invitó a toda la “jai” a quien le había servido con su empresa en la entrada de sus fiestas. Y absolutamente todo el mundo asistió con sus mejores galas, como si se casara uno de ellos. La muy distinguida embajadora del Brasil me comentó asombrada: verdaderamente que ustedes los venezolanos son clase aparte, porque en ninguno de los países donde mi marido y yo hemos sido embajadores, esto se hubiera podido dar”.

Socialite y socialité

Socialite designa específicamente a las personas muy conocidas en la sociedad por su constante aparición en la crónica social y sus múltiples relaciones sociales ya que frecuentan fiestas y lugares de entretenimiento.

Un auténtico socialite suele pertenecer a la alta clase social, aunque no necesariamente, sino que también tiene el don de “saber estar” y conocer los códigos sociales de los salones donde se desarrolla esta vida.


crónica social
Baile de carnaval en el Club Venezuela años 40 Foto Torito

La palabra correcta es socialite, que procede del inglés y es sinónimo de otro extranjerismo como celebrity por celebridad o persona famosa.

La voz socialité, con acento en la última sílaba para hacerla afrancesada, en realidad no existe en el idioma francés, pero en la creencia de ser más cultos o refinados se ha extendido esta palabra que se podría tildar como de seudo-galicismo tomado del inglés y que sirve de adjetivo calificativo para las personas consideradas como celebridades.

Las palabras o neologismos terminan por aceptarse debido a su uso, que se va extendiendo como prácticamente está sucediendo con socialité, aun cuando su origen es netamente inglés.

«Instagrameable»

El término “instagrameable” de novísimo cuño, es derivado de la palabra anglosajona Instagram y define una situación que es digna de publicar en esa red social.

Instagram es una aplicación de Internet cuyas imágenes y videos se intercambian de manera instantánea. Instagram… de instante, instantáneo, inmediato, en un espacio de tiempo muy breve.

La idea de que algo sea posiblemente “instagrameable” nace de las producciones en fotos y videos para que sean vistas y “apreciadas” por miles de personas por muy poco tiempo a través de la aplicación cibernética Instagram.

El tema surge porque la cronista Ángela Oráa, en su inquietud por desentrañar el afán de los anfitriones en realizar mega producciones con efectos especiales para una fiesta de quinceañera o la celebración de un matrimonio, preguntó al más reconocido decorador de fiestas y creador de ambientes de Caracas, Edward Sitzer, por qué se consumían grandes cantidades de dinero para ostentar al máximo en una secuencia de derroche, fantasía, despliegue y sensación de lujo, para muy poco tiempo.

La respuesta fue que ese derroche debe ser “instagrameable”. Todo está pensado en cómo va a ser visto a través de la nueva forma de exhibición llamada Instagram, que durará solo un ratico, un momento, un instante, como el origen mismo de la palabra.

A los anfitriones quizá no les importe tanto cómo estuvo la fiesta, si los invitados se divirtieron y la pasaron estupendo, si había licores y pasapalos o cualquier otro tipo de obsequio.

La obsesión está en derrochar la mayor cantidad de dinero para exhibir y demostrar poderío económico, pero que todo salga “bonito” en Instagram, porque es la nueva plataforma de exhibición.

Verba volant, scripta manent decían los antiguos romanos para señalar que las palabras vuelan y lo escrito permanece.

Créditos y bibliografía

Todas las fotos son cortesía de la colección de José Gabriel Escala Méndez.

Arístides Rojas. La primera taza de café en el valle de Caracas. Tipografía El Globo, Caracas 1957

José García de La Concha. Reminiscencias. Caracas 1962

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