Opinión

Jaxy: un legado de amor

Cuesta entender como el cáncer tiene el poder de llevarse tantas almas nobles. Protegidos o no, encerrados o no. Niños o adultos. Cuesta además imaginar cómo después de tantos años no se ha podido crear un antídoto que controle sus efectos con el menor daño posible. Este ha sido el caso reciente de mi gran amiga, Jaxilde, que dejó este plano de existencia después de una larga lucha de poco más de 9 años

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Cortesia

Al momento de escribir este artículo, el número de muertes reportadas por la Organización Mundial de la Salud a causa del coronavirus, COVID-19, supera un poco más de 450 mil muertes alrededor del mundo, que representan aproximadamente un 5% del total de casos confirmados. Cifra nada despreciable que se agiganta si sumamos las medidas restrictivas a la movilidad instruidas por la mayoría de los gobiernos del mundo.

No obstante, si bien esta pandemia nos está dejando una huella imborrable en la historia reciente de la humanidad -entre otras- por sus devastadoras consecuencias económicas, las estadísticas de fallecidos por causa del cáncer representan cifras dantescas que no cesan de inquietarnos cada año y que cobran la vida de millones de personas alrededor del mundo. Aún más, si bien los adelantos científicos han contribuido a mitigar el número de muertes o extender la calidad de vida de quienes lo padecen, es claro que a pesar de los esfuerzos no se ha conseguido una cura definitiva, como si se espera para finales de año con la actual pandemia.

La recreación de estas estadísticas y las diferencias marcadas entre ambas enfermedades no son de modo alguno una minimización de los estragos del COVID-19 pero me permite utilizarlas para concientizar acerca de este flagelo que machaca a la humanidad de forma brutal y que nos abruma sobremanera cada vez que nos toca de cerca.

Cuesta entender como el cáncer tiene el poder de llevarse tantas almas nobles. Protegidos o no, encerrados o no. Niños o adultos. Cuesta además imaginar cómo después de tantos años no se ha podido crear un antídoto que controle sus efectos con el menor daño posible. Este ha sido el caso reciente de mi gran amiga, Jaxilde, Jaxy, que dejó este plano de existencia después de una larga lucha de poco más de 9 años.

No solo una muerte de alguien tan querido y tan cercano como Jaxy nos afecta y nos lleva a la reflexión. También – y quizás lo que más golpea– es que ponga el ojo en personas tan especiales y con inmensas ganas de vivir. Esas personas que disfrutan la vida cada segundo y que sin saberlo nos enseñan de forma silente los secretos para alcanzar la felicidad de una forma simple, sin escatimar -aun en medio del colapso propio de la evolución de la enfermedad- regalarte una sonrisa y una palabra de apoyo.

Así era ella. Así era Jaxy –como cariñosamente le decíamos– y así quiero recordarla. Para mí, nada ha cambiado. Como bien escribió San Agustín:

“La muerte no es nada. Yo solo me he ido a la habitación de al lado. Que se pronuncie mi nombre en casa como siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastros de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no está cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente solo porque estoy fuera de tu vista?”

Esta hermosa cita se erige como aliciente para aplacar el dolor que deja a familiares y amigos la partida de Jaxy. Además me alienta para remarcar lo imprescindible de vivir la vida a plenitud, con sus vaivenes, sus sorpresas y alegrías.

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La vida es un caer y levantarse todos los días y eso la hace maravillosa. La clave está en entender que la forma en que decidamos vivirla depende absolutamente de nosotros. De allí la importancia de elegir bien y disfrutar cada oportunidad que se nos presente para sonreír, abrazar, llorar y disfrutar sin detenernos ante tantos eventos y sucesos que nos desvían de lo que realmente nos enriquece y nos hace mejores personas. Desafortunadamente, vivimos en una sociedad enferma que premia a quienes esparcen insultos por las redes sociales. Esta realidad –entre otras– va minando nuestras emociones y contribuye como factor perverso para dar paso a múltiples enfermedades.

Aunque la comunidad científica es muy celosa en reconocer que los patrones conductuales y las emociones negativas pueden ser detonantes de esta terrible enfermedad, mi convencimiento es que al menos las dispara. La ansiedad y la tristeza sin control son capaces de modificar patrones inmunitarios, lo que influye en darle cabida “con honores” a este flagelo en nuestro cuerpo. Abusamos del famoso refrán “el cuerpo aguanta”, sin darnos cuenta que le dejamos espacio abierto para que se cuele uno de los enemigos más implacables de la humanidad.

De allí la importancia de hacer hincapié en la gestión de las emociones y en sumar la mejor comunidad de ideas en nuestro interior. Conjuntamente con las dimensiones físicas y biológicas, sería un método eficaz de prevención y tratamiento contra el cáncer y tantas otras enfermedades.

En todo caso -sea cierto o no– la reflexión que nos invade cuando despedimos a alguien muy cercano nos impone poner a nuestro servicio el 40% de aporte voluntario –que según investigaciones en psicología positiva- suman bienestar y felicidad a nuestra existencia. De esta manera evitamos transitar las bajadas que supone el camino a la felicidad, esas que se nos presentan cuando prestamos más atención a lo que no tenemos, menospreciando el disfrute de lo que hemos logrado.

Engranar nuestro día a día con buenas sensaciones y dejar un legado de amor y de ganas de vivir, debe ser un postulado que debemos perseguir a diario en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, con nuestras familias. Un ejemplo inequívoco se erige en la figura de mi gran amiga, Jaxy. Estoy muy seguro que su demostración de amor y devoción ocupan un lugar especial en el alma de quienes tuvimos el privilegio de conocerla.

Si no lo has visto de esa forma, no esperes a que los avatares de la vida te hagan ver esta realidad que nos martilla cuando vivimos de cerca la pérdida de un ser querido. Te pido que te anotes en la tarea de construir tu propio legado. Un buen comienzo es apartar los malos recuerdos del pasado y disfrutar los momentos especiales y las alegrías que, con toda seguridad, encontraremos a lo largo del camino de la vida.

En mi caso, trabajo a diario para construir mi propio legado. Pero más importante aún, pido con fuerza la buena noticia de que algún día los embates de esta enfermedad puedan ser superados.

Mientras tanto, vuela alto querida amiga Jaxy, tan alto que nos hagas más fácil el camino a quienes aún transitamos en este plano los misterios de la vida.

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