Opinión

¿Han oído hablar del “Oro de Moscú”?

7.900 cajas con casi la totalidad de las reservas en oro de España salieron rumbo a la Unión Soviética en 1936, pero no llegaron todas. Madrid creyó que aquel era un buen lugar para resguardar sus fondos. Y se quedó sin nada. Carolina Jaimes Branger recuerda el episodio histórico con la mente puesta en algunos que también pensaron que era una opción ideal para depositar sus fortunas

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Oro

Francisco Largo Caballero fue el primer presidente del Gobierno de España de clase trabajadora, entre 1936 y 1937. «Cuando algún ministro preguntaba por los asuntos de guerra y pedía noticias, Caballero contestaba: ‘Se enterará usted por los periódicos'», escribió Manuel Azaña en el relato de su cese. Republicanos, comunistas e incluso socialistas creían que Largo Caballero no podría mantener a la República. Suena familiar, ¿no?…

Según El Mundo, 30/9/2020, Largo se convirtió en la némesis de su compañero Julián Besteiro, de quien dicen, era lo contrario: “el hombre de acción y autodidacta, mesiánico, calculador, oportunista y probablemente brutal. Durante décadas, la melodía de sus dos apellidos ha sido una especie de anagrama de todo lo que a la Segunda República se le puede reprochar desde un punto de vista demócrata”. Suena familiar también.

Pues bien, Largo Caballero, quien soñaba con instaurar la “Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas”, un alter ego de la URSS, decidió poner el 72% del oro de España en las bóvedas soviéticas, una parte para resguardarlo, porque el llamado “ejército de África”, comandado por Franco, venía avanzando hacia Madrid, encontrándose en el momento de tomarse la decisión en Talavera de la Reina, a 116 kilómetros de Madrid, y la otra parte para pagar el apoyo soviético que consistió en el envío de soldados, asesores, técnicos, aviones, tanques y materias primas.

El depósito completo ascendía a 509.287,18 kilogramos de monedas y 792.346 kilogramos de oro en lingotes y recortes: un total, pues, de exactamente 510.079.529,30 gramos de oro bruto, que a una ley media de 900 milésimas equivalía a unas 14.807.363,8 onzas troy. El valor de este oro era de aproximadamente 518 millones de dólares. Aparte de ello, el valor numismático de las monedas era muy superior al del oro que contenían, aunque los soviéticos no lo calcularon ni lo tuvieron en cuenta.

Cuentan que el cajero principal del Banco de España, al ver que la reserva de oro iba a ser evacuada, se suicidó en su despacho. A Moscú llegaron 7.800 de las 7.900 cajas que se embarcaron en el puerto de Cartegena, España. Nunca se conoció el destino de las 100 cajas perdidas. El hecho final es que la Unión Soviética se apoderó de las casi 510 toneladas de oro del Banco de España “en cobro por la ayuda militar prestada al bando republicano en la Guerra Civil (1936-39)”.

Hago este largo preámbulo para explicar por qué los soviéticos, en este caso los rusos, nunca han sido confiables. Y aquí casi la totalidad de los boliburgueses, enchufados y fauna afín, tienen su dinero depositado en bancos rusos, que lo más probable es que jamás vuelvan a ver, ni oler, ni disfrutar en lo que les queda de vida. Tampoco lo harán sus herederos. Les dirán, como a los españoles, que se perdió -como las 100 cajas- o que era parte del pago por el apoyo y asesoría a la revolución chavista madurista. Lo que pensaron en un principio que sería un paraíso fiscal se les está convirtiendo en un infierno ante la incertidumbre de qué sucederá con esos fondos. Pero los rusos permanecerán inmutables, créanme. Total, dicen que “ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón”.

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