Todos los presos se codean los días de visita en los salones acondicionados, de sillas disparejas, para recibir a familiares y amigos. Aunque se sientan en mesas aparte, hablan y bromean entre ellos mientras almuerzan. Los de las áreas Preventiva 1, 2 y 3 comparten el jugo de naranja, el refresco sin hielo y a veces el postre con personas que en otras circunstancias jamás hubiesen conocido.
Entre los rostros más conocidos que alberga el Helicoide, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en el suroeste de Caracas, saltan los del ex candidato presidencial, Manuel Rosales, imputado por supuesto enriquecimiento ilícito; de los hermanos Makled (Walid, Bassel y Abdalá) condenados por narcotráfico; y los de Rolando y Juan Bautista Guevara, penados por el asesinato del fiscal Danilo Anderson.
A esa lista se añaden los apellidos de 26 presos políticos enumerados por la organización humanitaria Foro Penal Venezolano –como los de Ángel Contreras, Nixon Leal, Yeimi Varela, y los diputados Renzo Prieto y Rosmit Mantilla.
La función actual de este edificio sobre la Roca Tarpeya, en el suroeste de Caracas, se aleja a leguas de la inicial. El Helicoide era un proyecto arquitectónico de naturaleza comercial e industrial que iba a ser inaugurado en 1959, pero que devino en prisión política luego de décadas de olvido. Ahora, es un penal que alberga a presos de alto perfil e interés para el gobierno venezolano. Además aloja en su interior un colegio preescolar y funciona de sede temporal de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES).
En El Helicoide todos son iguales. Jóvenes encarcelados durante las protestas de 2014 comparten celdas para seis personas con otros 15 reos: desde narcotraficantes, tuiteros y supuestos terroristas, hasta los implicados en notorios asesinatos de figuras del chavismo, como los de Serra y Eliécer Otaiza. Todos padecen la falta de aire y de agua por igual porque cuando se va la luz, ninguno se salva del sofoco. En la sede del Sebin no hay ni un cuartico abierto para coger brisa o sol.
Engalanados
Por un par de horas, los prisioneros gozan de la compañía de sus allegados. Se visten con el único bluyín, la única camisa de botones y el único par de zapatos de goma que poseen. Dejan a un lado los monos y las franelas gastadas que usan a diario. Solo se engalanan en dos ocasiones: para recibir visitas o para acudir a sus audiencias en los tribunales del Palacio de Justicia en el centro de la capital.
En su mejor pinta -una franela azul y una cadena plateada- “Tintín” García se sentó junto a su madre y sus hermanas para almorzar arroz con pollo.
El joven forma parte del grupo de presuntos homicidas que se introdujo en la casa que ocupaba Serra en La Pastora, junto a Danny Enrique Salinas, Eduwin José Torres, Erick Romero, Raidel Espinoza, Wuadyd Pacheco, Jaime Padilla, Yusmelys Meregote, Neira Anaya, Nadis Anaya y Leiver Padilla, según el Ministerio Público.
Padilla es el más célebre del batallón de acusados por el homicidio del diputado de 27 años. Fue mencionado y acusado múltiples veces por el presidente Nicolás Maduro en cadena nacional.
La justicia los halló responsables de apuñalar al parlamentario 30 veces el 1 de octubre de 2014. Los 11 fueron imputados por los delitos de homicidio agravado en perjurio; homicidio calificado de la compañera de hogar de Serra, María Herrera; robo agravado y asociación para delinquir, como lo señalan las notas de prensa de la Fiscalía.
Torres fue grabado cuando confesó formar parte del grupo que asesinó al parlamentario. Además detalló cuál fue el rol de Tintín, el cumpleañero, en el homicidio: “De ahí veo que lo tienen agarrado por el cuello, que están encima de él. Veo que Tintín está encima de Robert con un puñal en la mano, con un punzón y vi que el diputado ya estaba amordazado y de muerte herido ya. Después que él baja. Bajaron Tintín y todos con las armas en la mano”.
La torta sin vela
Cuando una de las visitantes de Tintín pidió a la sala completa que los acompañaran a cantarle cumpleaños al joven, los presentes dejaron sus bebidas y platos del almuerzo. Se acercaron a la mesa más grande de la sala, una iluminada por la escasa luz de un ventanal de vidrio opaco que ocupa toda la pared.
Ante el ponqué cubierto de merengue blanco, chocolate, y frutas en almíbar, la risa nerviosa y las bromas del homenajeado delataron vergüenza mezclada con el placer de ser el cumpleañero. Ese era su día del año y aunque es prisionero, igual lo celebró con una amplia sonrisa apenada desplegada en su pálido rostro.
Mientras que esperaban que los presentes se acercaran a la mesa, la mamá de Tintín, una señora con cabello oscuro y corto como el de su hijo, y de ojos claros, sonrió al ver a los demás jóvenes tomándole el pelo al abochornado García. Él le lleva un par de cabezas, mide aproximadamente 1,80 metros.
“Ay qué noche tan preciosa…”, cantaron más voces femeninas frente a la torta sin vela. Una de las pocas voces masculinas que se asomaban era la de un adolescente moreno de 16 años, el asesino confeso de Eliécer Otaiza.
Él fue parte de uno de los crímenes más condenados por el chavismo, aparte del de Serra. La policía del municipio El Hatillo halló el cadáver de Otaiza, presidente del Concejo Municipal de Libertador, perforado por cuatro disparos en un botadero de basura. Por este homicidio fue condenado a cuatro años y medio de prisión. Las autoridades aseguraron que lo trasladarían a un espacio más adecuado que El Helicoide, por ser menor de edad, pero hasta ahora no han cumplido.
Esa tarde cantó al asesino de Serra. También en sus mejores ropas -una franela gris, una gorra y unos tenis de poco uso-, se acercó a la mesa para que el apenado Tintín escuchara sus bromas y se avergonzara aún más. Cuando terminó la tonada, el cumpleañero hizo la mímica de soplar unas velas imaginarias y la concurrencia aplaudió y rió.
La madre de García repartía pedazos de torta en platos de plástico a todos. Nadie se quedó sin su trozo. Uno de los presos comentó que a pesar de la escasez y de las dificultades que aguantan los prisioneros del Sebin Helicoide esa costumbre se mantiene. Nunca falta la mamá con el ponqué, el refresco sin hielo ni el “Cumpleaños feliz” de la boca de los compañeros de Preventiva 1, 2 y 3. “Aunque estemos aquí, igual cumplimos años y la vida sigue”, reflexionó el reo.]]>