Medio Ambiente

¿Por qué arde la amazonía?

Los miles de incendios en la Amazonía no se parecen a las grandes llamas en los bosques de Norteamérica y Europa: son principalmente incendios de vegetación y ramaje en zonas despejadas por la deforestación, señalan expertos.

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La dramática multiplicación de las llamaradas es sobre todo resultado de la deforestación para la industria maderera, para crear tierras cultivables y para otras actividades humanas.

«En el trópico, el fuego es usado de manera extensiva para el manejo de la tierra», dijo Jeffrey Chambers, profesor de geografía en la universidad de Berkeley y especialista en selvas tropicales.

«Es la manera para deshacerse de los desechos agrícolas, y parte de la razón de que eso funcione es porque esos fuegos generalmente no entran en la selva», afirmó.

«Una selva tropical generalmente no es inflamable» porque es muy húmeda, indicó.

California es el caso opuesto: prohíben quemar cualquier desecho porque los bosques son tan secos que pueden entrar en llamas a la menor chispa.

En la Amazonía, cuando una parte de la selva es despejada, los troncos son sacados pero el resto de la vegetación se quema en el lugar durante la temporada de sequía, que dura de julio a noviembre. Para los terrenos agrícolas o las praderas, la vegetación y las malas hierbas se amontonan a la espera de la sequía. Eso es lo que ahora está ardiendo.

«Hay una correlación muy fuerte entre la deforestación y los puntos de calor este año», dijo Ane Alencar, directora científica del instituto de investigación ambiental de la Amazonía (IPAM).

Aun cuando el fuego logra penetrar en la selva, llamada primaria cuando todavía esta intacta, suele permanecer contenido a la vegetación en el suelo y generalmente no alcanza las cumbres de los árboles, 30 metros más arriba.

El humo cubre la Amazonía

El efecto no es menos devastador aunque es retardado: las heridas en los troncos de los árboles tardarán tiempo en hacerlos morir. Pero la imagen diferirá de las gigantescas hogueras que los estadounidenses y europeos están acostumbrados a ver.

El uso que hacen los humanos del fuego para manejar las tierras explica el número astronómico de incendios registrados por las autoridades brasileñas desde enero: más de 75.000.

Una reserva de carbono se escapa

Los incendios hacen la deforestación visible, insiste Paulo Brando, de la universidad de California en Irvine y del Woods Hole Research Center, y quien actualmente está en Sao Paulo.

«Los incendios son la fase final de la deforestación», señaló.

La deforestación de la selva amazónica comenzó realmente en la década de 1970, y alcanzó su cenit anual a finales de 1990 y principios de la década de los 2000. En 2004, cerca de 28.000 kilómetros cuadrados de selva fueron borrados solo en Brasil (La Amazonía se extiende por nueve países, pero 60% está en Brasil).

Luego la deforestación se retrajo fuertemente, antes de volver a acelerarse en 2014, aunque nunca alcanzando los picos de la década anterior. El año pasado, unos 7.500 km² desaparecieron, según el Instituto brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE).

Pero la inversión de la tendencia preocupa a los especialistas. Solo en julio, más de 2.000 km² desaparecieron.

Además, la temporada de sequía no ha terminado.

«Ahora estamos viendo mayormente un aumento de los incendios relacionados con la deforestación, que podrían o no penetrar en los bosques primarios. Dependerá de la sequía en los próximos meses», explicó Brando.

¿Qué impacto tendrá sobre el cambio climático?

Los bosques contienen carbono almacenado en los árboles y la vegetación: unas 459 toneladas por hectárea en la Amazonía, dice Diego Navarrete, de la ONG The Nature Conservancy.

Cuando se tala un árbol, el carbono termina por salir a la atmósfera luego del fin del ciclo de uso de esa madera, cuando se descompone. Cuando se quema inmediatamente la vegetación, como ahora, ese carbono sale inmediatamente a la atmósfera. En ambos casos el carbono será liberado.

Solo hace falta hacer la multiplicación para comprobar que la cuenta de los últimos meses llega ya a centenas de millones de toneladas de carbono.

