¿Te gustan los roles de anguila? Pueden ser los últimos que te comas
La historia de la anguila se divide en dos: 60 millones de años de sobrevivencia y 4 décadas en declive. Este pez con forma de serpiente se ve amenazada, en peligro de extinción, por la codicia del hombre
Después de ensartar la anguila que acaba de cortar, Tsuyoshi Hachisuka coloca sobre su parrilla este pescado imprescindible en la gastronomía japonesa que, ahora, es considerada una especie amenazada. Su escasez dispara los precios y atrae la atención de traficantes.
Abundante durante mucho tiempo en el mundo entero, hasta el punto de considerarse perjudicial, la anguila se ve ahora amenazada, en peligro de extinción, por la codicia del hombre por este pez alrededor del que se desarrolla un importante mercado negro.
Este animal con aspecto de serpiente es un pescado consumido en el mundo entero. Pero particularmente es apreciado en el archipiélago nipón, que cuenta con numerosos restaurantes especializados como este en Hamamatsu, en el departamento de Shizuoka.
Las espinas encontradas en monumentos funerarios de Japón atestiguan que la anguila ya se consumía hace varios miles de años. Desde el siglo XVII, se come generalmente en kabayaki, unas brochetas a la parrilla empapadas con una salsa de soja y mirin (licor de arroz).
Hachisuka, de 66 años, utiliza la misma salsa desde que abrió su restaurante hace más de 40 años. «La arreglo sobre la marcha, no puede ser demasiado dulce ni demasiado salada», explica a AFP.
Pero la remota presencia de la anguila en las tradiciones culinarias de Japón y el hecho de que no se puede reproducir en cautividad, han colocado esta especie en una situación crítica, con consecuencias directas sobre su precio.
«Un plato de unaju (anguila sobre una base de arroz) vale actualmente casi tres veces más que cuando empecé», indica Hachisuka.
Los misterios de la anguila
La captura de angulas, la cría de la anguila, cayeron 10% respecto a los años 1960 en el archipiélago. Y la anguila de Japón fue inscrita en 2014 en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Pero su ciclo de vida complejo y todavía poco conocido dificulta las tareas de protección.
Prejuicios sobre la anguila
En pocas décadas, «hemos pasado de pensar que la anguila era perjudicial a temer por su futuro», dice el ecólogo marino francés Eric Feunteun.
En los años 1960, «la anguila era abundante en todos los cursos de agua, los estuarios», dice este especialista.
Y las angulas, sus crías, no tenían valor. «Mi abuela tenía un café en Nantes, cerca del Loira, y a veces los clientes con menos dinero le traían un cubo de angulas para pagar el café», recuerda.
Su forma de serpiente le trajo mala reputación en Europa. Y fue acusada equivocadamente de comerse los salmones.
Finalmente, en 2007, la Unión Europea obligó a sus miembros a desplegar planes de gestión de la anguila. En 2010 prohibió la exportación de angulas.
Aunque sus capturas han caído a menos del 10% respecto a los años 1960, la anguila europea es la especie más amenazada, por delante de la japonesa y la estadounidense.
Misterioso animal
El misterio del origen de la anguila ha apasionado a los investigadores desde tiempos muy antiguos. El filósofo griego Aristóteles, que las estudió hace 2.300 años, pensaba que aparecían espontáneamente en el lodo al no haber encontrado nunca restos de larvas de esta especie.
«Pensamos que la anguila apareció hace unos 60 millones de años cerca de la isla de Borneo», explica Mari Kuroki, del departamento de biociencias acuáticas de la Universidad de Tokio.
Después se expandió por todo el mundo. Actualmente, sus 19 especies y subespecies ondulan por todos los océanos del planeta, incluido el Antártico.
Recién a comienzos del siglo XX los científicos descubrieron que las anguilas europea y estadounidense nacen en el mar de Sargazos, cerca de Cuba, desde donde sus larvas se dejan llevar por la corriente hasta los continentes.
«A medida que la deriva de los continentes hicieron evolucionar las corrientes marinas y alejaban las zonas de vida y de puesta, la anguila se adaptó», precisa Kuroki.
Pero la ubicación de las zonas de reproducción de muchas de otras especies todavía se desconocen hoy en día.
Un largo viaje
En 2009, una expedición científica nipona identificó formalmente por primera vez que la especie llamada «anguila de Japón» se reproduce al oeste de las islas Marianas, a entre 2.000 y 3.000 kilómetros de las costas del país.
Cuando se acercan a las costas, las larvas evolucionan en angulas y llegan hasta los estuarios y los ríos de Japón, pero también de Taiwán, China y Corea del Sur, donde se convierten en anguilas y viven una media de entre 5 y 15 años antes de volver mar adentro para poner huevos y morir.
Los científicos apuntan a un conjunto de factores, todos imputables al hombre, para explicar el declive de la población de anguilas a escala mundial, como la sobrepesca o la alteración de los ciclos oceánicos vinculados al cambio climático.
Humanos culpables
El deterioro de los hábitats en agua dulce o la contaminación también juegan en contra de su supervivencia. Y la construcción de presas hidroeléctricas perturban las migraciones y provocan la muerte de muchos ejemplares en sus turbinas.
«Hemos destruido el hábitat de la anguila, esto es lo que realmente la ha matado», dice Andrew Kerr, presidente del grupo Susteinable Eel (Anguila Sostenible). Europa ha perdido tres cuartas partes de sus humedales en menos de un siglo y cuenta con múltiples presas hidroeléctricas que perturban sus migraciones, indica.
