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La ilusión Vinotinto

Tal vez no sea casual que la acepción positiva de "ilusión" exista sólo en el idioma español. En otras lenguas, se refiere a aquello que carece de sostén. En psicología, el término refiere a una esperanza sin fundamentos. Y desde el estricto punto de vista científico, puede ser una distorsión de la percepción. La más conocida: la ilusión óptica.

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Venezuela goleó 5-0 a Bolivia. En un estadio en el que no cabía un alfiler. Los delanteros aparecieron, los volantes asistieron y los defensas defendieron. Por primera vez, la Vinotinto consigue un resultado con ese marcador. Por primera vez, un atacante criollo suma un hat-trick en una eliminatoria: Josef Martínez. La felicidad.

Pero como en aquella hermosa película de Giuseppe Tornatore, «Stanno Tutti Bene», que protagonizó Marcello Mastroianni, detrás de la aparente felicidad de los hijos de Matteo Scuro hay un montón de mentiras, de montajes, que esconden la verdadera tragedia de la familia.

Porque lo del Monumental de Maturín fue un montaje. La Gobernación, con entradas propias y el estadio luego, abriendo sus puertas a Gualberto Y Barreto, generó un fanatismo de cartón. Peor aún, cuando aparecieron los gritos más honestos, aquellos que ya son rutina en cada instalación deportiva, el locutor y la música se unieron en un ruido estridente, que seguramente generará otra sanción, luego de la base lunar que sirvió de cancha. Igual, el «Y va a caer» traspasó el estado Monagas.

Entradas gratis, cancha que podría avergonzar a una liga adolescente y censura. Todo eso en 90 minutos. Es como si la Federación Venezolana de Fútbol quisiera una implosión. Porque esos cinco goles en Mérida, en Pueblo Nuevo o en cualquier cancha con un mínimo de condiciones, habría tenido otro impacto y la fotografía para el recuerdo habría sido hermosa.

¿Hay cinco goles de diferencia entre Venezuela y Bolivia? Esta alineación en la que Rómulo Otero demostró lo que todos saben que puede dar, ¿es una consecuencia de las ausencias o es una propuesta real de lo que buscará Rafael Dudamel de aquí en adelante? Porque ver a Renzo Zambrano, Jhon Murillo y Jacobo Kouffati en un 11 inicial es tan interesante como enigmático.

Ah… !la ilusión!

«No hay mayor ilusión, para el futbolista, que vestir la camiseta de la selección nacional», nos han dicho. Es el deseo máximo, en todo caso. Pero a veces lo que realmente mueve al profesional es demostrar que el técnico o los fanáticos o los periodistas se equivocan. En ese aspecto, Otero se sacó del cuerpo aquella extraña decisión de Dudamel en Mérida. Desde ese día, sentado en el estadio, elaboró su plan, como Verbal Kint (Kevin Spacey) en «Sospechosos habituales». Y Murillo fue Dr. Strangelove. Con su magia, hizo de ese campo minado una alfombra. Ensanchó, creó, pasó, divirtió. Con esta fórmula, todo se le simplificó a los de adelante.

Y lo anterior nos trae a una interesante pregunta: ¿Debe seguir jugando Venezuela con un «9» puro? ¿Es Salomón Rondón la cadena que frena la libertad de Prometeo? Aunque no hay respuestas, habrá que meter la lupa en esa alegría juvenil que se vio en el último cuarto de cancha. Claro, antes de acelerar conclusiones, no olvidemos el rival, qué trajo, qué crisis vive.

En todo caso, para una selección que no había sumado tres puntos y que por primera vez sale del fondo de la tabla, el resultado se resume en esta conversación que aparece en «El Coronel no tiene que le escriba»:

– La ilusión no se come – dijo ella.
– No se come, pero alimenta – replicó el coronel. 

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