Perú arde en silencio

Perú, el segundo país después de Brasil que más territorio posee en la Amazonía, está de momento a salvo de los grandes incendios que consumen la selva de sus países vecinos pero sus bosques también arden cada año y lo hacen en silencio por miles de pequeños fuegos causados por campesinos.

Con 68,5 millones de hectáreas, la selva ocupa casi 54 % del territorio de Perú, desde la vertiente oriental de los Andes hasta sus fronteras con Ecuador, Colombia, Brasil y Bolivia, parte de los ocho países de Suramérica que integran la cuenca amazónica.

Sin embargo, desde 2001 la Amazonía peruana ha perdido más de 2,1 millones de hectáreas, una superficie ligeramente superior a la extensión de El Salvador.

INCENDIO EN LA AMAZONÍA

Todo ello producto de una voraz deforestación que ha esquilmado su selva en un promedio de 123.500 hectáreas cada año, según los datos del último reporte de deforestación, referente a 2017.

En ese año la deforestación de la Amazonía peruana alcanzó casi las 156.000 hectáreas, pero solo 3% provino de áreas deforestadas mayores a 50 hectáreas.

78 % de esa extensión (121.612 hectáreas) se perdió en pequeños mordiscos que no superaban las 5 hectáreas, causados por la agricultura migratoria, practicada todos los años por miles de pequeños agricultores que talan, incendian, cultivan y luego abandonan terrenos selváticos.

Aunque está prohibida, lo hacen para tener nuevos espacios agrícolas pero, al quemar el bosque, el suelo se empobrece y sus cosechas son efímeras, lo que les lleva a repetir el mismo proceso en nuevas áreas.

Esto contrasta con el caso brasileño, donde los responsables agrícolas de la deforestación son principalmente los grandes ganaderos y cultivadores de soja.

Muchas veces esas quemas se van de control y causan incendios de proporciones descomunales, que en Perú tienen su último precedente en 2016 con un enorme fuego que arrasó más de 5.100 hectáreas en la provincia de Satipo, ubicada en la selva central, de las que 3.600 eran bosques.

De hecho, 2016 fue un año trágico para Perú en incendios, pues estos arrasaron en total casi 62.000 hectáreas, lo que equivale a cerca del doble de la superficie de Malta, sin que nadie diera entonces la voz de alarma como en estos días sucede con los incendios que esquilman la Amazonía brasileña.

«Cuando eso acontece en el pulmón del planeta, por supuesto que es absolutamente evidente que para el mundo deba ser una prioridad», afirmó Luis Alberto Gonzales-Zúñiga, director del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), máximo responsable en el país para la preservación de los bosques y el medioambiente.

Casi 600 incendios forestales fueron contabilizados en Perú entre 2012 y 2016 y en total calcinaron más de 94.000 hectáreas de bosques, según el «Plan de prevención y reducción de riesgos de incendios forestales 2019-2022».

A los incendios provocados por la agricultura migratoria se le unen otros factores delictivos que también arrasan con la selva peruana como las grandes plantaciones extensivas de productos como el cacao o la palma aceitera, los cultivos ilegales de hoja de coca, la minería ilegal y la tala ilegal.

INCENDIO EN LA AMAZONÍA

En cultivos extensivos, es emblemático el caso de Tamshiyacu, una gran plantación de cacao donde una compañía del empresario estadounidense de origen checo Dennis Melka taló ilegalmente unas 13.000 hectáreas de selva, según la reciente sentencia del caso.

Las plantaciones ilícitas de hoja de coca alcanzaron en 2017 las 49.900 hectáreas, 14% más que el año anterior, en lugares donde muchas veces se tala la selva para que arraigue el narcotráfico.

La minería ilegal se ceba con la región de Madre de Dios, fronteriza con Brasil y Bolivia, donde está La Pampa, el mayor campamento de mineros ilegales de América, en el que se han levantado más de 8.000 hectáreas de bosques e incluso desviado ríos en busca de oro.

Actualmente las fuerzas armadas han entrado al lugar para desmantelarlo, pues Perú se comprometió en el Acuerdo de París sobre el cambio climático a reducir 30% su emisión de gases de efecto invernadero para 2030, y su principal estrategia para ello es la conservación de bosques. 

Con información de AFP y EFE

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