Alexander Lukashenko, el líder de Bielorrusia, el antiguo país soviético, no puede esconder sus orígenes totalitarios y su apoyo a las corrientes más extremistas del comunismo. Su régimen ha sido una copia al carbón de lo que los soviéticos hicieron para mantenerse en el poder durante 70 años. Está en el poder prácticamente desde 1994, pocos años después de la disolución de la URSS. A través de reformas constitucionales, Lukashenko ha subordinado todas las instituciones, amordazado medios, vulnerado derechos y libertades públicas. Un referendo en octubre de 2005 le permitió reelegirse como presidente de por vida.
De ser la economía más próspera de la URSS, Bielorrusia hoy tiene el PIB más bajo de todos los ex-satélites soviéticos y sus ciudadanos tienen un nivel de vida muy bajo al compararlo con el resto de los 196 países que conforman el ranking del PIB per cápita. Además, su clima no ayuda: tienen nueve meses de intenso frío, tres meses de clima templado e intensas lluvias.
El pasado domingo, Lukashenko se declaró ganador de las elecciones presidenciales por sexta vez, frente a su contendora Svetlana Tikhanovskaya. Según él, obtuvo el 80% de los votos, mientras que Tikhanovskaya sólo obtuvo el 9% de la votación. Pero este resultado ha desencadenado la mayor ola de protestas que se haya visto en el país. La oposición no reconoce su victoria y declara el fraude. Si Lukashenko realmente hubiera ganado con el 80% de los votos, no hubiera tanta gente en la calle protestando, pero la hay.
Como era de esperarse, paralela a las protestas comenzó la ola de represión. Ya antes, durante unas protestas también por el resultado de unas elecciones, Lukasehnko había declarado que “cualquiera que participe en una protesta opositora, será tratado como terrorista”. Y añadió “les torceremos el pescuezo de la misma forma que a un pato”. De hecho, el único país europeo donde aún existe la pena de muerte, es Bielorrusia.
Aquí en Venezuela (y más todavía en la Venezuela de la diáspora) muchas voces se adelantaron a exaltar las protestas de Bielorrusia como ejemplo de lo que “no hemos hecho los venezolanos”. Y yo me pregunto: ¿cómo que “no hemos hecho los venezolanos”?… Desde 1999 los venezolanos hemos estado en la calle reclamando nuestros derechos. Desde aquel infame decreto 1011 y bajo el lema de “con mis hijos no te metas”, salimos a luchar en contra de las injusticias del régimen chavista.
En 2002 logramos que Chávez saliera del poder, aunque una cadena de errores y egos lo trajeron de vuelta. Cuando hubo la posibilidad de un referendo revocatorio, nos organizamos como sociedad civil y recogimos las firmas. Nos invalidaron las firmas y volvimos a firmar. Hemos marchado en las concentraciones más grandes que se hayan visto en nuestro país. Nos han reprimido, lanzado gases, perdigones, bombas lacrimógenas, disparos con armas de alto calibre y hasta granadas, con un saldo de muertos –sobre todo de personas jóvenes- que no tiene razón de ser.
¿Que nos hemos desinflado en ocasiones? ¡Pues claro que sí, somos humanos y este régimen no descansa! Pero decir que los bielorrusos sí han luchado –antes hablaban de los ucranianos- y que nosotros no, es injusto por decir lo menos.
Volviendo a Bielorrusia, la señora Tikhanovskaya está hoy exiliada en Lituania. Su marido, un popular bloguero a quien pusieron preso y por eso no se pudo lanzar a las elecciones, sigue en la cárcel en Minsk, la capital. Quizás lleguen a los miles los detenidos por protestar. ¿Qué va a pasar? No lo sé, y al pueblo bielorruso le deseo lo mejor. No se merece el gobierno que tiene. Nosotros en Venezuela, tampoco. Nuestros regímenes se parecen, ciertamente. Ambos están manejados por gánsteres que no se paran ante nada.
En estos momentos de pandemia, hiperinflación y angustia, el régimen de Maduro está afilando sus garras. Pero nosotros también nos estamos preparando para resistir y vencer. Todavía queda camino por recorrer, pero no me queda duda de que cuando se requiera que volvamos a salir, lo haremos. El régimen de Maduro no descansa en buscar cómo permanecer en el poder, pero… ¿por qué nos dejamos llevar por el pesimismo? ¿Por qué estamos tan prestos a subestimar nuestra lucha? ¿Por qué mejor no pensamos que de este lado también se está forjando una estrategia para sorprenderlos, con la misma intensidad de esfuerzo de coordinación y organización?
No necesitamos voces agoreras que nos llamen cobardes, y menos que nos digan que no hemos hecho nada. Ya basta. Si bien es cierto que no la tenemos fácil, también lo es que somos millones los que estamos dispuestos a echar el resto por recuperar la democracia en nuestro país. Veintidós larguísimos años de lucha lo han demostrado, y lo volveremos a hacer. Y por favor, que no nos comparen con nadie.