Entre los varios indicios que llevan al alto gobierno a figurarse la existencia de una componenda para arrinconar al gobierno bolivariano está la pésima calificación que obtiene Venezuela en el denominado “riesgo-país”. Una variable del universo económico global al cual los chavistas tienen años que no le prestan la menor atención, seguramente por considerarla también un instrumento del esclavismo mundial.
La tasa de riesgo país de Venezuela es la más alta de las economías emergentes, esto es, las naciones que habitualmente viven de la venta de sus materias primas, y que ocupan un escalón intermedio entre el mundo desarrollado y las naciones más postradas del globo. Paradojas de la vida: cómo están pesando estas variables ante la situación interna del país.
Venezuela está llegando a una situación límite en términos financieros, en virtud de la conducta dispendiosa y de despilfarro que han observado los chavistas en el gobierno, y esa circunstancia se agrava de forma inesperada ahora que los precios del petróleo comenzaron a bajar.
Desde cualquier punto de vista, es normal que el país esté tan mal visto en los escenarios económicos del mundo. Maduro lo sabe, pero no lo dice, porque, colocado en la dificultad en la que está, sólo le queda un camino: victimizarse. Lo otro sería tener que reconocer que tienen 15 años actuando de forma antieconómica e irresponsable, y asumir eso a estas alturas ya es imposible. En este momento Venezuela tiene un déficit fiscal de 20 puntos del PIB –similar, por ejemplo, al que tiene Grecia con su crisis financiera-; un desbalance monetario que produce uno de los 3 índices inflacionarios más altos del mundo; un entorno industrial en ruinas y un alarmante estado de desinversión.
Parece haber hecho crisis esta postura tan cara a Maduro, heredada de Hugo Chávez, según la cual los capitales y los empresarios eran amenazados, insultados y responsabilizados de todos los males de la humanidad, mientras al mismo tiempo se les invitaba a invertir “para trabajar por el país”. Nadie en el mundo le cree a Venezuela.
Los ingresos petroleros bajan; la nación ha quebrado; las divisas no existen. Las cuentas de las arcas nacionales, los famosos “índices macroeconómicos” que el chavismo tanto ha subestimado, sobre todo por ignorancia, colocan a Venezuela en la antesala al precipicio. El gobierno no toma decisiones y sigue hipnotizado con esos pintorescos y completamente inútiles operativos de fiscalización de precios.