Para tratar de gestionar mejor este recurso, científicos de los cuatro países en los que vive principalmente la anguila japonesa cooperan desde 2012 y establecieron cuotas de pesca en 2015.
Pero estas restricciones, unidas a la prohibición de la Unión Europea de exportar angulas, provocaron el desarrollo de la pesca furtiva y del tráfico mundial, especialmente desde Europa y Estados Unidos.
Los criaderos de angulas estadounidenses suministran actualmente más del 99% de anguilas consumidas en Japón.
«Oro blanco»
En 2020, la pesca declarada y las importaciones legales de angulas a Japón representan menos de 14 toneladas en total, según la Agencia Japonesa de la Pesca. Pero hay más de 20 toneladas en crianza. Esta es una diferencia que denota una lucrativa economía paralela.
La situación es más grave según la organización WWF Japón, que calcula que entre 40 y 60% de las angulas criadas en el país proceden de filiales ilícitas.
En Hamamatsu, las aguas salobres del lago Hamana, situado junto al mar, ofrece un entorno ideal para las anguilas y cada año, entre diciembre y abril, se practica la pesca de angulas bajo la mayor discreción.
«La anguila es el pescado más caro de este lago», asegura Kunihiko Kato, un pescador de 66 años, recogiendo la larga red con extremo cónico que le sirve para atrapar angulas. «Entonces vamos con cuidado» para no despertar a los codiciosos, dice.
El precio de las angulas, a veces llamadas «oro blanco», fluctúa con fuerza en función de la captura. El kilo se negociaba a una media de 1,32 millones de yenes (11.640 dólares) en 2020 según AJP, pero en 2018 alcanzó un récord de 2,99 millones de yenes (26.370 dólares).
El consumo anual de anguilas en Japón se dividió por tres desde su récord de 160.000 toneladas en 2000, según cifras oficiales. Su precio cada vez más alto reduce las ocasiones para consumirlo, indica Senichiro Kamo, mayorista de productos del mar instalado a orillas del lago Hamana.
«Hubo una época en que todas las parrilladas y las comidas servidas en los hoteles de la zona eran a base de anguila», recuerda Kamo. Para su economía, este pescado representa 50% de su facturación.
«También se utilizaban en las bandejas de comida vendidas en las estaciones. Pero como su precio se ha triplicado, ya no es posible», indica.
«Apreciar cada anguila»
Para favorecer su conservación, Japón inició en los años 1960 investigaciones para su reproducción artificial.
En 2010, unos científicos consiguieron por primera vez obtener en laboratorio dos generaciones sucesivas de anguilas, un avance decisivo.
Pero estas anguilas «artificiales» están todavía lejos de poder ser introducidas en el mercado, reconoce Ryusuke Sudo, investigador de un centro especializado de la AJP en la península de Izu.
«El mayor obstáculo actualmente es que el coste de este método es demasiado elevado», principalmente a causa de una baja tasa de reproducción que necesita la intervención humana para cada individuo y un tiempo de crecimiento de las angulas más largo que para los ejemplares pescados en la naturaleza, dice Sudo.
Pero Mari Kuroki considera que la mejor forma de salvar la especie es tomar conciencia colectivamente. «Hay que apreciar cada anguila que comemos (…) teniendo claro que se trata de un recurso natural precioso».
Para salvarla, se han probado varios sistemas, desde programas de restauración de su hábitat, repoblación, adaptaciones de presas hidroeléctricas o sistemas para mejorar la trazabilidad de la anguila, cuya escasez alimenta un lucrativo tráfico ilegal hacia Asia.
«Hemos destruido el hábitat de la anguila, esto es lo que realmente la ha matado», dice Andrew Kerr, presidente del grupo Susteinable Eel (Anguila Sostenible). Europa ha perdido tres cuartas partes de sus humedales en menos de un siglo y cuenta con múltiples presas hidroeléctricas que perturban sus migraciones, indica.
El negocio ilegal
Se estima que el tráfico anual de angulas desde Europa hacia Asia equivale a 3.000 millones de euros (3.400 millones de dólares).
Susteinable Eel calcula que 23% de las angulas europeas se exportan cada año ilegalmente a Asia, principalmente a China. Es el «mayor crimen contra la fauna del planeta», dice Andrew Kerr.
Además, es un negocio con «mucho más margen que el tráfico de drogas o armas», indica. La angula comprada a 0,1 euros a un pescador europeo se acaba vendiendo una vez desarrollada como anguila por 10 euros en Asia.
¿Reproducción artificial?
Investigadores japoneses tratan desde 1960 reproducir artificialmente anguilas, que no se reproducen en cautividad.
«Actualmente, cerca del 100% de las anguilas que consumimos son angulas capturadas en la naturaleza y criadas en acuicultura», dice Ryusuke Sudo, experto de la Agencia Japonesa de Pesca.
Pero el coste de criarlas artificialmente es «muy elevado» por las bajas tasas de reproducción y el largo tiempo de desarrollo, dice Sudo.
¿Puede desaparecer?
«Es una familia que existe desde hace 60-70 millones de años, que sobrevivió a los dinosaurios y que, paradójicamente, está muy poco diversificada», con solo 19 especies y subespecies, dice Feunteun.
Pero la supervivencia de la especie está «hoy amenazada por las presiones humanas: 70 millones de años de existencia y cuarenta años de declive», resume el experto.
Aun así, alberga esperanzas: «es una especie que ha mostrado en las crisis climáticas anteriores que ha podido reimpulsarse a partir de muy pocos individuos».
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