A pesar de los tumbos, la república fundada en 1830 sobrevive para la elección de 1846. No han sido años fáciles, quizá por eso la autoridad la conserva un solo hombre: José Antonio Páez, quien no solo destaca por su protagonismo en la guerra contra España, sino también por el papel estelar que representa en la refundación de Venezuela frente al designio bolivariano de construir la República de Colombia. Pero a Páez, quien contaba con la auctoritas para gobernar, no le faltan de enemigos. En el ejercicio público siempre abundan adversarios, en especial cuando las columnas del proyecto apenas se levantan.
El pueblo se ha expresado en cuatro elecciones presidenciales. Las cursivas no están demás pues solo votan hombres blancos y alfabetos, mayores de 21, con propiedades. No lo hacen de forma directa, sino a través del Colegio Electoral, importado desde Estados Unidos. De esas cuatro jornadas han resultado dos presidentes aparte de Páez: el doctor José María Vargas y el destacado militar Carlos Soublette, quien lo hace en dos ocasiones. Aunque ambos gozan de reconocida trayectoria tanto en el campo académico como en el de batalla, están bajo la influencia del paecismo y así los mira la oposición que crece en la prensa.
En 1840 se funda El Venezolano, el principal periódico de oposición. A su cabeza se encuentra Antonio Leocadio Guzmán, quien después de haber formado parte de las filas del oficialismo, cruza la acera y exige más participación, pues la élite gobernante se niega a ceder espacios para quienes no están cerca del poder.
Las críticas pronto trascienden el papel y se convierten en focos que no logran desestabilizar al gobierno, pues resultan sofocadas y sus principales líderes juzgados, sin el apoyo de los hacendados que se alejan al escuchar una consigna que no dejan de repetir: ¡Viva Guzmán, mueran los godos!
Las revueltas terminan con varios condenados, uno de ellos el propio Antonio Leocadio Guzmán, a quien logran neutralizar con una inhabilitación política basada en argumentos jurídicos. Una entrevista con Páez que no logra concretarse termina por cerrar sus posibilidades de ser candidato en las elecciones 1846, y más cuando José Tadeo Monagas, después de un pacto con el paecismo, se convierte en el hombre del partido conservador.
Tras la continuidad de las revueltas campesinas, alebrestadas por El Venezolano, en contra del gobierno de Soublette, Guzmán es condenado a muerte. Así, su camino a la presidencia se frustró para siempre.
Si bien la pena de muerte fue conmutada por Monagas una vez llegó al poder, la inhabilitación del editor de El Venezolano vino a ser una de las primeras de la Venezuela republicana, lo que demuestra que no es una práctica exclusiva de nuestros días, sino que más bien ha sido bien recurrente en el devenir histórico contemporáneo. En ocasiones, con argumentos fundamentados, como lo fue la primera enmienda que impidió la candidatura de Marcos Pérez Jiménez, pero en otros momentos se ha hecho con el único fin de evitar que se produzcan cambios importantes de la mano de figuras con amplios respaldos populares, tales fueron los casos de Antonio Leocadio en el siglo XIX y de María Corina Machado en el presente.