Opinión

Una entrevista inusual

El coach Ricardo Adrianza recuerda que para alcanzar tus metas profesionales es prioritario mantener en sano equilibrio las emociones. En pocas palabras, “para tener éxito hay que ser feliz primero”, y no al revés

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entrevista

Quienes me conocen pueden dar fe de mi preferencia por darle más peso a las habilidades personales que a las características técnicas de nuestros empleados.

Con esto no quiero decir que el fundamento técnico quede de lado. En una firma profesional, las habilidades técnicas son muy necesarias, ya que a la postre son las que nos permiten avanzar en la ruta profesional y aplicar de forma rigurosa los conceptos plasmados en las normas y emitir nuestras conclusiones.

Ahora bien, para que lo anterior funcione de la mejor manera, debe estar en sintonía con la capacidad de manejar los desafíos que se presentan cada día a las personas y, en consecuencia, con las emociones que se desatan en el plano personal y profesional.

He allí el quid del asunto. Para alcanzar tus metas profesionales es prioritario mantener en sano equilibrio tus emociones. En pocas palabras, “para tener éxito hay que ser feliz primero”, y no al revés, tal y como le oí expresar en una conferencia a Juan Carlos Cubeiro, renombrado coach y consultor de origen español.

El papel de la percepción

Según mi experiencia, el manejo de las emociones depende en gran medida de la forma como se perciban los estímulos externos representados en las comunicaciones, relaciones personales en el entorno de trabajo, el clima organizacional y en los proyectos o encomiendas específicas que requieran compromiso y esfuerzo no rutinario.

Entonces, la conseja de “la forma en que decidas mirar el mundo y encarar la existencia depende absolutamente de ti” se torna relevante y se erige como pilar especial en el manejo de tus emociones. Si decides encarar un proyecto con pesadez y pesimismo, te auguro un fracaso rotundo. Por el contrario, si te enfrentas a él con optimismo, el resultado será favorable a pesar de las alcabalas que se presenten en el camino.

Foto cortesía de George Milton / Pexels

Por ello, a la hora de contratar y evaluar el desempeño de los trabajadores, doy un peso especial a ese manejo de inteligencia emocional tan importante para aquellas personas hambrientas de liderazgo. Esta máxima se irá imponiendo a medida que se van escalando posiciones. ¿De qué sirve ser un experto técnico con conocimientos por encima del promedio, si no es capaz de empatizar o liderar un equipo con sano juicio para la conclusión de los encargos de trabajo?

¿A quién escogerías?

Para reforzar esta postura, en días pasados me topé con uno de tantos videos guardados que resumía una paradoja que fue utilizada por una compañía a la hora de escoger a la persona mejor calificada para el puesto.

La entrevista incluía una dinámica en la cual se presentaba un problema al entrevistado, donde él conducía un vehículo en una recia y peligrosa tormenta. Su vehículo solo admitía un pasajero y en el trayecto pasa por una parada de autobús y se topa con tres personas. A la primera, la presentan como la mujer de sus sueños. La segunda es un viejo amigo que una vez le salvó la vida. Y la tercera es una anciana indefensa que luce muy enferma. La pregunta: ¿a quién ofrecerías llevar?

Foto Yuvraj Salam / Pexels

Este ejercicio nos presenta un dilema moral y ético difícil de resolver. Quizás, una solución sea rescatar a la anciana por su indefensión, o la oportunidad de devolverle el favor a su amigo y sacarle de esa situación. Sin embargo, ambas posturas lo alejarían de escoger a la mujer de sus sueños. Interesante, ¿no?

Ante semejante dilema el candidato que resultó ganador –entre 200 aspirantes– se atrevió a dar una solución: “Le daría las llaves del auto a mi amigo, que le permitiría llevar a la anciana al hospital, y me quedaría a esperar el rescate con la mujer de mis sueños”. ¡Brillante!

La inteligencia emocional

Este pequeño relato es un ejemplo inequívoco de la diferencia que puede representar para una organización contratar, mantener y desarrollar personas con alta capacidad de inteligencia emocional, de perfil innovador y analítico.

Lo anterior, – desarrollo de habilidades emocionales – es una ruta que lleva su tiempo. Por lo tanto, al presentarse de forma innata, es un plus que no puede ser desperdiciado.

Esa cualidad, juntamente con la experiencia y el entrenamiento continuo, son elementos que complementan una formación de lujo que garantiza la continuidad y éxito de las empresas.

Dicho lo anterior, lo concluyente para mí es incitar a nuestros profesionales a abordar los asuntos de trabajo con apertura, sin limitaciones, y mirar las referencias de trabajos anteriores como guía y no como “lo que debe hacerse”. Esto con el convencimiento de que lo anterior puede mejorarse y que no necesariamente utilizar la misma metodología te garantiza un buen resultado.

En definitiva, un llamado de atención a los directivos y personal de recursos humanos para la consideración equilibrada de capacidades técnicas y personales. Un empleado afectado emocionalmente, no es uno inspirado. ¿La clave? invertir recursos para enseñarles a mirar las dificultades de diferentes ángulos y como oportunidad de aprendizaje.

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