Opinión

Nos creen idiotas

Hay cosas contra las que no se puede luchar. Por ejemplo, cuando la tierra decide temblar no hay mas que buscar protección, sin que esto signifique que hemos escapado al peligro. Otro ejemplo es la genética; nacemos con una identidad que difícilmente lograremos esconder, incluso si se trata de Uma Thurman.

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En toda la historia deportiva de nuestro país, la buena intención o los intereses ocultos han caracterizado a aquellos que han ocupado cargos directivos. Existe el amor por la actividad, pero ese sentimiento va enmarcado dentro de la primera característica que mencionaba; sólo quien adora puede intentar mejorar lo que ya existe. Me parece inútil sacar la cuenta de cuantos están de un lado y cuantos de otros, el hecho es que el ser humano es como es y no hay nada que podamos hacer al respecto.

Volviendo a la genética, esta es definida por la Real Academia Española como «parte de la biología que trata de la herencia y de lo relacionado con ella». Es un concepto claro, pero prefiero ir a Wikipedia -aunque esto atente contra mi credibilidad- para encontrar una exposición más clara. Según esta enciclopedia on line, «La genética (del griego antiguoγενετικός /guennetikós/, ‘genetivo’, y este de γένεσις /guénesis/, ‘origen’) es el campo de la biología que busca comprender la herencia biológica que se transmite de generación en generación». Por si quedaba una duda, esta web aclara que «el estudio de la genética permite comprender qué es lo que exactamente ocurre en el ciclo celular, (replicar nuestras células) y reproducción, (meiosis) de los seres vivos y cómo puede ser que, por ejemplo, entre seres humanos se transmiten características biológicas genotipo (contenido del genoma específico de un individuo en forma de ADN), características físicas fenotipo, de apariencia y hasta de personalidad».

A estas alturas, usted está en todo su derecho de preguntarse qué carajo tiene todo esto que ver con fútbol. Pues bien, no se si a usted le ha pasado pero cuando en determinadas situaciones, pongamos por ejemplo las declaraciones de la directiva de Estudiantes de Mérida defendiendo su gestión del caso Carlos De Castro y acusando a medios de Caracas y a la Asociación Única de Futbolistas Profesionales de Venezuela de mentir o exagerar, uno recurre a la ciencia, no ya para descifrar tanto cuento chino sino para intentar comprender las razones por las que estos señores nos ven cara de idiotas. En situaciones como la que menciono, es necesario apartarnos de cualquier rasgo de soberbia y admitir que o somos idiotas o nos creen idiotas.

Son pocas, muy pocas, las verdades absolutas que encontramos en nuestra vida, pero una vez que tropezamos con alguna de ellas, no queda sino estudiarla y aceptarla. El caso es que las directivas -anteriores y actual- de Estudiantes de Mérida han hundido al club en un abismo tal que ante cada problema, estas deben recurrir al Gobernador del estado para que limpie sus, llamémoslos, desastres. Esa es una verdad tan cierta y tan grande como el sol.

Otra es, por ejemplo, que gracias al extraordinario manejo de los recursos y una ejemplar capacidad de planificación, estos señores han contratado futbolistas a los que luego no les pueden honrar los compromisos contractuales. No distinguen nacionalidades, sólo importa ofrecerles imposibles para luego huir.

Mientras estos señores se defienden de los ataques de la «prensa mal informada» o de los mal intencionados periodistas de la capital, cuyo único objetivo es ver caer a Estudiantes, los magníficos dirigentes merideños aún no le explican a su público -verdaderos dueños de Estudiantes y del fútbol- cómo es que han llegado a esta situación. Tampoco explicarán las razones por las que un buen tipo como Johan Santana quedó apartado del acontecer del equipo, ni darán razones por las que solo después del fallecimiento de De Castro reconocieron e intentaron solucionar deudas y demás compromisos vencidos.

Lo que seguramente si harán es mantener su desprecio por el público, al fin y al cabo parecen hijos de aquel sinvergüenza que exclamó desconocer con qué se comía eso de la sociedad civil. Uno, que no hace más que observar y asustarse, no tiene más camino que seguir intentando encontrar razones en la genética o incursionar en otras ramas de la ciencia en búsqueda de una explicación, no sobre los comportamientos humanos, sino del por qué estos tipos nos quieren ver la cara de bolsa.

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