Lecciones del 21N
Interpretaciones y lecturas, muchas. Pero aquí Carolina Jaimes Branger ensaya lecciones que nos dejan las regionales
Interpretaciones y lecturas, muchas. Pero aquí Carolina Jaimes Branger ensaya lecciones que nos dejan las regionales
Aunque el 21N no hubo resultado que me sorprendiera, siempre es más fácil hacer el análisis post facto que con antelación. Aquí necesitamos cabeza fría para analizar todo lo que hicimos mal y no repetirlo y no empezar una repartición de culpas, que, de hecho, ya empezó, sino aprender de los errores.
Seis millones de venezolanos en la diáspora, más los abstencionistas de siempre, más los desilusionados que no votaron por la división de la oposición, más los que siempre votamos, más los que fueron a votar y no pudieron hacerlo porque sus mesas no habían abierto, sumamos mucho más que lo que queda de chavismo. Sin embargo, la altísima abstención, más la operación remolque y el cierre tardío de mesas, más las amenazas, la presión e incluso los pagos, sumaron votos para que el chavismo se hiciera con la mayoría de las alcaldías y gobernaciones. Nadie ganó. Con sus contadas excepciones, perdió Venezuela.
La abstención no resuelve nada, todo lo contrario, empeora todo. Nadie legitimó a Maduro. Sigue teniendo precio su captura, siguen las sanciones y la investigación de la Corte Penal Internacional. Alex Saab está preso y cantando, ya Alejandro Andrade cantó todas las canciones que se sabía, tantas, que lo soltaron; Hugo Carvajal hará lo mismo… Y la enfermera y el guardaespaldas también. Lo que vamos a tener que calarnos quienes vivimos aquí son cuatro años con gobernadores y alcaldes que no sirven para nada.
Se impuso la soberbia. La unidad lograda en 2015 quedó en el pasado. Quienes fueron divididos juraban que ganarían. Aun quienes eran candidatos en circuitos que no les eran propios. ¿Será que el ego de los políticos los vuelve ciegos? ¡Estaba de anteojitos que iban a perder! Mis respetos nuevamente a Julio Castillo Sagarzazu y Roberto Patiño, quienes declinaron a favor de sus contendores, aun sospechando que no lo lograrían. También a Carlos Ocariz, porque más vale tarde que nunca. La virtud más valiosa en alguien que pretende ser líder, es la humildad. De manera que a bajar esos humos.
De nada servirá esta experiencia si de ella no sacamos lecciones y conclusiones para los procesos que vienen. Con honestidad, incluso deberían pedir disculpas por todas sus metidas de pata, porque se les advirtieron de todas las formas posibles y no hicieron caso. Tienen que revisar sus estrategias, sus candidatos, sus metas. Un líder se hace, no se impone a dedo. Las mentiras tienen patas cortas. Las malas decisiones, también.
No solo es quien tiene 32% de aceptación frente a menos de 9% que tienen todos los demás (y creo que la suma de todos no llega a 20%, incluyendo a Maduro). Es quien mantuvo una posición firme ante el deslave que venía, que habló con franqueza e insistió en que las condiciones no estaban dadas para que la elección tuviera éxito. En la rueda de prensa del 22 de noviembre no se puso a repartir culpas. En lugar de eso, sí instó a la reunificación de todos los factores de la verdadera oposición. “No es momento de peleas”, dijo. Y ciertamente no lo es. Fue claro con respecto al PSUV: “no existe”, dando a entender que esta elección fue para ellos, de cierta manera, un plebiscito.
Guaidó cuenta con el respaldo abierto y fuerte de los Estados Unidos, de Colombia y Brasil, nuestros vecinos, y de las democracias más sólidas del mundo. ¡Ya basta de que los partidos que se dicen opositores le estén boicoteando sus acciones!
La mayoría de quienes conforman la diáspora son opositores. Deben ser muy pocos los que emigraron por gusto. Quienes se han ido de aquí lo han hecho porque no tenían alternativa. De manera que a esa votación del 21N le falta el porcentaje de quienes, si hubieran estado aquí, hubieran votado. El chavismo ganó siendo minoría, que no se nos olvide.
Es de notar que en las tres gobernaciones que tenemos seguras los ganadores fueron tres de la “vieja guardia”, es decir, que fueron gobernadores durante la república civil. Entre los más jóvenes se perdieron gobernaciones y alcaldías donde históricamente había ganado la oposición. ¿No se han preguntado por qué? Si quieren continuar en el ámbito político, tienen que trabajar en la reinstitucionalización del país, no en sus proyectos personales. Y, sobre todo, analizar su visión de cómo y para qué tiene que ser un político. Como dijo el presidente Guaidó, hay que parar las peleas entre los partidos. Y sería ideal que desde las bases de la sociedad se eligiera un líder que represente el deseo de la mayoría para las presidenciales. No sé cómo sería el mecanismo, pero es algo que veo posible de implementar.
El régimen de Maduro pasa por su peor momento y hay que seguir presionando. No permitamos que la crónica de un fracaso anunciado -que fue esta elección- nos quite las esperanzas de que sí podemos salir de este oprobio.
Nadie es tan fuerte para hacerlo solo. Nadie es tan débil para no ayudar.