Opinión

La era de los cabezas de hashtag

¿Qué tiempos son estos? Cacería de estatuas en un afán absurdo de renegar de la historia. La ola de indignados por todo avanza y en su desenfreno se lleva por delante incluso lo que la hizo explotar en primera instancia: un reclamo legítimo que corre el riesgo de quedar sepultado bajo la banalidad

cabezas de hashtag
Composición gráfica: Yiseld Yemiñany
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Entonces en las próximas navidades escucharemos a Cardenales del Éxito entonar su legendaria gaita con unos pequeños cambios en la letra. Y dice así: “A mí me llaman afrodescendiente bribón porque me gusta el alboroto y el jolgorio…”. Por ejemplo.

Y después vendrá la película del Batman Blanco. «White Batman». Y decapitan la figura de Mafalda porque representa la idea de una familia patriarcal conservadora pequeño burguesa argentina. Y le ponen un pene gigante de mármol a la estatua de la Libertad porque su imagen es ofensiva y excluyente para estos tiempos. Strap-on Liberty, se llama.

Prohíben a los Bee Gees y queman a las familias que guarden cintas de VHS de la series televisivas de los 80 como “Diff´rent Strokes” y “The Hazard Dukes”. Y también, por qué no, por primera vez para el público mundial…el único… el inigualable: ¡el sorprendente holograma del Pavarotti malayo! Igualito. Canta igual, con el mismo repertorio, «O Sole Mio», “Nessun Dorma” pero tiene rasgos y fenotipo de una persona nativa de Kuala Lumpur. Y bueno, es un holograma. Es muy inclusivo. Solo disponible en Malasia. Las mujeres abusadas se venden por separado.

Así de absurdo puede llegar a resultar la epopeya oligofrénica de reescribir la historia en virtud de gestas ya liberadas y conquistas que ciertamente la civilización había conseguido o al menos estaba en camino de consagrar.

Sin saber muy bien de qué manera volvemos al siglo XIX y nos encontramos frente a una especie de dogmatismo liberal que muta rápidamente hacia una suerte de ley islámica para occidente: canciones prohibidas, películas y libros quemados, bailes ilícitos, pinturas demoniacas, alimentos profanos y herejías deportivas. Se viene el Messi negro.

El veto a una obra cinematográfica de 1939 como “Lo que el viento se llevó” o salir a ofrecer disculpas por el guion de un sitcom de TV de los años noventa es tan grave como la destrucción del templo de Baalshamin por los cohetes rusos de las milicias islamistas del ISIS y la metódica destrucción patrimonial masiva en Mosul, Faluya o Tikrit por parte de estos grupos extremistas. Es exactamente lo mismo. Idéntico.

La historia de la humanidad es de hecho bastante trágica, lúgubre y sangrienta como para ir por la vida removiendo tumbas. Y sí. Los infantes belgas jugaban con bebés negritos que traficaban en jaulas de pájaros en aquel Congo africano brutalmente esclavizado por Leopoldo II. Pero eso nada tiene que ver con un monumento inanimado de bronce que unas personas, de un tiempo remoto y por determinadas razones, decidieron, un buen día, colocar en una placita de Amberes.

Aquí lo más importante, en todo caso, es que ya no hay jaulas de guacamayas con niños negros comiendo alpiste en las tiendas de animales de Bruselas. La estatua estaba ahí para explicarnos algo. De dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde vamos.

¿Un policía cometió un homicidio con brutalidad discriminatoria? Pues entonces eliminen el edificio completo ¿Un incendio devoró la iglesia? Buen momento para que fusilen a los bomberos. ¿Un niño se robó un pedazo de pastel de la nevera? ¡Córtenle las manitos!

Definitivamente hay una mala interpretación sobre la contemporaneidad y creo que los únicos responsables, temo decir, son los protagonistas de la generación de cambio y los conglomerados de poder que sacan partido de ellos. Filósofos de corto alcance, con ideas tan efímeras como lo que dura una tendencia en Twitter. Tan insustanciales como una merengada de tofu y tan peligrosos como un niple.

Más allá de la testosterona, la rebeldía y el idealismo propio de la juventud se descubre una “falla de origen” de los nativos del 2.0 que reposa en algún lugar del cerebro en donde se consiguen la semiótica cognitiva con la comprensión lectora. Digo yo. Un déficit funcional del entendimiento que dura 140 impulsos neurológicos. No son cabezas de ñame, son “cabezas de hashtag” y ya están viviendo entre nosotros.

Vieron la película pero no entendieron nada de nada. Una generación que aplaude a comediantes que no dan risa y se ríe de pintorescas novedosas atrocidades.

“Ok Boomer”, me quedé. Me dicen. Soy. Tampoco lo entienden: cabezas de hashtag, les dije ya.

Se desconoce igualmente que los boomers, los “baby boomers” son los nacidos durante la posguerra entre los años 1946 y 1965. Los protagonistas del bienestar económico y la estabilidad social que trajo consigo el ahora subestimado american way of life. Ciertamente no pertenezco a esa generación aunque sea capaz de escribir esto.

Por el momento, decidí que todavía no estoy listo para lavar pies, pero ahorita mismo voy saliendo para Naiguatá a demoler la estatua del Rey Pescado Frito porque a los 8 años me tragué la espina de una catalana y terminé en la medicatura de Mamo. La pasé mal. Aquel episodio definió el rumbo de mi vida.

Y ya lo había dicho mi amigo de talentos premonitorios Alejandro Rebolledo en su obra inédita e inconclusa El Conde De Revollones:

“Soy pesimista, solo se es joven una vez y cada vuelta de tuerca se hace más cansina y tortuosa. Un casta absurda, el último remate de existencialismo puro y duro quizás en todo el hemisferio. Adolescentes eternos, sin familia, sin piso propio, sin coche, sin fe y con la ideología de uno mismo. Tan autónomos como perdidos. Reminiscencias de un mundo perdido. Nosotros afortunados hijos de la últimas décadas del pasado milenio. Enfrascados en el estilismo, la música, las comas, el punto y aparte y la moda. En ser diferentes, desiguales, underground.

Suena superficial ahora que miramos atrás, pero en un mundo que vuelve a estar dominado por los dogmas: la religión, el patriotismo, en ´ser parte de´ resulta más bien un privilegio haber nacido en una época y haber vivido un mundo en el que precisamente, los dogmas y las ideologías parecían derrumbarse al tiempo que nacían nuevas tecnologías, internet y todo lo que vino después anunciaban la gran ruptura. Nada que ver. 45 años después, parece haber sólo dos alternativas: X Factor o la Sharia. Qué dilema”.

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