Venezuela

Unas gotitas de fuerza y fe

La semana pasada el diario La Nación de Argentina dedicaba su editorial a “el nuevo capítulo de la tragedia venezolana”, describiéndonos como “un país vergonzosamente incapaz de producir lo mínimamente necesario para alimentar a su pueblo”.

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Foto: Andrea Hernández

Mientras tanto, en el alucinado mundo fantástico de algunos líderes de oposición se está hablando de “abandono de cargo”, “juicio político”, otro y que «diálogo» y hasta de “elecciones generales en dos meses”.

En primera instancia, es imperante entender que estamos frente a un narco-estado blindando, organizado en perfectas jerarquías -más parecidas a un cartel que a un gabinete- y armado hasta los dientes. Una nación secuestrada y humillada por un grupúsculo de sátrapas que viven como Nicolás -pero el de Rusia- en sus palacios de “nieve”.

Hay que saber también que todas las hipótesis históricas y políticas que se puedan elucubrar retóricamente en este momento no aplican al caso venezolano. Siendo éste, luego de 18 años de fatídica revolución bolivariana, un capítulo autónomo pero mutante, genuino pero amorfo y por supuesto inédito para cualquier índole de comparación bibliográfica.

Basta ya de seguir ocupando los espacios de los medios de comunicación nacionales independientes -que a duras penas siguen haciendo su labor- con el mismo carrusel de opinadores “esperanzados en la paz democrática” argumentando lo inargumentable sobre y que “la luz al final de camino”, los “vientos de cambio”, “la lucha…de cara a las próximas elecciones”. Por favor. Ya no.

El economista megalómano que declara por enésima vez: “acabaron con el aparato productivo nacional”, el reportero que recoge el mismo testimonio desde 2007, de una señora que refunfuña que “…en la cuarta yo comía de todo”, el locutor de voz domesticada que día tras día mantiene a su audiencia dándole pequeñas dosis de “fuerza y fe” con un gotero. Una gotita por día.

A unos escuchas que mantiene cautivos en una jaula como si fueran ratones de laboratorio, con el único y exclusivo objetivo de poder espetarles de vez en cuando: “¡Invierta en Coral Gables! es el momento de vivir” o, muy solemnemente en su micrófono “nos preocupa mucho el cáncer de mama” y también, por supuesto, un pequeño homenaje a su creciente barrigota: “Disfruta de la alta cuisine en la terraza más cosmopolita de Caracas”. ¿Somos en verdad tan estúpidos para ti?

Ciertamente no ayudan en nada. No aportan a nadie y son tan crueles e hipócritas como nuestros cínicos genocidas gobernantes.

La dura realidad, la que nadie se atreve a decir, es que la Asamblea está a pocos días de ser extirpada completamente de la vida nacional. Claro está, luego de que -defraudó, desvió, desmovilizó y traicionó – la buena voluntad del electorado mientras se “empastelaba” en una cadencia de pésimas decisiones que lo único que revelaron fue su falta de gallardía en “el tiempo que por fin Dios había dicho que era perfecto” (1S. Revocatorio) y la crónica ceguera histórica que nuevamente le impidió interpretar la decisión que el pueblo tomó en las elecciones de 2015.

La nefasta realidad es que la coalición opositora que más resultados ha cosechado en casi 20 años de historia en Venezuela ha sido la remota y mal ponderada “Coordinadora Democrática” y que la cara de Carlos Ortega debería ser la imagen del logo-escudo-bandera de la MUD de ahora en adelante, luego de que develen una estatua ecuestre del simpático líder sindical al que cogieron una vez en la discoteca Hawai-Kai disfrazado con un bigote postizo mientras permanecía en la clandestinidad. Para hacer eso, por lo menos hay que tener guáramo.

La verdad es que lo que ocurre en nuestro hemiciclo es una pantomima inmune a cualquier proclamación de derecho o repercusión en letras constitucionales y sin efecto de ningún carácter en el rumbo de las decisiones del ejecutivo. Una pantomima de cartelitos, aplausos, pitas, microfonazos y empujones que nada tiene que ver con lo que ocurre en Venezuela. Una payasada que comenzó con aquello de “los números de curules” y continuó con el desgastado “vamos a contarnos”.

Los únicos números de Venezuela en 2016 son estos:
-27.850 muertes violentas
-10.500 recién nacidos fallecidos
-11 mil millones de dólares saqueados de PDVSA (siendo tímidos y condescendientes)

La verdad señores, es que algunos líderes de oposición y gobierno hasta son familia y de vez en cuando se sientan en la misma mesa para hablar de nosotros, compartir un buen vino y echar broma.

Y desde los medios, al tiempo que el país atraviesa la peor hambruna post-petrolera que contamos en nuestra historia, los “opinadores entusiastas” siguen azuzando con lo mismo: “… hay que organizarse para la próxima contienda” , “¡vienen nuevas luchas!, “la transición democrática y pacífica es la señal de un esplendoroso y nuevo amanec… “. Un momento. ¿es en serio?

Ahora todas las esperanzas están depositadas en la figura de Julio Borges mientras Leopoldo y cientos de presos políticos se pudren en los calabozos venezolanos.

Un sujeto insaboro, incoloro. Inofensivo y dócil como un cocker spaniel en corbata. Con un discurso blando y verbo de monaguillo -la antípoda de su predecesor- jugando en una especie de “pequeña obra de teatro estudiantil”, de espaldas al país que -lamentablemente, lo sentimos mucho- le ha tocado asumir en nombre de la sociedad civil. Sabiendo además que sus actos no tienen ninguna repercusión sobre el siniestro futuro de tinieblas que viene para Venezuela.

Por el momento, este es un pequeño adelanto del programa de -hadas madrinas, pitufos y príncipes encantados- que asoma la nueva gestión:

-Una Ley para la prevención del Delito
-Otra y que discusión de ley de “Otorgamiento de Propiedad para los que fueron beneficiados con la Misión Vivienda”
-Una bobada de “la necesaria vigencia del derecho al voto”
-Otra simpleza efímera de la “Ley de cesta-tickets para jubilados”

¿Es en serio?

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