Opinión

Tiempos de cuaresma

Ricardo Adrianza enseña a aplicar los valores de la cuaresma a la vida moderna y a la construcción de mejores versiones de nosotros mismos, más allá de la religión que profesemos

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El inicio de la cuaresma supone para la comunidad católica una instancia reflexiva basada, principalmente, en dos pilares: la oración y el ayuno.

Según se señala en Wikipedia, la práctica de la cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la iglesia, con el ejercicio del ayuno y de la abstinencia de ingesta de carne. Conservada con bastante vigor —al menos en un principio— en las iglesias de Oriente, la práctica penitencial de la cuaresma se aligeró en Occidente, aunque debe observarse un espíritu penitencial, de conversión y de oración.

En el presente, más que el simple ayuno de comida, se incentivan prácticas que afectan áreas más personales de la vida: se trata de ayunar de la comodidad, de una vida fácil, del placer por el placer. Y, sobre todo, se trata de ayunar del poder, la autocomplacencia, el egoísmo, insensibilidad e inhumanidad. Es ayunar de competitividad y beneficios a costa de otros; de las formas de proceder del mundo y de los reinos construidos con la acumulación de bienes a costa de las enormes necesidades de todos los que habitan en la tierra.

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Así pues, en la Venezuela actual, golpeada y mutilada en tiempos de revolución, se impone — drásticamente — la necesidad de aferrarnos a la práctica espiritual para maniatar los fantasmas que supone vivir en un país agobiado por la hiperinflación, la corrupción y los antivalores.

Foto Polina Sirotina / Pexels

Y a mí me parece una excelente opción poder invitarlos a iniciar ese camino, aprovechando el impulso que supone la reflexión en tiempos de cuaresma. Además, sería un estímulo extra para acentuar la fe con prácticas sencillas.

Muchos dirán que hasta eso hemos perdido. Y no es para menos, pero debemos insistir en construir nuestra propia iglesia y buscar las fuerzas que nos permitan transitar con mayor entusiasmo los retos que supone vivir en esta tierra.

Cuando hago referencia a construir nuestra propia iglesia lo hago convencido de que un pilar fundamental de nuestro bienestar nace de nuestros cimientos internos. Por lo tanto, la construcción de tu felicidad debe nacer desde adentro.

Foto Jill Wellington / Pexels

Esta práctica no solo debe ser una bandera enarbolada en cuaresma, sino una que llevemos con orgullo todos los días del año. El resultado es prometedor: mejores personas y sociedades.

Con referencia a esto, hace un par de días llegó a mis manos un mensaje que describía la propuesta del papa Francisco para la cuaresma. El pedía sustituir el ayuno de carne por prácticas simples y ejemplares, actos de caridad que generan paz, confianza, alegría, y vida.

Posiblemente, muchos de ustedes tienen un rechazo automático sobre cualquier enunciado que provenga de este controversial papa; sin embargo, so pena de que no me sigas leyendo, te invito a descubrir algunas de sus propuestas; y más aún, ponerlas en práctica, comenzando en los días por venir.

1. Saludar y dar las gracias. Simple y poderoso. Para mí, y sé que para muchos, es fulminante sentir como hemos perdido hasta las ganas de un acto tan simple y gratificante como este.

2. Escuchar la historia de otros sin prejuicios. Esto supone ser empático y conectar con las emociones del otro. En una sociedad tan necesitada, la comprensión es un elemento primordial para, al menos, levantarle el ánimo a los demás.

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Foto Alexandr Podvalny / Pexels

3. Estar atento a quien te necesita. Todos, por más capaces, tenemos nuestros propios fantasmas. Acércate a otro, tiéndele la mano, escúchalo con el corazón. Muchas veces la ayuda mas importante no es precisamente la económica.

4. Celebrar las cualidades o éxitos de otros. Esta propuesta supone un ayuno a la envidia y un espaldarazo a la compasión. Lejos de sentirla, procura esforzarte cada día y construye tu mejor versión.

5. Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien lo necesita. No te llevará mucho tiempo y regalarás una sonrisa a quienes la requieren.

6. Llamar por teléfono a tus padres, si tienes la fortuna de tenerlos. Pareciera un enunciado obvio, pero no lo es tanto. Muchas veces nos ahogamos en nuestras propias preocupaciones y olvidamos acercarnos, no solo a nuestros padres, sino a todos aquellos que forman parte de nuestros días.

7. Recordarle a los demás cuanto los amas. Si hemos perdido el hábito de saludar y dar las gracias, imagino que este enunciado está borrado de los hábitos de la mayoría. Creo firmemente en el poder de la palabra y del amor. Recordar a los demás que los amas es una inyección de cariño celestial. Es anestesia para las tristezas y alimento para la reconciliación y el perdón. Como bien citó Albert Einstein en una carta dirigida a su hija: “El amor es Dios y Dios es amor”.

Foto Andrea Piacquadio / Pexels

Comencemos entonces a diseñar nuestro propio régimen de ayuno en contra de los antivalores y revisemos las virtudes que hemos perdido en medio de la desidia gubernamental.

En definitiva, vivamos una vida simple, sin menospreciar al otro. Para ello, practica el ayuno del egoísmo, de la desesperanza, del pesimismo, de la impaciencia, y sustitúyelos por el amor, la bondad y la humildad. No te quejes, ¡construye y conviértete en el embajador de tu crecimiento personal y una mejor sociedad!

Por mi parte, prometo incorporar —sin vacilación— estos simples rituales y ser un embajador más en la construcción de una mejor sociedad. Prometo, además, practicar la humildad emocional, que no es otra cosa que la humildad que nace del corazón. Y tú, ¿qué harás?

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