Cinemanía

"Trap": el abuso de la sorpresa contra toda lógica

La nueva película de M. Night Shyamalan, cumple con todos los requisitos de la filmografía del autor y a pesar de eso, falla. ¿El motivo? En "Trap" el director insiste en recargar su historia con sobresaltos, sin hacer lo mismo con su conflicto

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A primera vista “Trap” (2024), de M. Night Shyamalan, tiene todo para triunfar. Su premisa no solo apela a lo mejor del cine del director, sino que además explora en la cultura popular a un nivel de inmersión genuino e interesante. Cooper (Josh Harnett, en su diligente regreso a Hollywood) es un padre amoroso, con paciencia suficiente para llevar a su hija a un concierto y además, un ciudadano ejemplar. O eso parece ser, porque “Trap” deja de inmediato claro que este hombre misterioso utiliza su sonrisa afable como una máscara.

De hecho, es un criminal. Uno peligroso y perteneciente al selecto grupo de asesinos en serie.

Planteado lo anterior, el guion — también escrito por el director — avanza rápidamente hacia sus regiones más complicadas. El concierto juvenil — tan a tono con la época del Eras Tour actual — es una trampa gigantesca que tiene por único propósito, atraparlo. No hay una sola manera — o eso espera la policía — de que pueda salir del lugar y no pasar por los extensos controles apostados en cada puerta y rendija. Tampoco, de que Cooper pueda hacer alguna de las suyas sin que nadie lo note. Mucho menos, al estar en compañía de su hija Ridley (Ariel Donoghue). 

Claro está, nada será tan fácil. Ni para los esforzados agentes, ni para Cooper. Se enfrentarán en un duelo de ingenio, recursos e inteligencia, mientras 20.000 adolescentes gritan frenéticamente a su alrededor. La mesa está servida para llevar el horror a un estrato cotidiano y doméstico. Para analizar, quizás, la salvaje belleza de la crueldad en medio de la vida en apariencia cotidiana. Al menos, esa es la intención de M. Night Shyamalan y es evidente que todos los esfuerzos del realizador estaban puestos en crear un mecanismo argumental claustrofóbico, al estilo de sus mejores películas. Solo que no lo logra en ningún sentido. 

El desorden narrativo campea en “Trap” 

La cinta, que intenta subvertir todos los tropos del género de suspense, es una colección de malas decisiones. M. Night Shyamalan, quien siempre intenta que sus películas sean sorprendentes en propuesta y planteamiento, lleva su fórmula al delirio. Eso, en contra de toda lógica, de cualquier atisbo de coherencia y lo que es peor, dando más importancia a la forma que al fondo.

De manera que “Trap” se pasea entre las posibilidades más inverosímiles imaginables.

Cooper sabe que le persiguen, que sus captores conocen su identidad o al menos, saben que se encuentra en el lugar  y que no tiene posibilidades reales de huir. De modo que apenas el concierto comienza y al abrigo de la música de Lady Raven — como curiosidad, a la cantante la interpreta Saleka, la hija del director — el asesino analiza su escenario como una carrera contra el tiempo. Mientras los miles de adolescentes chillonas le protejan, será imposible que nadie ataque. Por lo que su única garantía de mantenerse a salvo y evitar la captura, es avanzar entre la multitud y… ¿Esconderse?, ¿golpear?, ¿matar?

Uno de los grandes problemas de “Trap” es que el guion nunca decide cuál será la vía de escape que este personaje ambiguo, escurridizo y mortal escogerá. No en un golpe de efecto, jugar al caos en beneficio de lo impredecible del argumento, sino apostar directamente en la sorpresa. M. Night Shyamalan, que ha pasado buena parte de su carrera cinematográfica intentando rizar el rizo del giro inesperado, exagera en “Trap” su esfuerzo. Lo lleva a un nivel ridículo, inverosímil y cursi, que resulta agotador. 

Está claro: al director le gusta sobresaltar. Y apuesta al pacto de ficción para llevar a un extremo cada vez más excesivo a sus historias. De modo que, si en “El sexto sentido” había que creer que un niño veía los espíritus de los fallecidos, en “La Villa” que nadie había encontrado jamás un pueblo sometido a un extraño aislamiento. En “Trap” hay que creer que Cooper, el malvado Butcher que lleva décadas de asesinatos, toma decisiones infantiles, pueriles y absurdas, que funcionan solo porque el guion así lo quiere.

Poco a poco, la película empuja su escasa credibilidad para, en su segundo tramo, convertirse en un festival del caos.

Cooper — y todos a su alrededor — no solo actúan como si no fueran seres pensantes. Directamente, son vehículos para diversión del director y su cometido de volver cada vez más impactantes todos los giros en la trama. Aunque eso sacrifique la lógica y la solidez de una historia que se vuelve una excusa para justificar la decisión del director de ser, en apariencia imprevisible. O que sus historias, trasciendan como master pieces de terror, aunque en realidad decaen por superfluas.

Para su final, que sabe a poco y dice menos, la película deja claro que M. Night Shyamalan, veinticinco años después de ser considerado el “nuevo Hitchcock”, extravió por completo el rumbo. Que apuesta a sorprender antes que contar. Lo que, para un hombre con su talento, es una lamentable pérdida. 

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